LAS MUJERES EN LA GUINEA ESPAÑOLA
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El gobernador Juan María Bonelli desembarca en Bata © Hernández Sanjuán / Hermic Films / Archivo Pere Ortín. Fuente: La Vanguardia |
Por el Dr. ALBERTO MAESTRE FUENTES
Doctor
en Historia (Universidad de Barcelona)
Escritor.
Corresponsal de Diario El Minuto para España
La
presencia oficial española en lo que es hoy actualmente la República de Guinea
Ecuatorial se inició el 1 de octubre de 1777 y finalizaría el 12 de octubre de
1968 cuando los guineanos obtengan su independencia.
España adquirió
de Portugal estos territorios africanos sin apenas población europea ni
infraestructuras comerciales.
Pero no
será hasta 1858 en que comenzará la colonización efectiva, por parte de España,
que consistiría en una “pequeña dotación militar y la ayuda de una limitada
comunidad jesuita.
Esta
presencia escasa española incluso llegaría ser menor con la primera república y
no se incrementaría hasta 1883 cuando, en el marco de la Conferencia de Berlín,
el gobierno español aumentó su presencia oficial en estas posesiones.
Este
nuevo proceso, surgido a partir de 1883, sería el definitivo, jugando los
misioneros claretianos un papel de primer orden ya que los mismos estarían
financiados por el gobierno español.
Los
claretianos a cambio de extenderse por todo el territorio guineano y así
garantizar el reconocimiento internacional de la soberanía de España sobre
estos territorios, obtendrían del gobierno de Madrid, el monopolio sobre la educación
de los habitantes que les permitía “una situación privilegiada y una actuación
directa sobre los indígenas”.
La idea
española, tanto de la administración como la de estos misioneros, era que de
dichos territorios se produjeran determinados productos, siendo el más
importante el cacao, y, para ello era necesario que los “indígenas” se
convirtieran en trabajadores eficientes para tal fin.
Los
claretianos que es establecieron en estas posesiones del África ecuatorial
occidental en 1883 llegaron como “Misión de Estado”.
Así se
establecieron en primer lugar en la isla de Fernando Poo.
En enero
de 1884 estos misioneros claretianos consiguieron a través de un decreto, que
la enseñanza fuera obligatoriamente en castellano y en marzo del mismo año convirtieron
la Casa de Santa Isabel en un internado masculino solicitando al gobernador el
monopolio de la enseñanza en la capital.
El Padre
Ciriaco Ramírez, Superior de la Misión de Santa Isabel realizaría numerosos
viajes por la colonia visitando a diferentes autoridades locales y colonos para
garantizar la viabilidad de las misiones.
Los
misioneros dejarán constancia de sus diferentes encuentros con los jefes
tribales de la colonia, señalando como la actitud de dichos líderes a principio
favorables, según ellos, a sus tesis, irán derivando en actitudes más hostiles
hacia ellos.
Los
claretianos tenían muy clara la idea de que los jóvenes guineanos dejaran su
hábitat natural para integrarse en la cultura europea y que fueran “útiles”
aprendiendo diferentes oficios.
La expansión
claretiana en Guinea española se realizará rápidamente lo que supondrá la
ocupación a la práctica de dicho territorio lo que hará que el gobierno español
apoye la construcción de nuevas misiones.
Uno de
los objetivos de los misioneros claretianos era conseguir que los niños
guineanos separados por sexos, estuvieran en internados (ellos en internados
dirigidos por los mismos claretianos y ellas en internados dirigidos por las
concepcionistas), donde recibirían una “educación”.
Así
mismo las misiones tendrían fincas para que los antiguos alumnos de las mismas pudieran
cultivar productos como el cacao y contraer matrimonio entre ellos
(convirtiéndose de esta manera también los claretianos y monjas concepcionistas
en “celestinas” al proponer noviazgos entre sus alumnos) lo que daría origen a
familias católicas autóctonas y a la creación posteriormente de pueblos
católicos siempre regidos por la misión.
Se
intentaba con esta práctica que los jóvenes no quisieran volver a la selva y se
produjera una ruptura entre estos nuevos ciudadanos con sus antiguas
estructuras familiares.
Al
convertirse estos jóvenes guineanos en productores de cacao significaba que los
mismos, a través de los misioneros, entraban de pleno en el sistema de mercado.
Todo esto será un atractivo muy importante para muchos de los jóvenes guineanos
que verán en estas misiones la posibilidad de obtener una finca, en usufructo,
para producir cacao, cuya venta estaba garantizada y además el de poderse casar
con alguna compañera de la misión sin tener que pagar dote alguna y de tener
una casa propia sin esperar mucho tiempo como era lo habitual en sus culturas
guineanas.
Divide y reinarás
Todo
esto llevará a la creación de una clase indígena privilegiada en relación con
los otros indígenas de la colonia que no habían participado del sistema de las
misiones, siendo estos últimos, la mayoría de la población, excluidos del
sistema colonial o subordinados al mismo mediante la explotación indiscriminada
pues se les considerará no emancipados y serán considerados como menores de
edad.
De estos
territorios africanos, la isla de Fernando Poo (Bioko) será la primera en donde
se establecerá la escasa población europea que llegue.
La misma
fue “descubierta” por los europeos en 1472 por el portugués Fernando Poo (Fernando
de Poo), que la llamó “Flor Formosa” pero más tarde se le cambió el nombre y se
le puso el nombre del propio descubridor en su honor, pero no será hasta el
siglo XVIII en que exista un establecimiento fijo de población blanca, los
compradores de esclavos, los cuales nunca iban acompañados de sus esposas y
familia.
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mulata benga |
La
presencia de estos hombres blancos sin mujeres provocará el nacimiento de una
población criolla, la cual ya cristiana, tendrá también diversas costumbres de
las poblaciones locales y será muy importante e influyente en la capital de la
isla, la actual Malabo.
Dicha
población criolla será conocida como la sociedad fernandina.
Era una
colonia en la que España no tenía presencia efectiva y que había adquirido
hacía más de cien años y que tras varias expediciones fracasadas y, la
prohibición posterior del comercio de esclavos, dejó sin presencia efectiva de
presencia española y que de seguir así, España hubiera tenido que renunciar a
la soberanía de dichas posesiones en virtud de lo acordado por la Conferencia
de Berlín.
Los
occidentales negaban que los diferentes pueblos de estos territorios tuvieran
cualquier tipo de identidad propia. Para ellos eran meros salvajes sin “civilizar”.
No se
trataba de un pueblo homogéneo, pues como ya sabemos, la colonización dividió
pueblos enteros con fronteras ficticias. A si era normal que los europeos
vieran a los africanos colonizados como seres inferiores sin estructuras y que
se movían por meros instintos naturales.
El
discurso racista será el utilizado para querer demostrar que la mentalidad del
guineano era inferior a la del español y con esto se podría justificar su
“salvación por medio de la civilización” y para ello se utilizarán diversos
medios, como el descrédito, siendo muy común hasta casi finales del periodo colonial
actitudes por parte de los blancos de burla y menosprecio sobre las actitudes
de los diferentes pueblos guineanos, considerándolos razas inferiores, como se
desprende, por ejemplo, de las declaraciones del cardenal Gomà, en el Vaticano
cuando hablaba en 1940 de la existencia de razas “fuertes” y de razas
“perezosas”. E incluso se llegará a dudar entre diversos autores españoles
sobre la condición humana de los propios guineanos al presentarlos como
“cuerpos sin alma, bestias cercanas al hombre, sin la facultad de pensar y
sentir”.
También
se llegará a generalizar y criticar la supuesta poligamia y desenfreno sexual
que los europeos aseguraban ser características innatas de los pueblos
centroafricanos para así justificar su cultura europea y su moral cristiana
entendida como superior y más justa, pues el argumento cristiano era el de
igualar a los hombres ante Dios.
Así en
el caso de la poligamia en la que los españoles dieron desde un principio por
hecho de que era practicada por todos “sus negritos” (como eran normalmente
llamados los guineanos por las autoridades españolas, sobre todo las
eclesiásticas) antes de ser “convertidos” en buenos cristianos y, por tanto, en
buenos españoles, esta realmente no jugó un papel tan importante en las
diferentes sociedades de la actual Guinea Ecuatorial, como se quiso dar a
entender durante el periodo colonial.
En
realidad, la reglamentación sexual guineana era mucho más compleja y
reglamentaba de lo que se imaginaban los colonizadores.
Así por
ejemplo un elemento común a todas las culturas de esta zona era la que imponía
a las mujeres la abstinencia sexual posparto hasta que el niño llegara a
caminar. Con esta medida se pretendía que los niños fueran bien criados en los
primeros meses desde su nacimiento.
También era
una característica común entre estas culturas el miedo que existía hacia el
incesto, el cual estaba castigado y por eso era una norma muy extendida que los
jóvenes al llegar a la pubertad abandonaran la casa familiar y se fueran a
vivir a una casa para jóvenes.
Hay que
tener presente que el concepto de sexualidad de los colonizadores era muy
diferente a los colonizados.
Los
españoles durante el periodo colonial consideraban que la sexualidad era algo
que se tenía que esconder, mientras que los guineanos y, africanos en general,
consideraban que la sexualidad era una parte de su universo.
Había
temas, como el adulterio, que los blancos exageraban y criticaban como un rasgo
más de las poblaciones africanas, cuando realmente lo que más les llamaba la
atención a los españoles no era la existencia en si del adulterio, que por
supuesto en España también de daba, sino que los guineanos hablaran de las
tensiones sexuales abiertamente, tema que en España y en toda Europa era
considerado tabú.
Los
colonizadores ni querían ni deseaban entender las diferentes realidades que
existían en los territorios guineanos. Todo era visto por ellos desde una
mirada de superioridad. No entraban en consideraciones ni en análisis de las
diferentes actitudes culturales.
Al español
le llamaba mucho la atención de las diferentes danzas que hacían los guineanos,
destacando siempre lo inmoral, según ellos, de los diferentes movimientos de estas danzas
que no acababan de entender. Para el occidental estas danzas eran vistas como
un mero espectáculo.
Pero en
la realidad guineana las danzas no cumplían una función lúdica, sino que era
mucho más complejo e importante y tenían funciones rituales religiosas para
conseguir una mejor caza, o que una pareja tuviera mucha descendencia, etcétera.
Para los guineanos sus danzas no jugaban un papel lúdico sino se trataban de
rituales semisagrados que tenían un papel muy importante en sus vidas.
Todos
estos prejuicios y falta de conocimiento de la realidad guineana, llevará a que
se considere al guineano como un niño grande al que hay que controlar y llevar
por el buen camino, desde la aplicación de una política paternalista. Se le
equiparará con un menor de edad, sin capacidad jurídica.
Para
llevar a cabo dicha política se creará en 1904 el Patronato de Indígenas el
cual estaba compuesto por autoridades, colonos y sacerdotes españoles con la
misión de ir tutelando al guineano no emancipado. Esta institución llegó a
existir hasta el año 1959.
Se
llegará a entender esta colonización como una “Alta Misión” e incluso se
llegará a negar de que se trate de una colonización, como señalaría en la
última etapa de la presencia española, el mismo general Franco en uno de sus
discursos afirmó, lo siguiente: “…. España no es ni ha sido nunca colonialista,
sino civilizadora y creadora de pueblos, que es cosa bien distinta”, por
supuesto esa autodenominada labor “civilizadora” fue llevada a cabo mediante
fuerza y negación de los otros.
Así, en el caso de los territorios guineanos españoles, los principales grupos étnicos que constituían dichos territorios, estaban formados por los bubis, annobenses, fangs, ndowés, bisiós, baseques y balengues, principalmente, los cuales tenían sus propias características y costumbres y reaccionarán de manera diferente a la agresión exterior a que se verán sometidos.
Los
habitantes de la isla de Anobón se destacarían por su gran oposición al intento
de anexión en 1789 por la primera expedición dirigida por el conde Argelejo y
no será, hasta sesenta y cinco años después, en que se invadirá la isla.
El
pueblo bubi de la isla de Fernando Poo vivía en el bosque.
En
cambio, el pueblo fang, vivía en la parte continental y era conocido por ser un
pueblo guerrero que, poco a poco, había ido expandiéndose desde el interior
hasta la costa luchando contra pueblos más pequeños.
Una de
las características comunes y principales de estos pueblos era la importancia
que tenían los ancianos.
Los
consejos de ancianos regían toda la estructura de los poblados.
Los
jóvenes en cambio debían someterse a la voluntad de los mayores y mantener a la
comunidad mediante la caza. Actividad esta última, por cierto, vista y criticada
a menudo por los colonizadores como una actividad meramente lúdica como lo era
en Europa (de las clases altas) y criticable pues uno de los tópicos que solían
señalar los europeos era que el joven varón negro siempre estaba cazando por
diversión y en cambio sus mujeres estaban siempre trabajando en los poblados.
Hay que
tener en cuenta que si los jóvenes no cazaban, las poblaciones no comerían
carne pues no disponían de ganados.
En la
isla de Annobón no existían apenas animales que cazar por lo que los jóvenes de
esta isla se veían obligados a adentrarse en alta mar con sus pequeñas
embarcaciones y pescar a veces hasta ballenas con el riesgo que ello implicaba
para sus vidas.
Por lo
que de actividades lúdicas y ociosas como señalaban los colonizadores a la caza
y pesca que practicaban estos guineanos no era tal, todo lo contrario, era la
única manera que tenían para conseguir carne o pescado para sus familias y eso
representaba grandes peligros.
También
era frecuente que para la caza los jóvenes tuvieran que recorrer grandes
distancias y pasar la noche en la selva.
La idea
básica de los colonizadores era la de convertir al sector más vulnerable de las
sociedades guineanas, es decir a estos jóvenes, en miembros de una nueva
sociedad impregnada de los valores católicos, y para ello se proponían aislar a
dichos jóvenes de su entorno natural, el cual era considerado por los misioneros
salvaje y carente de ninguna moral aceptable e imposible de cambiar.
La
sociedad bubi, fuertemente jerarquizada, dotaba de autoridad, responsabilidad y
de toda clase de privilegios a la gente mayor.
En un
principio los misioneros para acceder a estos pueblos aprenderán nociones de
sus diferentes lenguas pero teniendo bien claro que era solamente como primer
paso pues la idea es más bien todo lo contrario ir imponiendo el castellano.
Transformar
a los nativos por parte de estos misioneros no será tarea fácil, pues habrá un
recelo mutuo el cual será constante entre ambos y donde el factor de fuerza
será determinante para el desarrollo posterior de los acontecimientos, contando
además los claretianos de apoyo militar español para conseguir así imponer sus
tesis a los guineanos.
La
estrategia para conseguir la transformación de estos pueblos se hará mediante
el intento de segregación de los jóvenes de su entorno cultural inmediato, para
así, pudieran formar parte de un nuevo orden social que estaría completamente
al margen del que habían pertenecido hasta entonces. Y esta se hará
gradualmente.
El proceso de colonización cultural. La mujer nativa "objeto sexual" del colonizador. Sus consecuencias
La
escuela será la principal arma de que dispondrán los misioneros para practicar
su programa de aculturación sobre los jóvenes guineanos con el apoyo del estado
que verán en estos misioneros como instrumentos de la “españolización” de los
guineanos al carecer como hemos visto anteriormente el gobierno español de
medios para llevarlo el mismo por si sólo en las primeras décadas de la
colonización.
La
evolución de todo este proceso será lento y no por igual en todo el territorio
guineano, pues la colonización será llevada por etapas, siendo el territorio
continental de Guinea Ecuatorial, Rio Muni, el último en controlarse por
completo.
Las
reacciones de los habitantes de estas zonas llegarán ser al principio de total
rechazo a la dominación de los blancos. La forma más habitual de oposición a
los españoles por ejemplo en la isla de Fernando Poo por parte de los bubis era
la huida hacia el bosque.
Por lo
que respecta a la ocupación de la parte continental no será tan pacífica como
las de las islas.
Allí España
intentará atraerse a los jefes locales mediante pequeños regalos (normalmente
baratijas, telas, pólvora, alcohol, etc.) y por otro no dudará en usar el
método de guerra abierta contra las tribus más reacias a su presencia e
intereses. También las autoridades españolas intentarán crear alianzas entre
pueblos, sobre todos los costeros, para ir contra los intereses del pueblo
fang, uno de los más importantes y por tanto con más enemigos entre los otros
más pequeños.
Hay que
tener en cuenta que las barreras culturales entre colonizadores y colonizados
eran abismales. Esto se reflejaba en muchos aspectos.
Así por
ejemplo el tipo de vida que tenía el colonizador, como la alimentación,
vivienda, estructuras familiares, moral, vestimenta, entre otras, que le eran
propias, eran consideradas por ellos superiores al colonizado.
Además los
colonizadores al ser en número mucho más inferior a los colonizados intentaba
compensar su minoría numérica con la cohesión social y la adhesión de sus
miembros a la identidad de origen, remarcando su diferencia del autóctono
manteniendo sus rasgos de identidad europea y para ello, e intentar mantenerse
“puro” de las influencias de los africanos practicará una segregación, con lo
que el blanco vivirá en zonas bien diferenciadas a los negros.
Guinea. El sueño Colonial. RTVE
Esta
segregación entre el blanco y el negro será pues en todos los sentidos. Así el
colono que se establecía en estas posesiones tenía frecuentes relaciones
sexuales con las guineanas pero era rara la vez que reconocía a los hijos
nacidos de estas relaciones como propios, pues el blanco tenía muy claro que su
estancia en estas colonias no era definitiva sino que su idea era volver más
adelante a la península y casarse con una mujer blanca y por supuesto virgen.
Así
vemos que las relaciones sexuales entre blancos y mujeres guineanas estaban
permitidas, aunque no reconocidas, y siempre que fueran de manera discretas.
En
cambio, hay que señalar que las escasas mujeres blancas que habitaban estas
posesiones les estaban completamente prohibidas las relaciones sexuales con los
negros, y se esta se daba y era descubierta automáticamente se asimilaba a una
violación.
Hemos
visto que la imposición del modelo occidental a los guineanos será gradual e
irá implantándose en diferentes grados y por zonas, pero desde un principio la
idea era clara y sin vuelta atrás. Imponer lo que consideraban los españoles la
“civilización” a esos pueblos a los que consideraban sin civilizar.
Así lo
que se trataba era cambiar las mentalidades de las diferentes naciones guineanas
para que tuvieran los mismos valores, religión, lengua, necesidades, educación
que sus colonizadores, es decir conseguir un cambio cultural de la población y
así poderlos incorporar a la vida productiva de la colonia.
Así por
ejemplo una de las obsesiones que desde el principio tenían los españoles era
la de que la población guineana no fuera desnuda.
Les
chocaba enormemente que los guineanos fueran completamente desnudos
considerándolo inmoral y característico de pueblos inferiores, por eso lucharon
para que cubrieran sus cuerpos, pero también existía un factor más material. Al
principio se les regalaba la ropa a los guineanos pero, más adelante, se les
vendía o las misiones se las daban a cambio de colaborar con ellas.
Al
entrar en este círculo, el guineano se vio con la necesidad de comprar ropa y
con ello de tener un salario. Y recodemos que la ropa era uno de los elementos
de diferenciación de clases.
Por lo
tanto, los blancos impusieron una nueva necesidad a los guineanos que antes no
necesitaban.
La
“conversión” del guineano a la cultura europea se tendrá que hacer con la alianza
que existirá desde el principio entre el estado español y los religiosos
claretianos, unión que muchas veces tendrá sus choques, desavenencias y
conflictos pues, aunque los objetivos estaban claros y eran los mismos, a veces
las prioridades eran diferentes.
Hay que
remarcar que en las sociedades de Guinea ecuatorial la jerarquía familiar era
la base de todo el equilibrio y cuando los claretianos luchaban, por ejemplo,
contra la poligamia, pidiendo desde el principio de su establecimiento en la
colonia, que el estado español aboliera las instituciones tradicionales y que
impusieran un nuevo sistema familiar y político (el occidental) para erradicar
los supuestos habituales actos de poligamia, se encontraban de frente con la
actitud reacia de la administración, pues no quería que la colonia se viera
desestabilizada.
Esto no
significa que el gobierno español estuviera a favor de la supuesta poligamia
que atribuían a estos pueblos los occidentales, sino que “no estaban dispuestos
a asumir los costes sociales y los conflictos políticos que inevitablemente
provocaría la transición acelerada que pedían los religiosos.
Serán
muchos los gobernadores de la colonia que fueron cesados por el gobierno de
Madrid a causa de las presiones que ejercieron los claretianos al no verlos
completamente afines a sus intereses “misioneros”.
Así,
durante el periodo comprendido entre 1890 y 1957 sólo habrán en la colonia
guineana tres vicarios apostólicos, frente a más de una veintena de
gobernadores que hubieron durante el mismo periodo.
La etapa
en que más buena relación existirá entre los misioneros y las autoridades
civiles coloniales será en la época franquista.
Pero los
misioneros también, a medida que la población blanca vaya aumentando en la
colonia, (población que siempre fue escasa y no sería hasta la última década
antes de la independencia, años 50 del siglo XX que no aumentaría
significativamente) tendrá choques con estos, pues a los colonos no les gustaba
que el estado diese cantidades muy generosas para el desarrollo de las misiones
cuando ellos recibían muy poca subvención para la explotación de sus tierras, y
las explotaciones pertenecientes a las misiones que además estaban libres de tributar,
hacían la competencia desleal a la de los colonos laicos, pues los misioneros
aprovechaban la mano de obra gratuita de los escolares para diversos cultivos.
Los
misioneros criticaban las grandes explotaciones y proponían el modelo de la pequeña
agricultura familiar indígena.
También
los claretianos criticaban a los colonos la vida inmoral que, según ellos, llevaban en la colonia con las mujeres negras.
Pero estas
críticas, siempre eran dentro del entorno español nunca trascendía al mundo
colonizado, pues ante todo se quería dar siempre una imagen de cohesión entre
todas las estructuras de los colonizadores.
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rey Moka del pueblo bubi. Isla Bioko/Fernando Poo |
En
cuanto a los malos tratos que se producían entre el colono blanco y entre sus
amantes negras los misioneros como mucho hacían llegar una protesta al
gobernador, pero nunca de manera oficial.
Entre los
colonos blancos era una norma habitual mantener relaciones con mujeres negras.
Para los
colonizadores occidentales la virilidad se demostraba con tener muchas
relaciones sexuales.
En
cambio, para el hombre guineano, esta se demostraba engendrando hijos
reconocidos.
A veces
el colono mantenía una relación estable con una mujer negra, la cual tenía
asumido desde el principio que el blanco no se casaría con ella ni reconocería
los hijos nacido de esta relación.
El
blanco no pagaría por tanto dote por su pareja negra porque no aspiraba a la
paternidad de los hijos que nacieran de esta relación, pero esto no significa
que no mantuviera económicamente a su pareja y a toda su familia al menos hasta
que durase la relación.
Esta
situación llevó al nacimiento de una nueva “clase” de mujer guineana.
La de
estas mujeres negras concubinas de los colonos blancos, las cuales disfrutaban
de una situación privilegiada y económica importante y consideraban que al
estar cerca del hombre blanco se “blanqueaban” y se acercaban al mundo del
blanco, visto como algo superior a las sociedades guineanas que ellas habían
conocido.
El
discurso racista colonizador va impregnando a parte de la población guineana.
Estas
mujeres negras que reniegan de su cultura y consideran al hombre blanco
superior, pero que saben que este hombre blanco nunca se casará con ellas ni
reconocerán legalmente a los hijos que hayan tenido con ellas.
En la
segunda década del siglo XX, habrá bastantes mujeres negras, que solo querrán
tener relaciones sexuales solo con hombres blancos y sólo tendrán relaciones
sexuales con hombres negros cuando ya sean más mayores y se casen con ellos.
Estas
relaciones, no produjo una población importante criolla pues la población
blanca en la colonia no fue nunca lo bastante grande para crearla y su estancia
fue bastante breve si la comparamos en el caso americano y, además España, a
finales del siglo XIX, también se verá afectada por el discurso ideológico que
iba penetrando en toda Europa contrario al mestizaje.
Centrándonos
ya en la mujer guineana hay que destacar que los colonizadores y más
especialmente las autoridades estatales y los encargados de difundir la moral
“superior” cristiana, los misioneros claretianos, entendían que la mujer sólo
se podía dignificar desde la visión cristiana.
Desde
esta visión se consideraba a la mujer negra supeditada totalmente al hombre
negro, al cual se consideraba machista por naturaleza.
Los
europeos veían a la mujer y a la familia africanas como una mera estructura de
dominación donde el cabeza de familia podía ejercer todos los excesos que
quisiera e incluso llegar a matar a su propia esposa sin consecuencias parta
él.
Esta
última idea que los occidentales tenían se ha demostrado que era totalmente
falsa por la única razón que el hombre de los diferentes pueblos guineanos al
tener que salir fuera para cazar o pescar y conseguir así carne para los suyos
necesitaba que la mujer realizara las otras actividades dentro del poblado y
además matar a una de sus esposas equivaldría a enfrentarse a la familia de
ella y que no se le devolviera la dote íntegra.
Así el
discurso era que la mujer guineana tenía que regirse por los mismos patrones
que regía la vida de la mujer española en la metrópoli.
Es decir,
debía ser una mujer dependiente del hombre y sus actividades debían
desarrollarse en el seno del matrimonio al servicio exclusivo del hombre.
Por eso
fue duramente criticado y distorsionado por los colonizadores los principales
rasgos de estas culturas guineanas como eran: El pago de la dote (la cual por
cierto nunca representó la compra de la mujer sino el derecho a la paternidad
de sus futuros hijos y conservando en muchas etnias la mujer la pertenencia al
grupo de su padre); la poligamia (lo más criticado y exagerado, como hemos
visto anteriormente, por los “moralistas” colonizadores la cual para muchas
mujeres guineanas representaba un equilibrio en la organización familiar, la
colaboración y ayuda en diferentes trabajos, existiendo una jerarquización
entre las coesposas siendo habitual que la primera esposa incitara al marido a
tomar más mujeres y estando el marido por su parte obligado a tratar por igual
a todas sus coesposas, y si eso no fuera así las afectadas podían exigir sus
derechos y en su caso el divorcio y la devolución de la dote); los matrimonios
por acuerdos familiares (los cuales establecían vínculos entre las familias de
los esposos muy fuertes que se irían renovando con el buen trato a la esposa y
regalos a su familia, vínculos que se harían aún más fuertes a raíz de que
surgiera descendencia); el divorcio (el cual era utilizado cuando la esposa ya
no quería seguir conviviendo con su marido y que le permitía volverse a casar con
otro teniendo que devolver al ex marido la dote, -en este caso, sólo los
misioneros aceptaban el divorcio si el propósito de la mujer era de casarse de
nuevo con otro por el rito de la iglesia católica- y pasara a formar parte del
matrimonio monógamo cristiano); la cesión de la esposa (así por ejemplo entre
el pueblo fang, cuando el esposo se iba largas temporadas fuera de los poblados
– para ir a cazar, guerras- cedían su o sus esposas a familiares, los cuales
las aceptaban como si se trataran de sus propias esposas, aunque los hijos que
nacieran de estas relaciones serían reconocidos como hijos legítimos del marido
ausente pues para las culturas del África ecuatorial lo más importante era la
paternidad aunque no fuera biológica: “la entrega temporal de la propia esposa
no era un asunto tan espinoso en el África ecuatorial como en occidente, porqué
el valor supremo, en las sociedades africanas, no era la honra sino la
paternidad (la peor desgracia de un hombre era morir sin hijos).
Al
considerar menos importante la paternidad biológica que la simbólica, los
hombres prefieren ceder su esposa a un pariente y mantener la posibilidad que
quedase embarazada que no mantener la exclusividad sexual y perder la
posibilidad de tener más descendencia.
Todas
estas “costumbres” guineanas serán consideradas “bárbaras” e inmorales por los
españoles, afirmando que perjudicaban gravemente a la mujer guineana.
A los
colonizadores les llamaba la atención la actitud que consideraban pasiva de
estas mujeres ante estas prácticas, criticándolas por lo que consideraban su
falta de rebelión contra estos supuestos abusos de género.
Ya hemos
visto que en las sociedades guineanas eran los ancianos los dirigentes de las
mismas quedando los jóvenes supeditados a los primeros, por lo que algunos de
estos jóvenes comenzarán a ver al colonizador, sobre todo a los misioneros,
como la forma de conseguir más rápidamente su independencia y esposa sin tener
que ahorrar para la dote. Algunos jóvenes guineanos aceptarán integrarse a la nueva
civilización traída por los colonizadores, aunque sea de forma teórica y
provisional.
Así
chicos guineanos, conseguían una esposa casándose por el iglesia católica
(recordemos la misión de las escuelas e internados claretianos de formar
familias y pueblos cristianos) pero más adelante no dudaban en tener más
esposas. Por lo que la “conversión” en los primeros tiempos de la colonia era
más teórica que real, siendo más un asunto de comodidad pues adoptando el
discurso de los colonizadores accedían más rápidamente a tener una primera
esposa que por la vía tradicional.
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Santa Isabel - hoy Malabo - en tiempos de la Guinea Española |
Durante
la época franquista se iniciará una ofensiva de tipo “moralista” para intentar
erradicar definitivamente estas prácticas (el pago de la dote, la poligamia,
los matrimonios por acuerdos familiares, el divorcio y la cesión de la esposa)
que según los blancos denigraba a la mujer negra en la cual los blancos serían
los encargados de “liberarla” pues consideraban que ella por si sola era
incapaz de hacerlo.
La mujer
guineana debía cumplir el rol asignado a la mujer española de la época, es
decir ser “el ángel del hogar”, la perfecta esposa y madre.
La mujer
guineana debía seguir el patrón español vigente, aunque este patrón a seguir,
ya sabemos que no era muy positivo para la mujer, más bien todo lo contrario y
para ello se debía destruir el papel que tenía en las sociedades guineanas
mucho más complejo e importante de lo que querían dar a entender los españoles.
Pero
este discurso que aplicaban los españoles no sólo tenía aspectos morales sino
también tenía otros objetivos más mundanos.
Al
intentar asignarle este papel a la mujer guineana se intentaba también cambiar
el modelo familiar vigente en esas tierras, para así también potenciar el
modelo productivo de la colonia.
Al relegar
a la mujer guineana a aspectos únicamente domésticos (remarquemos que cuando
los jóvenes estaban cazando o pescando eran ellas las que hacían las demás
tareas en los poblados) los hombres podrían centrarse exclusivamente en los
trabajos agrícolas de las grandes plantaciones en manos de los blancos y así
quedaban integrados más fácilmente en toda la maquinaria del sistema colonial.
Durante
las últimas décadas de la colonización, el discurso agresivo de los
colonizadores logrará ir penetrando y conseguirá romper poco a poco la cohesión
que existía entre las diferentes naciones que componían Guinea Ecuatorial.
Pero los
que vayan aceptando el discurso no será en su mayor parte por convicción sino
por conveniencia y por el desequilibrio que se producirá.
Hay que tener
presente que se produjeron muchos desequilibrios entre estas poblaciones.
La "aculturización" y los intentos de asimilación forzada
Muchos
hombres de la parte continental de la colonia (Rio Muni), pertenecientes sobre
todo al pueblo fang, se verán obligados a desplazarse a la isla de Fernando Poo,
para hacer de braceros en las plantaciones de los blancos al carecer la isla de
suficiente mando de obra.
Al ser
desplazados fuera de su área de influencia, se encontrarán desarraigados de su
entorno natural y como salida a su situación, pues recordemos que el nativo era
considerado menor de edad si no demostraba que estaba integrado a la
civilización cristiana y estaba sometido al Patronato de Indígena, veía en la
conversión al catolicismo una forma de escapar de su nueva situación.
Las nuevas
normas impuestas, se irán consolidando pues por ejemplo para acceder a ser
propietario de una tierra para cultivar era necesario estar emancipado y para
ello se debía demostrar de que se era un “buen ciudadano”, es decir haber sido
bautizado y tener solo una esposa cristiana.
También,
poco a poco, para acceder a las diferentes jefaturas de los poblados se irán
potenciado y beneficiando, por parte de las autoridades coloniales, a las
personas que asuman los valores de los colonizadores para que potencien así la
formación de verdaderos poblados cristianos.
Las
autoridades coloniales a medida que avanzaba su influencia, comenzarán a
legislar en contra las diferentes costumbres familiares de los colonizados,
imponiendo restricciones contra las dotes o sobre los matrimonios por acuerdos
familiares.
Se
prohibía el matrimonio entre personas que no hubieran llegado a la pubertad,
que tuvieran taras fisiológicas o la mujer estuviese aún ligada por un vínculo
matrimonial anterior no disuelto oficialmente.
Estos
matrimonios no católicos, debían verificarse ante el administrador territorial
de la demarcación de la novia, en presencia de los padres de los contrayentes y
de sus respectivos jefes de tribu, e inscrito en el registro, en el que debía
contar el precio de la dote. La poligamia, que no se podía abolir por decreto,
pasó a ser penalizada”
La
poligamia pues se seguía practicando, pues las autoridades coloniales no la
lograron erradicar por completo, pero las medidas que fueron adoptando
redujeron su uso, sobre todo cuando estos matrimonios llamados tradicionales no
tenían validez civil.
En 1945
se promulgará que los funcionarios guineanos oficialmente católicos pues,
recordemos que si no lo eran no eran legalmente emancipados y carecían de
derechos como el de poder trabajar para la administración, y fueran polígamos
se le anulaba los demás matrimonios excepto el que había contraído por el rito
católico y se le penalizaba con la pérdida de la dote de la o las otras
siguientes mujeres que quedaban automáticamente repudiadas.
Si no
estaba casado por la Iglesia católica con ninguna de ellas debía casarse
canónicamente con la primera esposa o con la que hubiese tenido más hijos o
sino con la que él quisiera por este orden de prioridad.
A la
larga se irá creando una nueva clase social que será precisamente la del
funcionario guineano integrado a la civilización de los colonizadores pero con
nexos con los otros guineanos no emancipados, es decir los no absorbidos por
todo el engranaje cultural occidental.
Los
misioneros lucharon desde el principio en contra de todas las costumbres
sexuales de los guineanos, pero estos reacios desde el principio a la
intromisión de los misioneros en sus vidas intentaron sacar el máximo partido
de estos misioneros pero cambiando muy poco sus hábitos.
Finalmente
la colonización lo que consiguió es que los diferentes pueblos de Guinea
Ecuatorial quedaran más divididos entre sí.
La mujer
guineana quedó en una situación frágil pues su papel se vio alterado sustancialmente.
Aunque
el discurso colonial penetró en todas las esferas, la mujer guineana se vio
desarraigada y provocó que la explotación sexual a la que habían sido sometidas
por los colonizadores diera lugar a la proliferación de la prostitución, la cual
se incrementaría incluso después de la independencia del país.
Rasgos
típicos de las culturas guineanas precoloniales se mantendrán hoy en día, como
el pago de la dote pero la misma se ha vuelto muy cara y por tanto poco
accesibles a la mayoría de los jóvenes.
Además,
conceptos como la virilidad se han adaptado a los esquemas occidentales y ya no
reflejan el antiguo concepto de tener hijos reconocidos.
Por lo
que respecta a la poligamia, la misma se incrementó después de la independencia,
pero sólo afecta a una minoría de la población que pueda pagar la dote.
La
economía asalariada ha afectado a todos los estamentos de la sociedad guineana
y la mujer será una de las principales víctimas pues no ha conseguido
integrarse totalmente en el mercado laboral.
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