Una guerra olvidada: Ogadén (1977-78)
La guerra de Ogaden, fue un
conflicto no declarado que involucró a Etiopía y Somalia entre 1977-1978. En
esta guerra olvidada, participaron fuerzas cubanas, desplegando fuerzas
mecanizadas y aéreas. Esta lucha significó no solo el fin del sueño de la “Gran
Somalia” sino crearon las condiciones para que el estado somalí en unos años se
derrumbara, abriendo un largo período de caos.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
En
julio de 1977 estallaba la guerra entre dos países que teóricamente formaban
parte del bloque socialista – Etiopía y Somalia – por la región del Ogaden. El
conflicto fue impulsado por el régimen de Mogadiscio, en manos del general Siad
Barre,[1]
en el marco de la idea de la Gran Somalia, construcción ideológica que buscaba
agrupar a los grupos somalíes en el Cuerno de África bajo un mismo estado,
abriendo un frente de tormenta con los estados vecinos. Este concepto abarcaba
la integración de un gran estado somalí a las regiones de Ogaden, del Distrito
Norte (Kenia) y la entonces colonia francesa del Territorio de los Afars y los
Issas (hoy Yibuti). Previo a la independencia, el imperio etíope mostró su
preocupación ante el discurso de los nacionalistas somalíes de unificar los
territorios poblados por dicho grupo étnico, especialmente en la Somalia
Británica, dado el interés de Londres de mantener su influencia en la región,
en un escenario post independencia.
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Haile Selassie, último emperador etíope. Derrocado en 1974 |
El
territorio de Ogadén fue gobernado por distintos gobernantes islámicos. En el
siglo XIII, el Sultanato de Ifat controló la región y partir del siglo XV en
manos del Sultanato de Adal con capital en la actual capital de Ogaden,
Harar. Dicho estado estuvo en conflicto
con el antiguo imperio abisinio entre los siglos XVI a XVII. El sultanato de
Ajuran controló parcialmente el territorio y hacia mediados del siglo XVII
surgió el emirato de Harar. Gran parte
del Ogaden estaba en manos de clanes somalíes independientes, situación que
perdurará hasta fines del siglo XIX. El
emperador Menelik, ante el expansionismo europeo en el Cuerno de África
(Italia, Francia y Gran Bretaña) avanzó sobre el emirato de Harar
conquistándolo en 1887 y luego lanzó una serie de campañas militares en el
resto de Ogaden. Esto impulsó a muchos clanes somalíes a someterse al recién
creado protectorado de Somalia Británica. Londres entró en conflicto con
Etiopía y en el marco de una estrategia de apaciguamiento, clave ante la guerra
en Sudán contra el Mahdi, los
británicos cedieron territorios en Ogaden por medio de Tratado Anglo Etíope de
1879 (conocido como Tratado Rodd) ignorando el acuerdo previo con los clanes
somalíes sobre “protección” a cambio de facilidades comerciales, neutralidad
respecto al conflicto sudanés. Este es considerado el origen de la disputa
entre Somalia y Etiopía por el Ogaden, dado que Mogadiscio, luego de la
independencia en 1960, desconoció el tratado Rodd de 1897.
La
presencia etíope en la región era precaria, solo por medio de puestos militares
y expediciones punitivas. Recién en 1934 se fijaron las fronteras entre Somalia
Británica y Etiopia. En 1935, luego de
la Segunda Guerra Etíope, Ogaden fue incorporado a Somalia Italiana. En 1941, las fuerzas británicas derrotaron a
los italianos en el marco de la Segunda Guerra Mundial, con apoyo de guerrillas
etíopes y ocuparon las colonias de Roma en el Cuerno de África. Etiopía
recuperó su independencia, pero el Ogaden quedó bajo ocupación británica hasta
1948, cuando luego de intensas negociaciones, las fuerzas de Londres evacuaron
el territorio. El retorno de la administración etíope fue resistido por la Liga
de la Juventud Somalí, que se negaba aceptar el control de Addis Abeba del
territorio. La represión etíope provocó el exilio de decenas de miles de
somalíes que huyeron a la actual Somalia – entonces bajo control de Italia y
Gran Bretaña – encontrando asilo. La
política represiva del emperador Haile Selassie, consistente en el arribo de
colonos amharas y la ausencia de servicios esenciales, generó malestar entre
los clanes somalíes, que derivó en una rebelión armada en 1963, siendo
fundamento del estallido del conflicto la oposición a pagar impuestos al estado
etíope. Somalia independizada en 1960 apoyó discretamente el levantamiento.
Esto derivó en la Guerra Fronteriza Etíope Somalí de 1964, al parecer según
fuentes independientes, el ataque fue lanzado por las fuerzas etíopes con una
división de infantería y apoyo aéreo (en ese momento, el imperio etíope operaba
aviones F-86 Sabre, teniendo absoluta superioridad sobre Somalia). Los bandos
libraron la batalla de Tog Wajaale, donde las tropas beligerantes combatieron
cuerpo a cuerpo, con fuertes bajas. El
general etíope Aman Micheal Andom, luego de la batalla pidió autorización el
emperador – el negus – Haile Selassie para avanzar sobre Mogadiscio, pero fue
rechazado. La mediación de la
Organización de la Unidad Africana y la intervención de la Unión Soviética y
Estados Unidos, llevaron a las partes a la mesa de negociaciones y acordar un
alto el fuego luego de dos meses de cruentos combates fronterizos. En este breve conflicto, los etíopes
recibieron apoyo material de Estados Unidos, mientras que Somalia obtuvo ayuda
de Egipto, en manos del régimen nacionalista de Nasser. El resultado de la guerra sirvió para
alimentar las narrativas nacionalistas de ambas partes. La represión en Ogaden
continuó centrándose en la muerte o confiscación de ganado de los pastores
somalíes, destrucción de pozos de agua y continuidad de la política de mano
dura contra la insurgencia, ya organizada formalmente como Frente de Liberación
de Somalia Occidental (FLSO).
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el General Ochoa y Fidel Castro |
El
FLSO, comenzó a recibir apoyo formal de Somalia a partir de 1974 y obtuvo apoyo
de otros grupos étnicos: hararis y oromos.
El éxito de la insurgencia fue gracias al caos derivado con la caída de
la monarquía y el establecimiento del régimen revolucionario de izquierda,
implantado por los militares etíopes, conocido como el “Derg”.[2] En 1977 se estimaba que varios miles de
soldados regulares del ejército somalí operaban en el FLSO y controlaban la
mayor parte de las tierras bajas de Ogaden.
La campaña de insurgencia alcanza mayores proporciones, paralizando el
estratégico ferrocarril que une Addis Abeba con Yibuti, obligando a los etíopes
a movilizar miles de soldados para su seguridad. El “Terror Rojo”, violenta purga llevada a
cabo por el régimen del Derg etíope, afecta a los militares seriamente. La situación es delicada y las fuerzas de
Etiopía sostienen el eje Addis Abeba – Harar – Dire Dawa. En septiembre de 1977, el 90% de la región
disputada está en manos de las fuerzas somalíes y el FLSO.
Las
fuerzas en pugna.
Las Fuerzas Armadas somalíes
recibieron un fuerte apoyo de Moscú con el establecimiento del régimen
socialista de la mano del general Barre. La posición estratégica de Somalia,
fue uno de los factores determinantes para el desembarco soviético con
importante ayuda a Mogadiscio. A cambio
del uso de bases aéreas y navales, la Unión Soviética envió asesores y
armamento, además de reconstruir instalaciones portuarias, bases militares. Barre,
pronto usó las armas para sofocar rebeliones de clanes rivales contra su
régimen. El Corpo Aeronautico della Somalia con 2.500 efectivos (80 pilotos) recibió
cazas 19 MiG 17 F, 34 MiG 21 MF, transportes An -2, An-26 An-24, 8 aviones de
entrenamiento avanzado MiG 15 UTI y una decena de helicópteros tácticos
Mi-8. En un país con altos niveles de
subdesarrollo, el mantenimiento de material tan moderno, hizo a Somalia muy
dependiente de los asesores de Europa del Este. Las aeronaves estaban
desplegadas en 8 escuadrones con unos 84 aparatos, de los cuáles 50 son aviones
de combate.
Las fuerzas terrestres, de 35.000 efectivos fueron equipadas con material moderno: 100 tanques T-34/85, 150 T-54 y T-55, 70 T-62. Los transportes de personal habían aumentado su número a más de 300 vehículos, de diferentes tipos, destacándose los BTR 50PK a oruga, los anfibios a rueda BTR 60 y los BTR 152KP de 6x6. También arribaron los blindados ligeros BTR 40 y de exploración BRDM -1 y 2. La artillería tuvo cañones de 85 y 100 mm, obuses de 122 mm y 152 mm, morteros. La infantería fue dotada de un adecuado poder de fuego con el célebre fusil AK-47, lanzagranadas, ametralladoras, misiles antitanque AT -3 Sagger. La artillería antiaérea fue dotada de piezas de 23 y 57 mm, montajes dobles y cuádruples de ametralladoras KPV de 14.5 mm, equipos autopropulsados ZSU 23-4 y misiles portátiles SA-7. El resultado fue disponer de una potente fuerza mecanizada, con un adecuado poder aéreo. En cuanto a la organización el ejército contaba con 10 brigadas mecanizadas, 3 brigadas blindadas, 1 brigada paracaidista, 1 brigada de artillería y 1 brigada de defensa antiaérea. La rama naval era en cambio, muy limitada dotada de 6 torpederos P 6 y 2 lanchas lanzamisiles OSA II, operando en dos bases con 800 efectivos.
En el caso de Etiopía, dicho país tenía una larga tradición militar. No habría sufrido el colonialismo europeo y la política de Addis Abeba siempre había sido pro occidental. Estados Unidos desde los 60 proveyó mayor asistencia militar, dado los acuerdos de cooperación que permitió a la CIA contar con una estación de vigilancia en Kegnew en la actual Eritrea. El ejército tenía experiencia militar y en la guerra de Corea, el batallón etíope combatió con distinción. Los estadounidenses consideraban a los militares etíopes los mejores de África negra.
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1978. Manifestaciones en Mogadiscio a favor de la guerra |
La Fuerza Aérea etíope, desarrollada en su momento gracias al apoyo sueco y británico. En los años 50, por medio de un acuerdo, se creó un grupo de asesoramiento con personal de Estados Unidos. La aviación militar fue dotada de cazas 28 North American F-86 Sabre, 12 Lockheed T -33 y 12 aviones de entrenamiento AT 28. En los años 60 arribaron los F-5 A/B. Desde el Reino Unido arribaron cuatro bombarderos BAC Canberra. Los aviones de transporte desde Estados Unidos arribaron 2 Douglas DC-3, que fueron complementados más tarde por 9 transportes C-47, 4 cuatrimotores C-54 y 1 DC-6. La flota de alas rotatorias estaba formada por Bell 47J y UH -1B. Al estallar la guerra, los medios aéreos estaban desplegados en 10 escuadrones con 2.500 efectivos y 109 aeronaves (130 pilotos). La “espina dorsal” lo conformaban 50 aviones de combate F-5, F-86 y Canberra. En la guerra se estiman que los etíopes perdieron 29 aviones, incluyendo 3 transportes y 2 helicópteros.
En cuanto al Ejército,
durante el período imperial recibió material de origen estadounidense, el arma
blindada contaba con unos 250 tanques medios y ligeros (M60, M47, M41 y
T34/85), incluyendo un centenar de T34/85 de origen checoslovaco por pedido de
Mengistu, a la Unión Soviética, luego del golpe de 1974. Otros medios eran medio centenar de blindados
AML, 80 M113, 50 BTR -152. La artillería contaba con piezas de 105 y 155 mm. En
cuanto a la organización en 1977, las fuerzas terrestres contaban con 6
divisiones, de las cuales dependían 10 brigadas de infantería ligera, 2
mecanizadas con 45.000 efectivos.
La Marina etíope creada en 1958 contaba con 1.800 efectivos disponía de 5 patrulleros costeros, 1 buque de adiestramiento, 1 dragaminas y 8 lanchas rápidas todo material de origen estadounidense. Durante la guerra como su par somalí, no tuvieron ningún papel.
Las milicias sumaban al momento de la invasión, unos 10.000 combatientes irregulares, mal equipados y entrenados.
La caída de la monarquía y
la instauración del régimen del Derg,
significaron purgas y ejecuciones masivas de cuadros militares opuestos al
nuevo gobierno etíope. La guerra
sorprendió a Etiopía inmersa en el “Terror Rojo” y los enfrentamientos internos
(levantamientos regionales, la guerra de independencia de Eritrea). Las fuerzas
armadas estaban seriamente afectadas por tener que luchar en diversos frentes,
agregándose las sanciones impuestas por Estados Unidos que impuso por la
orientación del régimen de Addis Abeba.
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Tripulantes etíopes del F 5. |
La guerra de Ogaden
El
presidente somalí, general Siad Barre, decidió apoyar abiertamente al FLSO, sin
declaración previa de guerra, ordenó a las fuerzas armadas de Somalia invadir
abiertamente el Ogaden. El avance logró una importante victoria, la toma de la
capital regional Jigjiga, luego de un mes de duros combates contra los
etíopes. El próximo objetivo era Harar,
pero el cambio de alianzas, donde la Unión Soviética opto por apoyar
abiertamente Addis Abeba, por considerar a su régimen más pro soviético y por
el peso geopolítico de Etiopía era mayor que Somalia, permitió a los etíopes
acceder a una masiva ayuda militar. El Derg designó como presidente al coronel
Mengistu Haile Mariam, quién en 1977 denunció la intervención de Mogadiscio en
el conflicto de Ogaden, negado por Barre, quién afirmó que los combatientes
somalíes en dicho territorio eran voluntarios y no miembros del ejército
regular. Estos son encuadrados en Brigadas de “Tropas Especiales” de un millar
de efectivos, constituyendo elementos motorizados, con un importante poder de
fuego gracias a los morteros y lanzacohetes.
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Artilleros cubanos en Etiopia |
En
el mes de mayo la insurgencia provocó que las poblaciones cristianas buscaran
refugio en Harar. Durante el mes de junio se libraron violentos combates entre
las fuerzas del FLSO y las etíopes en torno al ferrocarril que conecta a Addis
Abeba con el puerto de Yibuti. Las fuerzas de la 3ª División de Infantería
etíope quedaron aferrada en sus guarniciones, mientras que muchos puestos
fronterizos son aniquilados. La situación es desesperante, pero los etíopes
logran mantener el eje Addis Abeba – Dire Dawa – Harar y mantener en
operaciones la base aérea de Dire Dawa.
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Monumento a los soldados etíopes y cubanos que lucharon en el Ogaden |
En
el marco de la crisis, Fidel Castro, el líder cubano, viajó a la ciudad de
Adén, capital de la entonces República Democrática Popular del Yemen (Yemen del
Sur) y propuso una salida al conflicto etíope somalí instando a crear una
Federación socialista entre Somalia, Etiopia y Yemen. El general Barre se opuso y exigió como
condición el derecho de autodeterminación de Ogaden, algo que no admitía
Etiopía. Los cubanos buscaron como
opción crear una región autónoma, Mengistu se opuso. Ante el fracaso de la
mediación por las posturas irreductibles de las partes, en mayo de 1977
arribaron los primeros efectivos cubanos para apoyar a Etiopía. En julio se
llevaron otra ronda de negociaciones en Moscú sin éxito.
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Las guerrillas somalíes tenian una importante participación de mujeres |
La
ofensiva somalí
Las
fuerzas somalíes quedaron bajo el mando de Mohammed Alí Samatar, un buen oficial
formado en la Academia Militar Frunze (para oficiales de Estado Mayor) en la
Unión Soviética. Las fuerzas terrestres
somalíes estaban dotadas de mayor poder de fuego que sus homólogos etíopes,
mejor entrenamiento y no habían sufrido las purgas como las que implantó el Derg sobre sus fuerzas armadas. Mogadiscio desplegó una potente fuerza
mecanizada apoyada por medio centenar de aviones de combate. Los etíopes tenían que hacer frente a la
invasión con una brigada mecanizada y una división de infantería. Las mejores
unidades estaban aferradas luchando contra los eritreos (20.000 soldados
etíopes combatían en Eritrea de los 50.000 del ejército). Un problema no menor
para Addis Abeba, la dispersión de sus fuerzas y el escaso entrenamiento de las
milicias reclutadas a toda prisa para apoyar el esfuerzo de las fuerzas
regulares.
El
coronel somalí Abdullah Askar lanzó un ataque en la madrugada del 12 de julio
de 1977, con una potente fuerza mecanizada (5 brigadas) apoyada por una brigada
blindada y unidades de combate de la fuerza aérea. Se estiman que fueron
movilizados 50.000 soldados del ejército somalí. La maniobra inicial de las
fuerzas somalíes era interceptar a las fuerzas etíopes en repliegue y proceder
a su destrucción. En pocos días
controlaron un espacio de 350.000 km2 y derrotaron a los etíopes en Gode (que
contaba con pista de aterrizaje) luego de una dura resistencia. Los comandantes
etíopes a fin de evitar ser rodeados, llevaban a cabo retiradas tácticas,
lanzando contraataques locales. En esta
etapa se observa que los somalíes están en capacidad de infiltrar fuerzas de
tanques detrás de la línea de frente, intenso uso de la artillería y eficaz
cooperación entre la aviación táctica y las fuerzas blindadas. Dos divisiones etíopes colapsaron y los tanques
M41 (ligeros) y M47 no fueron capaces de actuar eficazmente ante los T34 y T55
somalíes. Los etíopes envían a toda
prisa por tierra y aire unos 5.000 milicianos a Dire Dawa. Al este repliegan
con serias dificultades las guarniciones de
Aware, Dega Habur, Ginir y Negele.
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Soldados somalíes |
Las
fuerzas irregulares somalíes fueron capaces de eliminar las pequeñas
guarniciones fronterizas, teniendo algunos éxitos iniciales, pero se mostraron
incapaces de obtener una rápida decisión
frente a fuerzas dispersas pero aguerridas.
La narrativa del gobierno somalí se centra en apoyar el movimiento de
liberación de Ogaden frente al “colonialismo” etíope.
La
invasión somalí se divide en dos ejes. En el frente norte el esfuerzo estaba
centrado en la región de Dega Habur, donde convergen las vías de comunicación a
la estratégica ciudad de Harar. En el
sur, los somalíes presionan sobre dos ejes principales: Gode – Imi – Giga y Dolo
– Filtu y Negele. Varias unidades
mecanizadas somalíes avanzaron 500 km en apenas diez días, a pesar de este
logro, comienza a observarse dificultades en el plano logístico (abastecimiento
de combustible, repuestos y mantenimiento de los equipos motorizados y
blindados).
El
frente sur es estabilizado por parte de los etíopes en la línea Gimir (500 km de la frontera) – Filtu (250 km
de la frontera), reagrupan las fuerzas de la 4ª División de Infantería en dos
núcleos de resistencia (Negele y Goba) y reciben como refuerzo una división de
milicias (10.000 efectivos).
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guerrillas somalíes en Ogaden. |
El
alto mando somalí adoptó previsiones para una campaña larga, acumulando
material para seis meses de conflicto. Asimismo, desde 1969 con la implantación
del régimen socialista somalí, la Unión Soviética equipó y formó a las fuerzas
armadas somalíes con material muy moderno. El planeamiento preveía que para
diciembre de 1977 el Ogaden debería estar controlado completamente, para evitar
que el eventual bloqueo de armas por parte del Kremlin, afecte el esfuerzo de
guerra. El 16 de julio las fuerzas
somalíes llegaron a las puertas de la estratégica Dire Dawa, sede la segunda
base aérea de Etiopía. La enconada resistencia del ejército etíope, permitió el
arribo desde Harar de fuerzas de refuerzo, rechazando el asalto somalí, que
estaba a unos 20 kilómetros de la puerta de Dire Dawa. La Fuerza Aérea etíope desplegó sus Northrop
F-5, a pesar de la inferioridad en número frente a los MiG 21 MF y 17F
somalíes, lograron imponerse – gracias a la calidad del entrenamiento de sus
pilotos y la presencia de mercenarios israelíes – y atacar el espacio aéreo enemigo. La imposibilidad de conseguir repuestos para
los sistemas de armas occidentales, fue suplida en parte por Irán que proveyó
repuestos para operar los F-5.
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Siad Barre. Presidente de Somalia e impulsor de la guerra |
En
el combate aéreo sobre Harar, el 26 de julio, una patrulla aérea de combate
(PAC) formada por F-5A y F -5E tripulados por israelíes, entablaron combate con
los MiG 21 MF somalíes, donde cuatro de estos cazas fueron derribados. Este
combate fue presenciado por las tropas etíopes, incentivando su moral de
combate. Ello no impidió que los somalíes
incrementaran el número de PAC para degradar la capacidad etíope. Nuevamente
los protagonistas fueron los F 5 sobre Kebri Dejar, donde nuevamente se
impusieron a los somalíes. En quince días de combates aéreos, los somalíes
perdieron el 18% de su aviación de caza. La falta de repuestos, obligó al resto
de la fuerza aérea somalí sobreviviente a permanecer en tierra. Los etíopes
incrementaron las acciones desde el aire a partir de agosto, empleando F86F Sabre y F5 en misiones de ataque a
tierra con cohetes y bombas. El alto desgaste del material, impulsó a los
etíopes a contactar a Moscú y La Habana por ayuda. Hacia el mes de agosto, la Fuerza Aérea
Somalí había dejado prácticamente de existir, luego del retiro de los técnicos
cubanos y soviéticos, unido a las pérdidas, quedando unos 17 aviones
concentrados en Hargeisa, en el norte.
La Fuerza Aérea etíope a pesar de las pérdidas en manos de fuego
antiaéreo, gracias a sus capacidades podía mantener en línea de vuelo doce
aviones F-5 A/B y 5 E/F, concentrando el esfuerzo en acciones contra fuerzas
terrestres somalíes, con éxito limitado, gracias a la defensa antiaérea de
corto alcance por parte de misiles SA 7 y cañones de 23 mm. El conflicto de Eritrea, demandó el empleo de
la mayor parte del poder aéreo etíope, recayendo el esfuerzo en manos de los
F86. Los F5 y el solitario Canberra,
centraron sus esfuerzos en el teatro de operaciones de Ogaden.
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Addis Abeba. 1978 |
En
agosto los somalíes luego de tomar las localidades de Delo, Elekere y Filtum
con relativa facilidad, volvieron sus fuerzas nuevamente hacia Dire Dawa el 16
de agosto, con dos brigadas motorizadas del FLSO, un batallón de tanques y
artillería de lanzacohetes. La toma de
este objetivo obedecía a factores psicológicos, por ser la capital de la
provincia donde habitaban somalíes isaaq y militares, por ser centro logístico
de Harar. El empleo de fuerzas irregulares respondía a la idea de “no
intervención” de Somalia, dado que la Organización de la Unidad Africana, había
condenado el ataque somalí de julio. En
la citada localidad estaban elementos de la 2ª División de Infantería y un
pelotón de tanques. Los etíopes
concentraron todos los M47 y M41 disponibles, no empeñados en la campaña
eritrea.
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Batalla de Jijiga |
Los
somalíes lograron infiltrar sus tanques e inutilizaron temporariamente la pista
de la base aérea y 9 aviones de combate en tierra. Durante 20 horas, etíopes y somalíes libraron
duros combates. La Fuerza Aérea etíope hizo aparición y destruyó 16 T-55
somalíes. Finalmente estos fueron rechazados. Las fuerzas somalíes son replegadas a partir
del 15 de agosto y son puestos en reemplazo elementos de las FLSO, miembros de
la prensa internacional son invitados para mostrar la “liberación” de Ogaden y
la “no injerencia” de Mogadiscio en el conflicto.
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Fidel Castro y Mengistu |
La
ciudad de Harar fue reforzada con los restos de la 3ª División de Infantería
(4.000 efectivos y 60 tanques), 20.000 milicianos y con el material nuevo que
iba llegando de la Unión Soviética (especialmente tanques T-55). La defensa de
este objetivo era vital, dado que para la estrategia etíope, su caída, podía
significar el fin del régimen del Derg.
El esfuerzo somalí se concentró dicha localidad. El avance hacia las tierras
altas etíopes, significó extender las líneas de abastecimiento y las fuerzas
somalíes mostraban signos de agotamiento. La ofensiva relámpago de julio estaba
perdiendo impulso, mientras que las fuerzas etíopes recibían armamento,
entrenaban nuevos reclutas y se reagrupaban.
En
septiembre la ayuda del bloque del Este no solo fue en lo material, sino
arribaron asesores y técnicos de Polonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental.
Incluso desde Vietnam, llegaron repuestos para los cazas F-5, dado que la
extinta fuerza aérea de Vietnam del Sur, operó dichos sistemas de armas. Yemen del Sur también envió dos batallones
blindados (en total se estima unos 2.000 soldados yemeníes). Somalia expulsó
los asesores soviéticos y cubanos, canceló los acuerdos sobre bases militares y
cortó vínculos con Cuba. Alemania Oriental y Corea del Norte apoyaron a los
etíopes. En el caso de los alemanes orientales, estos enviaron un millar de
militares destinados a tareas de asesoramiento e instrucción de las tropas
etíopes. Somalia recibió algunas ayudas de China, Rumania, Egipto, Sudán,
Pakistán y Arabia Saudita, pero seguía estando aislada de gran parte de los
gobiernos africanos que se oponían a tolerar el cambio de fronteras heredados
de tiempos coloniales. En dicho mes los somalíes se alzaron con la victoria de
Jijiga, controlaron pasos de valor estratégico y el monte Karamara, donde fue
destruida una instalación de radar clave para las operaciones aéreas. Etiopía
reconoció que solo controlaba efectivamente el 10% de Ogaden. El presidente
Mengistu llevó a cabo otra purga en las filas militares, que resultó en la
ejecución de numerosos oficiales y suboficiales. Reorganizó la defensa y
decretó la movilización nacional el 14 de septiembre bajo el lema “patria
revolucionaria o muerte”.
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refugiados etíopes en Ogaden |
La
batalla de Jijiga ocasionó roces entre las milicias y las fuerzas regulares
etíopes, dado el alto precio pagado por los primeros en los combates. La moral
etíope era baja y esto repercutió en su desempeño en combate. Los somalíes eran ligeramente superiores en
tanques, contaban con 124 T-54/55 frente a 108 M- 47 y M -41 Walker
Bulldog. Durante la batalla se
presenciaron disparos contra la población civil por parte de ambos bandos. Los somalíes se impusieron y los etíopes
abandonaron abundante material.
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Tropas cubanas en Etiopia. |
El
mes de septiembre fue sin ninguna duda crítico para Etiopía, el FLSO, informó
de haber generado 3.000 bajas etíopes en las cercanías de Jijiga. En el oeste
de Dire Dawa, donde cayeron un millar de soldados etíopes, el FLSO asesinó a
400 prisioneros. La caída de Jijiga fue
objeto de controversias, dado que Addis Abeba tardó en reconocer su caída. Esta
localidad de 15.000 habitantes, tenía una posición clave para atacar las
ciudades de Harar y Dire Dawa a través del paso de Kara Marda. Los somalíes
consideraron que la victoria estaba al alcance de la mano y en Roma el 20 de
septiembre de 1977, el portavoz del
Gobierno somalí, Mohamed
Aden, ofrecía a
Etiopía la posibilidad
de llegar a
un acuerdo, exigiendo el
reconocimiento del derecho de autodeterminación de Ogaden, rechazado de plano
por los etíopes.
Somalia
esperaba el apoyo de los estados occidentales, pero estos mantuvieron una
postura neutral o como en el caso de Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos
que exigía cualquier tipo de apoyo estaba supeditado al retiro de las tropas
somalíes del Ogaden. Desde el punto de vista de los intereses de los
principales países occidentales, la injerencia directa en la guerra, podría
escalar el conflicto y generar una crisis abierta entre los bloques oriental y
occidental. Mientras tanto el alto mando somalí tendría que esperar la
contraofensiva etíope. A fines de enero
de 1978, la Fuerza Aérea Etíope con aviones MiG 21 y 23 (sobre el empleo de
estos últimos aviones los autores discrepan) posiblemente con tripulaciones
soviéticas y cubanas, atacaron objetivos en Somalia. Un importante puente aéreo desde la Unión
Soviética con aviones Il-18, Il-76, An-12BP y An-22 de la aerolínea de bandera
soviética Aeroflot y la VTA (Aviación de Transporte Estratégico de la Fuerza
Aérea Soviética) llevaron cientos de tanques de combate T-54 y T-55, vehículos
de combate de infantería BMP-1, transportes de personal BTR-60PB y BTR-152,
blindados de exploración BRDM-1 y BRDM-2, además de cañones de campaña de 85 y
100 mm, obuses de 122, 130 y 152 mm, lanzacohetes y armamento ligero en
cantidades suficientes como para equipar tres Divisiones ligeras altamente
motorizadas. La Fuerza Aérea etíope fue equipada con 40 aviones MiG 21 MF. Los
cubanos llegaron con sus aviones MiG 21.
El arribo de una importante flota de alas rotatorias, con Mi 8, los
gigantescos Mi 6 y Mi 24 de ataque, puso en evidencia que el Ogaden sería
testigo de nuevas tácticas, donde las fuerzas de asalto aéreo tendrían un papel
destacado.
La
contraofensiva etíope
El
Comité Estratégico Militar Supremo formado por cubanos, soviéticos y etíopes,
asumió el mando de las operaciones en el Ogaden. Estaba presidido por el
general cubano Arnaldo Ochoa, pero en los hechos la conducción recayó en el
general soviético Vasily Petrov, destacándose una adecuada planificación y
conducción de las operaciones. Estas
estuvieron precedidas por el accionar de la artillería, seguidos de asaltos
masivos de infantería mecanizada y aerotransportada, basadas en tácticas de
asalto soviéticas. La punta de lanza fueron tropas cubanas – consideradas por
Petrov mejores que los etíopes – incluyendo tropas paracaidistas, fuerzas
blindadas seguidas por etíopes. Se estima que unos 15.000 soldados cubanos
participaron de la campaña.
En
una primera fase – centrada en la recuperación del “país de los somalíes isaaq”
– las operaciones son conducidas con prudencia, pese a la relación de fuerzas
que era claramente favorable a las fuerzas de Addis Abeba. El avance opera sobre dos ejes: 1) a lo largo
del ferrocarril, donde el dispositivo somalí es débil y 2) en dirección a
Jijiga, donde la conducción se dificulta.
Somalia
recibió refuerzos de los estados árabes. Egipto envió cañones antiaéreos de 23
mm, tanques T54/55, aviones MiG 21, mientras que Arabia Saudita envió tanques
M47 y Centurion. Pilotos y técnicos
egipcios y paquistaníes, mejoraron la operatividad de la Fuerza Aérea somalí,
pero era demasiado tarde. En enero de
1978 las fuerzas etíopes y cubanas, habían lanzado su gran ofensiva.
La
batalla de Harar se desarrolló entre los meses de octubre de 1977 a enero de
1978. Los somalíes ejecutaron una
maniobra de pinza, avanzando desde el norte hacia Dire Dawa y simultáneamente
desde el este de Harar. El objetivo era capturar dicho objetivo y luego caer
sobre Dire Dawa. Esto generaría el colapso de la defensa etíope. El esfuerzo estuvo centrado en el frente
oriental, avanzando sobre la línea Karamara y Fik, la enconada resistencia,
significó la demora de siete semanas de combates por parte de los somalíes. La
magnitud del despliegue, pone en evidencia la importancia del objetivo para
Mogadiscio: cinco brigadas de infantería motorizada, una brigada de tanques,
una brigada de artillería, una brigada de comandos y al menos dos brigadas
guerrilleras. Estos elementos fueron lanzados hacia una posición defensiva
etíope que se extendía desde Harar hasta el suroeste de Kore. El asalto fue repelido por una brigada de
milicias etíopes apoyadas por un batallón de artillería. Esto obligó a las
fuerzas somalíes (ejército y FLSO) a centrar su atención en la línea Kombolcha,
Babile y Fedis y comenzaron a atacar el punto más débil – Jarso - el 16 de
noviembre de 1977. El intenso fuego de
artillería sembró el pánico entre los etíopes que abandonaron la posición, esto
permitió abrir una brecha, habilitando el avance de las fuerzas somalíes
hasta Kombolcha, a 16 km al norte de
Harar. El 24 de noviembre fue librado un
duro combate, los etíopes volvieron a replegarse hacia Harar, pero un
contraataque de una brigada paracomando
etíope, desalojó a los somalíes de Kombolcha.
Bajo
la enorme presión somalí, los etíopes lograron reorganizarse en los
contrafuertes del macizo montañoso y sobre el área de Harar. La resistencia
obstinada alimentada por un creciente flujo de milicianos – muchos de ellos, de
la etnia galla y amhara, rivales de los somalíes –agregándose la ayuda de la
Unión Soviética y Cuba, permitió consolidar la defensa, obligando a las tropas
somalíes a empeñar progresivamente la masa de su ejército de campaña. El tiempo
juega en contra de las fuerzas de Mogadiscio, al no estar en capacidad de
librar una guerra de desgaste, al no poseer reservas suficientes, ni el
adecuado apoyo logístico para el equipamiento del ejército, la mayor parte de
origen soviético.
Los
comandantes somalíes observaron con preocupación la pérdida de moral de las
guerrillas del FLSO, que no lograban sobreponerse a las derrotas y el
incremento de la actividad aérea. Muchos soldados somalíes de origen nómada, se
ven enfrentados a un ejército con un creciente poder de fuego, especialmente
por la potencia de su artillería y aviación de combate, en zonas de montaña,
ámbito con el cual no estaban familiarizados, generó importantes deserciones.
En diciembre de 1977, una brigada completa del FLSO desertó casi por completo,
quedando tan solo 35 efectivos provenientes del ejército regular. En enero de
1978, 600 milicianos isaaq del FLSO, se insubordinaron en la región de Arrawa.
Los intentos de interceptarlos fueron infructuosos por parte del ejército somalí. La labor de la Fuerza Aérea etíope,
contribuyó a mermar el espíritu combativo, en parte paliado por la llegada de
material antiaéreo para las fuerzas irregulares.
Los
medios exiguos de la Fuerza Aérea somalí, impedía satisfacer las necesidades de
50.000 combatientes en el Ogaden, situación que afecta no solo el esfuerzo de
guerra, sino la moral de los combatientes, que se veían cada vez más escasos de
alimentos, municiones y otros elementos para sostener las operaciones.
Los
etíopes tenían también sus problemas. Las milicias, una herencia del tiempo
monárquico, reclutadas de manera apresurada, tuvieron una elevada tasa de
bajas, unido a un reducido número de cuadros profesionales. Fueron frecuentes
los problemas de disciplina, incrementándose entre los meses de diciembre de
1977 a enero de 1978. El 11 de enero de 1978, un centenar de milicianos
desertan en Babile y abren fuego contra fuerzas regulares. Esto obligó a
retirar una brigada completa de milicianos del frente. El coronel Mengistu, presidente de Etiopía y
máximo líder del Derg, es cuestionado
abiertamente por el ejército el 12 de noviembre de 1977 luego de la ejecución
de su segundo, Atnafu Abate, en el marco del denominado “Terror Rojo” (se
estima que le costó la vida a medio millón de etíopes). A mediados de diciembre
una delegación de oficiales y suboficiales de la 4ª División luego de
entrevistarse con Mengistu, para plantear una serie de reclamos fueron
ejecutados. El régimen impone a las unidades militares la existencia de
comisarios políticos.
El
22 de enero los somalíes asaltaron la ciudad de Harar en el marco de una
operación ambiciosa, pero chocan con una fuerte resistencia muy bien coordinada
por parte de tropas etíopes y cubanas. Inmovilizados los somalíes, estos fueron
atacados por retaguardia por medio de ataques aéreos y fuerzas blindadas,
afectando sus líneas de comunicaciones. La lentitud e indecisión de las
maniobras somalíes tuvieron un alto precio. Estos fueron derrotados y se
estiman que perdieron 3.000 hombres. Las fuerzas de Mogadiscio estaban
exhaustas, se replegaron al eje Fedis, Jaldessa y Harewa a esperar el
contragolpe de Etiopía. El 1 de febrero comenzó formalmente el contrataque
etíope de la mano de la 9ª División, siendo las tropas de choque, efectivos
cubanos.
La
crisis alertó la guarnición francesa en Yibuti, que fue reforzada con el arribo
del portaaviones Clemenceu. La 13 Semi Brigada de la Legión fue puesta en
alerta máxima, mientras que patrullas del citado buque enviaba cazas F8 Crusader escoltados por Etendard IV de reconocimiento para
proteger el espacio aéreo de la citada colonia francesa, además de observar las
actividades soviéticas y cubanas en el estratégico Cuerno de África.
La segunda batalla de
Jijiga, librada en marzo de 1978, fueron empleadas fuerzas aerotransportadas y
blindadas cubanas. Las características
del terreno favorecen la defensa por
parte de los somalíes. El concepto de la operación etíope era la siguiente:[3]
· - Aferrar
a las tropas somalíes en el paso Kara Marda, considerado inexpugnable por un
ataque frontal, manteniendo una fuerte presión sobre su dispositivo inicial en
Qore – Gursun.
· - Simultáneamente,
rodear por el norte del dispositivo
somalí, luego de haber alejado la única amenaza existente sobre el eje
logístico a la altura de Harar.
![]() |
El coronel Mengisto Haile Mariam, presidente de etiopía y líder del régimen del Derg |
El 28 de enero de 1978 los
etíopes recuperaron Fadis (30 km del sur
de Harar). El 10 de febrero fue reducido el bolsón de Kombolcha, siendo la base
de partida para el rodeo del paso de Kara Marda. El 11 de febrero, el general
Siad Barre, presidente somalí, ordena la movilización nacional, por temor a una
invasión etíope y envía más refuerzos al teatro de operaciones del Ogaden. El 3 de marzo de dicho año una Brigada de
Tanques cubana, junto con dos Brigadas de Infantería etíope, realizaron un
ataque desde el Sur hacia Jijiga- En dicha localidad había 8.000 soldados
somalíes, agrupados en dos grandes unidades de batalla, apoyados por un
batallón de tanques T-55 y un grupo de artillería con lanzacohetes BM-21 Grad de 122 mm. Los duros combates librados por los etíopes
en las montañas cercanas a Jijiga, llevaron a la conclusión al general Petrov,
que un ataque frontal a los somalíes no resultaría. Mientras los somalíes
atacaron a los etíopes en las montañas, una ofensiva aérea los inmovilizó. Las
fuerzas cubanas llevaron a cabo una operación de asalto aéreo – apoyados por
helicópteros Mi 8 y Mi 6 – en los últimos días de febrero de 1978, detrás de
las líneas somalíes. Fuerzas etíopes tanto comandos, paracaidistas, de
infantería como cubanos avanzaron hacia las posiciones somalíes. En los primeros días de marzo fue lanzado un
ataque combinado con tropas de asalto aéreo y paracaidistas cubanos, mientras
que la línea férrea Addis Abeba Yibuti era asegurada. En una serie de oleadas
los helicópteros transportaron 3.000 soldados, blindados ligeros, cañones sin
retroceso y morteros. La guarnición de Jijiga había caído en la trampa, dado
que las fuerzas somalíes estaban aferradas combatiendo el ataque desde el sur. Estos
combatieron con dureza por tres días ante una fuerza muy superior, pero la
falta de equipo y munición, la pérdida del 50% de su fuerza de tanques, los
obligó a replegarse antes que el cerco fuera una realidad. El 5 de marzo, la bandera etíope flameaba
nuevamente en la localidad de Jijiga.
Sin ninguna duda los cubanos fueron los grandes protagonistas de esta
batalla.
En
los combates durante su repliegue, los somalíes demostraron valor, derrotando a
la 9ª brigada de infantería etíope, pero las fuerzas de Mogadiscio, dado el
desgaste sufrido habían perdido su potencial de combate, cohesión y era muy
difícil reorganizarlas. El 9 de marzo, el presidente somalí general Siad Barre,
había ordenado la retirada de sus fuerzas. El ejército previamente había
retirado gran parte del equipo pesado que pudo salvar del conflicto. El 13 de marzo, las fuerzas cubanas del
general Ochoa, liberaron Gode, primera localidad ocupada por Somalia en la
guerra. El 15 de marzo, gran parte del ejército somalí se replegó hacia la
ciudad de Hargeisa y se instalan en posiciones defensivas a lo largo de la
frontera. El ejército somalí perdió en la campaña gran parte de su equipo
pesado, pero no fue destruido Los etíopes avanzan hasta la frontera, sin buscar
combate, ni con intenciones de invadir Somalia.
El 28 de marzo el Comité Militar Conjunto es disuelto, dando por
finalizada la recuperación de la región de Ogaden, centrando ahora el esfuerzo
de guerra etíope en el teatro de operaciones eritreo. La guerra causó la muerte
de aproximadamente 60 000 personas (15 000 soldados etíopes, 20 000 soldados
somalíes y combatientes del FLSO y 25 000 civiles). Otras 600 000 personas
fueron desplazadas.
Las
guerrillas del FLSO siguieron operando, en el marco de una crisis humanitaria,
donde cientos de miles huyeron de las represalias etíopes. En Ogaden quedaron unos 70.000 soldados
etíopes con apoyo de los cubanos, lanzaron distintas campañas de
contrainsurgencia, dado que el FLSO controlaba gran parte de las zonas rurales,
pero hacia mediados de los 80, sus fuerzas estaban agotadas. Los incidentes fronterizos con los somalíes
continuaron de manera esporádica, dado que el régimen de Barre gracias a los
mercenarios egipcios y paquistaníes recuperaron 19 MiG 21 reforzados con las
copias chinas F6B. Los enfrentamientos cesaron en 1981. El ejército somalí concentra gran parte de sus
unidades en el norte, en los territorios de la antigua Somalia Británica, por
temor a una invasión etíope. Asimismo,
el gobierno somalí acuerda dar acceso a Estados Unidos para el empleo de la
base naval de Berbera, ubicada estratégicamente en el golfo de Adén.
El
FLSO sufrió divisiones, dando origen el Frente de Liberación de Ogaden con base
en Kuwait. El régimen etíope comenzó
apoyar disidencias internas en Somalia, especialmente al Movimiento Nacional
Somalí, que buscaba la independencia de los territorios de la antigua Somalia
Británica. El ejército somalí perdió en
seis meses de conflicto un tercio de sus efectivos, gran parte de su fuerza
acorazada y la mitad de la fuerza aérea.
El más de millón de refugiados se transformaron en un problema político
y económico. Las sequías obligaron al país a pedir ayuda internacional,
alimentando la corrupción local. Barre
apoyó a los clanes de Ogaden, a los fines de crear una base social propia, dado
la competencia entre los diferentes clanes. Esto derivó en graves conflictos
internos, como las operaciones de limpieza contra el clan isaaq en el norte,
aparecieron nuevas organizaciones armadas opuestas a la dictadura de Barre como
el Frente Democrático de Salvación Somalí. La violencia y la descomposición del
estado fueron en aumento, que terminó en la implosión del estado somalí en
1990. El régimen del Derg, tampoco sobrevivirá, el fin de la
Guerra Fría, años de conflictos, sequías, hambrunas, lo llevaron a su caída,
pero a diferencia de su vecino somalí, Etiopía, más allá de la pérdida de
Eritrea, mantuvo su unidad nacional y su estabilidad institucional. Hoy Ogaden
en un estado federado dentro de Etiopía.[4]
Final.
Somalia
tenía una serie de ventajas relativas respecto a su enemigo. Era un país
teóricamente homogéneo desde los étnico y religioso, ausencia de conflictos
internos al menos en apariencia. Sus fuerzas armadas estaban mejor equipadas y
preparadas que las etíopes. Los somalíes demostraron se buenos combatientes y
mantuvieron la cohesión durante toda la campaña. No obstante, el ejército
somalí no supo emplear la masa de sus medios para concentrarla en una ofensiva
rápida para conquistar sus objetivos. Razones políticas, influyeron en la
estrategia. La idea de mostrar la ficción de “no intervención” y emplear
principalmente fuerzas irregulares en la invasión de Ogaden, tuvo sus
consecuencias, perdiendo valioso tiempo. Un aspecto no menor, las limitaciones
del poder aéreo, donde tripulaciones mejores entrenadas y conducidas por parte
de Etiopía, permitió en poco tiempo mantener la superioridad, lo que incidiría
en el desarrollo de las operaciones posteriores. El planeamiento somalí, tuvo falencias al no
realizar una adecuada apreciación sobre la postura que adoptaría la Unión
Soviética, lo que afectaría su esfuerzo de guerra; la oposición de los estados
africanos a la invasión de Ogaden; la reticencia de Occidente a intervenir
directamente; y la capacidad de resistencia etíope. La excesiva dependencia de proveedores
externos para mantener el esfuerzo de guerra, condicionó severamente las
operaciones somalíes, al no encontrar actores que reemplacen a la Unión
Soviética y sus aliados.
Los
etíopes explotaron a fondo el recurso humano, movilizando a miles de
combatientes irregulares, a pesar de ser muy inferiores a las fuerzas regulares,
lo que les permitió suplir las pérdidas. La Fuerza Aérea, gracias al
entrenamiento y preparación de sus tripulaciones, unido a un adecuado sistema
logístico, permitió mantener elevados niveles de disponibilidad de los medios e
imponerse en poco tiempo a las fuerzas somalíes. Asimismo, mostró eficacia en
operaciones de apoyo aéreo cercano. El régimen del Derg, supo aprovechar las contradicciones del adversario,
explotándolo a su favor, ganando rápidamente el respaldo del bloque del Este,
lo que permitió la llegada de ayuda vital para poder lanzar la contraofensiva
que recuperó la totalidad del territorio de Ogaden. Este conflicto por las
características del teatro de operaciones – gran parte es una meseta árida –
favoreció el empleo de unidades mecanizadas y motorizadas, favoreciendo la
conducción de maniobras envolventes. La carencia de infraestructura, generó
limitaciones. La asistencia soviética permitió a Etiopía suplir estas falencias
en parte por el empleo de aviación de transporte táctica y estratégica a
escala, facilitando el rápido de despliegue de fuerzas etíopes y cubanas.
El
acertado planeamiento del comité conjunto soviético – cubano – etíope, permitió
una adecuada respuesta a la amenaza somalí. Asimismo, mostraron el valor de las
operaciones de asalto aéreo, que pudieron ser llevadas a cabo no solo por los
medios disponibles, sino por el control del espacio aéreo por parte de la
Fuerza Aérea etíope.
La
ausencia de una solución política al problema de las poblaciones somalíes en
Ogaden, se tradujo en la continuidad de la insurgencia y violencia política,
que tuvo su rebrote en 1992, luego que la violenta represión del Derg, acabara por un tiempo con la
guerrilla. Esto demandó una fuerte
presencia militar, que afectó el esfuerzo en Eritrea y otras regiones de
Etiopía. Los años de guerra unido a la sequía y la pérdida de base social del
régimen, que derivó en un incremento de la represión, junto con el fin del
sostén del proyecto político del Derg, la Unión Soviética, acabó con el
gobierno de Mengistu, pero no con Etiopía que mantuvo su cohesión, bajo un
nuevo régimen político.
Un
aspecto no tratado en profundidad, fue la estrategia de Etiopía, para impedir
que Somalia pudiera convertirse en una amenaza nuevamente, apoyó sectores
disidentes internos, especialmente al observar en 1978, el motín ocurrido
dentro del Ejército en oposición al régimen de Barre. La derrota de la guerra
de Ogaden, generó un desencanto sobre la idea de la Gran Somalia y muchos se
refugiaron en la identidad del clan, especialmente en el norte, muy perjudicado
por las políticas centralistas y discriminatorias al clan isaaq. La estrategia
de contención pasó a otra de desestabilización, que terminaron con el régimen
somalí y para peor, la desintegración del estado.
[1]
Político y militar somalí (1919-1995) que lideró el golpe de 1969, en calidad
de jefe del ejército. En octubre de dicho año, el presidente Ali Shermake fue
asesinado por un policía en el norte. Pronto fue creado el Consejo Supremo
Revolucionario y fue implantado un régimen socialista, que en los primeros años
fue muy cercano a la Unión Soviética y Cuba. Responsable posteriormente de una dura represión interna contra clanes rivales con cientos de miles de muertos, que lo llevaron a su exilio y caída en 1991. Nota del Autor.
[2]
El término Derg, significa en amhárico “Comité”. El 21 de julio de 1974, en
Etiopía hay un golpe de estado liderado por las capas intermedias de las
Fuerzas Armadas, influidas por el marxismo, en el marco de disturbios,
protestas y manifestaciones. Los golpistas crearon el Comité Coordinador, de
ahí la denominación del régimen comunista etíope como “Derg” luego transformado
en Consejo Militar de Administración Provisional, presidido por el coronel
Mengistu Haile Mariam. El 12 de
septiembre la monarquía fue formalmente abolida, en el marco de una brutal
represión. Haile Selassie, fue asesinado en su cama por militares en la noche
del 27 de agosto de 1975, como dictaminaría un tribunal etíope en 1994 al
condenar a numerosos oficiales del régimen del Derg por genocidio. Nota del
Autor.
[3]
SORIA, Diego: La guerra de Ogaden. Biblioteca
del Oficial. Círculo Militar. Volumen 726. Buenos Aires. 1985
[4]
La insurgencia en Ogaden estalló nuevamente entre 1992 a 2018, liderado por el
Frente de Liberación de Ogaden y el grupo terrorista islámico Al-Itihaad
Al-Islamiya. El acuerdo de paz de 2018,
está en entredicho por desavenencias en su implementación, especialmente para
la reinserción de los ex guerrilleros del FLO.
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