Una guerra olvidada: Ogadén (1977-78)

 


La guerra de Ogaden, fue un conflicto no declarado que involucró a Etiopía y Somalia entre 1977-1978. En esta guerra olvidada, participaron fuerzas cubanas, desplegando fuerzas mecanizadas y aéreas. Esta lucha significó no solo el fin del sueño de la “Gran Somalia” sino crearon las condiciones para que el estado somalí en unos años se derrumbara, abriendo un largo período de caos.

Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro

En julio de 1977 estallaba la guerra entre dos países que teóricamente formaban parte del bloque socialista – Etiopía y Somalia – por la región del Ogaden. El conflicto fue impulsado por el régimen de Mogadiscio, en manos del general Siad Barre,[1] en el marco de la idea de la Gran Somalia, construcción ideológica que buscaba agrupar a los grupos somalíes en el Cuerno de África bajo un mismo estado, abriendo un frente de tormenta con los estados vecinos. Este concepto abarcaba la integración de un gran estado somalí a las regiones de Ogaden, del Distrito Norte (Kenia) y la entonces colonia francesa del Territorio de los Afars y los Issas (hoy Yibuti). Previo a la independencia, el imperio etíope mostró su preocupación ante el discurso de los nacionalistas somalíes de unificar los territorios poblados por dicho grupo étnico, especialmente en la Somalia Británica, dado el interés de Londres de mantener su influencia en la región, en un escenario post independencia.

Haile Selassie, último emperador etíope. Derrocado en 1974

El territorio de Ogadén fue gobernado por distintos gobernantes islámicos. En el siglo XIII, el Sultanato de Ifat controló la región y partir del siglo XV en manos del Sultanato de Adal con capital en la actual capital de Ogaden, Harar.  Dicho estado estuvo en conflicto con el antiguo imperio abisinio entre los siglos XVI a XVII. El sultanato de Ajuran controló parcialmente el territorio y hacia mediados del siglo XVII surgió el emirato de Harar.  Gran parte del Ogaden estaba en manos de clanes somalíes independientes, situación que perdurará hasta fines del siglo XIX.  El emperador Menelik, ante el expansionismo europeo en el Cuerno de África (Italia, Francia y Gran Bretaña) avanzó sobre el emirato de Harar conquistándolo en 1887 y luego lanzó una serie de campañas militares en el resto de Ogaden. Esto impulsó a muchos clanes somalíes a someterse al recién creado protectorado de Somalia Británica. Londres entró en conflicto con Etiopía y en el marco de una estrategia de apaciguamiento, clave ante la guerra en Sudán contra el Mahdi, los británicos cedieron territorios en Ogaden por medio de Tratado Anglo Etíope de 1879 (conocido como Tratado Rodd) ignorando el acuerdo previo con los clanes somalíes sobre “protección” a cambio de facilidades comerciales, neutralidad respecto al conflicto sudanés. Este es considerado el origen de la disputa entre Somalia y Etiopía por el Ogaden, dado que Mogadiscio, luego de la independencia en 1960, desconoció el tratado Rodd de 1897.



La presencia etíope en la región era precaria, solo por medio de puestos militares y expediciones punitivas. Recién en 1934 se fijaron las fronteras entre Somalia Británica y Etiopia.  En 1935, luego de la Segunda Guerra Etíope, Ogaden fue incorporado a Somalia Italiana.  En 1941, las fuerzas británicas derrotaron a los italianos en el marco de la Segunda Guerra Mundial, con apoyo de guerrillas etíopes y ocuparon las colonias de Roma en el Cuerno de África. Etiopía recuperó su independencia, pero el Ogaden quedó bajo ocupación británica hasta 1948, cuando luego de intensas negociaciones, las fuerzas de Londres evacuaron el territorio. El retorno de la administración etíope fue resistido por la Liga de la Juventud Somalí, que se negaba aceptar el control de Addis Abeba del territorio. La represión etíope provocó el exilio de decenas de miles de somalíes que huyeron a la actual Somalia – entonces bajo control de Italia y Gran Bretaña – encontrando asilo.  La política represiva del emperador Haile Selassie, consistente en el arribo de colonos amharas y la ausencia de servicios esenciales, generó malestar entre los clanes somalíes, que derivó en una rebelión armada en 1963, siendo fundamento del estallido del conflicto la oposición a pagar impuestos al estado etíope. Somalia independizada en 1960 apoyó discretamente el levantamiento. Esto derivó en la Guerra Fronteriza Etíope Somalí de 1964, al parecer según fuentes independientes, el ataque fue lanzado por las fuerzas etíopes con una división de infantería y apoyo aéreo (en ese momento, el imperio etíope operaba aviones F-86 Sabre, teniendo absoluta superioridad sobre Somalia). Los bandos libraron la batalla de Tog Wajaale, donde las tropas beligerantes combatieron cuerpo a cuerpo, con fuertes bajas.  El general etíope Aman Micheal Andom, luego de la batalla pidió autorización el emperador – el negus – Haile Selassie para avanzar sobre Mogadiscio, pero fue rechazado.  La mediación de la Organización de la Unidad Africana y la intervención de la Unión Soviética y Estados Unidos, llevaron a las partes a la mesa de negociaciones y acordar un alto el fuego luego de dos meses de cruentos combates fronterizos.  En este breve conflicto, los etíopes recibieron apoyo material de Estados Unidos, mientras que Somalia obtuvo ayuda de Egipto, en manos del régimen nacionalista de Nasser.  El resultado de la guerra sirvió para alimentar las narrativas nacionalistas de ambas partes. La represión en Ogaden continuó centrándose en la muerte o confiscación de ganado de los pastores somalíes, destrucción de pozos de agua y continuidad de la política de mano dura contra la insurgencia, ya organizada formalmente como Frente de Liberación de Somalia Occidental (FLSO).

el General Ochoa y Fidel Castro 


El FLSO, comenzó a recibir apoyo formal de Somalia a partir de 1974 y obtuvo apoyo de otros grupos étnicos: hararis y oromos.  El éxito de la insurgencia fue gracias al caos derivado con la caída de la monarquía y el establecimiento del régimen revolucionario de izquierda, implantado por los militares etíopes, conocido como el “Derg”.[2]  En 1977 se estimaba que varios miles de soldados regulares del ejército somalí operaban en el FLSO y controlaban la mayor parte de las tierras bajas de Ogaden.  La campaña de insurgencia alcanza mayores proporciones, paralizando el estratégico ferrocarril que une Addis Abeba con Yibuti, obligando a los etíopes a movilizar miles de soldados para su seguridad.  El “Terror Rojo”, violenta purga llevada a cabo por el régimen del Derg etíope, afecta a los militares seriamente.  La situación es delicada y las fuerzas de Etiopía sostienen el eje Addis Abeba – Harar – Dire Dawa.  En septiembre de 1977, el 90% de la región disputada está en manos de las fuerzas somalíes y el FLSO.

Las fuerzas en pugna.

Las Fuerzas Armadas somalíes recibieron un fuerte apoyo de Moscú con el establecimiento del régimen socialista de la mano del general Barre. La posición estratégica de Somalia, fue uno de los factores determinantes para el desembarco soviético con importante ayuda a Mogadiscio.  A cambio del uso de bases aéreas y navales, la Unión Soviética envió asesores y armamento, además de reconstruir instalaciones portuarias, bases militares. Barre, pronto usó las armas para sofocar rebeliones de clanes rivales contra su régimen.  El Corpo Aeronautico della Somalia con 2.500 efectivos (80 pilotos) recibió cazas 19 MiG 17 F, 34 MiG 21 MF, transportes An -2, An-26 An-24, 8 aviones de entrenamiento avanzado MiG 15 UTI y una decena de helicópteros tácticos Mi-8.  En un país con altos niveles de subdesarrollo, el mantenimiento de material tan moderno, hizo a Somalia muy dependiente de los asesores de Europa del Este. Las aeronaves estaban desplegadas en 8 escuadrones con unos 84 aparatos, de los cuáles 50 son aviones de combate.

 






Las fuerzas terrestres, de 35.000 efectivos fueron equipadas con material moderno: 100 tanques T-34/85, 150 T-54 y T-55, 70 T-62. Los transportes de personal habían aumentado su número a más de 300 vehículos, de diferentes tipos, destacándose los BTR 50PK a oruga, los anfibios a rueda BTR 60 y los BTR 152KP de 6x6. También arribaron los blindados ligeros BTR 40 y de exploración BRDM -1 y 2. La artillería tuvo cañones de 85 y 100 mm, obuses de 122 mm y 152 mm, morteros. La infantería fue dotada de un adecuado poder de fuego con el célebre fusil AK-47, lanzagranadas, ametralladoras, misiles antitanque AT -3 Sagger. La artillería antiaérea fue dotada de piezas de 23 y 57 mm, montajes dobles y cuádruples de ametralladoras KPV de 14.5 mm, equipos autopropulsados ZSU 23-4 y misiles portátiles SA-7. El resultado fue disponer de una potente fuerza mecanizada, con un adecuado poder aéreo.  En cuanto a la organización el ejército contaba con 10 brigadas mecanizadas, 3 brigadas blindadas, 1 brigada paracaidista, 1 brigada de artillería y 1 brigada de defensa antiaérea.  La rama naval era en cambio, muy limitada dotada de 6 torpederos P 6 y 2 lanchas lanzamisiles OSA II, operando en dos bases con 800 efectivos.

En el caso de Etiopía, dicho país tenía una larga tradición militar. No habría sufrido el colonialismo europeo y la política de Addis Abeba siempre había sido pro occidental.  Estados Unidos desde los 60 proveyó mayor asistencia militar, dado los acuerdos de cooperación que permitió a la CIA contar con una estación de vigilancia en Kegnew en la actual Eritrea. El ejército tenía experiencia militar y en la guerra de Corea, el batallón etíope combatió con distinción.  Los estadounidenses consideraban a los militares etíopes los mejores de África negra.

1978. Manifestaciones en Mogadiscio a favor de la guerra 


La Fuerza Aérea etíope, desarrollada en su momento gracias al apoyo sueco y británico. En los años 50, por medio de un acuerdo, se creó un grupo de asesoramiento con personal de Estados Unidos. La aviación militar fue dotada de cazas 28 North American F-86 Sabre, 12 Lockheed T -33 y 12 aviones de entrenamiento AT 28.  En los años 60 arribaron los F-5 A/B.  Desde el Reino Unido arribaron cuatro bombarderos BAC Canberra. Los aviones de transporte desde Estados Unidos arribaron 2 Douglas DC-3, que fueron complementados más tarde por 9 transportes C-47, 4 cuatrimotores C-54 y 1 DC-6. La flota de alas rotatorias estaba formada por Bell 47J y UH -1B. Al estallar la guerra, los medios aéreos estaban desplegados en 10 escuadrones con 2.500 efectivos y 109 aeronaves (130 pilotos). La “espina dorsal” lo conformaban 50 aviones de combate F-5, F-86 y Canberra.  En la guerra se estiman que los etíopes perdieron 29 aviones, incluyendo 3 transportes y 2 helicópteros.



En cuanto al Ejército, durante el período imperial recibió material de origen estadounidense, el arma blindada contaba con unos 250 tanques medios y ligeros (M60, M47, M41 y T34/85), incluyendo un centenar de T34/85 de origen checoslovaco por pedido de Mengistu, a la Unión Soviética, luego del golpe de 1974.  Otros medios eran medio centenar de blindados AML, 80 M113, 50 BTR -152. La artillería contaba con piezas de 105 y 155 mm. En cuanto a la organización en 1977, las fuerzas terrestres contaban con 6 divisiones, de las cuales dependían 10 brigadas de infantería ligera, 2 mecanizadas con 45.000 efectivos.

 


La Marina etíope creada en 1958 contaba con 1.800 efectivos disponía de 5 patrulleros costeros, 1 buque de adiestramiento, 1 dragaminas y 8 lanchas rápidas todo material de origen estadounidense. Durante la guerra como su par somalí, no tuvieron ningún papel.

Las milicias sumaban al momento de la invasión, unos 10.000 combatientes irregulares, mal equipados y entrenados.   

La caída de la monarquía y la instauración del régimen del Derg, significaron purgas y ejecuciones masivas de cuadros militares opuestos al nuevo gobierno etíope.  La guerra sorprendió a Etiopía inmersa en el “Terror Rojo” y los enfrentamientos internos (levantamientos regionales, la guerra de independencia de Eritrea). Las fuerzas armadas estaban seriamente afectadas por tener que luchar en diversos frentes, agregándose las sanciones impuestas por Estados Unidos que impuso por la orientación del régimen de Addis Abeba.

Tripulantes etíopes del F 5. 


 

La guerra de Ogaden

El presidente somalí, general Siad Barre, decidió apoyar abiertamente al FLSO, sin declaración previa de guerra, ordenó a las fuerzas armadas de Somalia invadir abiertamente el Ogaden. El avance logró una importante victoria, la toma de la capital regional Jigjiga, luego de un mes de duros combates contra los etíopes.  El próximo objetivo era Harar, pero el cambio de alianzas, donde la Unión Soviética opto por apoyar abiertamente Addis Abeba, por considerar a su régimen más pro soviético y por el peso geopolítico de Etiopía era mayor que Somalia, permitió a los etíopes acceder a una masiva ayuda militar.  El Derg designó como presidente al coronel Mengistu Haile Mariam, quién en 1977 denunció la intervención de Mogadiscio en el conflicto de Ogaden, negado por Barre, quién afirmó que los combatientes somalíes en dicho territorio eran voluntarios y no miembros del ejército regular. Estos son encuadrados en Brigadas de “Tropas Especiales” de un millar de efectivos, constituyendo elementos motorizados, con un importante poder de fuego gracias a los morteros y lanzacohetes.

Artilleros cubanos en Etiopia 

En el mes de mayo la insurgencia provocó que las poblaciones cristianas buscaran refugio en Harar. Durante el mes de junio se libraron violentos combates entre las fuerzas del FLSO y las etíopes en torno al ferrocarril que conecta a Addis Abeba con el puerto de Yibuti. Las fuerzas de la 3ª División de Infantería etíope quedaron aferrada en sus guarniciones, mientras que muchos puestos fronterizos son aniquilados. La situación es desesperante, pero los etíopes logran mantener el eje Addis Abeba – Dire Dawa – Harar y mantener en operaciones la base aérea de Dire Dawa. 

Monumento a los soldados etíopes y cubanos que lucharon en el Ogaden 


En el marco de la crisis, Fidel Castro, el líder cubano, viajó a la ciudad de Adén, capital de la entonces República Democrática Popular del Yemen (Yemen del Sur) y propuso una salida al conflicto etíope somalí instando a crear una Federación socialista entre Somalia, Etiopia y Yemen.  El general Barre se opuso y exigió como condición el derecho de autodeterminación de Ogaden, algo que no admitía Etiopía.  Los cubanos buscaron como opción crear una región autónoma, Mengistu se opuso. Ante el fracaso de la mediación por las posturas irreductibles de las partes, en mayo de 1977 arribaron los primeros efectivos cubanos para apoyar a Etiopía. En julio se llevaron otra ronda de negociaciones en Moscú sin éxito.

Las guerrillas somalíes tenian una importante participación de mujeres 


La ofensiva somalí

Las fuerzas somalíes quedaron bajo el mando de Mohammed Alí Samatar, un buen oficial formado en la Academia Militar Frunze (para oficiales de Estado Mayor) en la Unión Soviética.  Las fuerzas terrestres somalíes estaban dotadas de mayor poder de fuego que sus homólogos etíopes, mejor entrenamiento y no habían sufrido las purgas como las que implantó el Derg sobre sus fuerzas armadas.  Mogadiscio desplegó una potente fuerza mecanizada apoyada por medio centenar de aviones de combate.  Los etíopes tenían que hacer frente a la invasión con una brigada mecanizada y una división de infantería. Las mejores unidades estaban aferradas luchando contra los eritreos (20.000 soldados etíopes combatían en Eritrea de los 50.000 del ejército). Un problema no menor para Addis Abeba, la dispersión de sus fuerzas y el escaso entrenamiento de las milicias reclutadas a toda prisa para apoyar el esfuerzo de las fuerzas regulares.



El coronel somalí Abdullah Askar lanzó un ataque en la madrugada del 12 de julio de 1977, con una potente fuerza mecanizada (5 brigadas) apoyada por una brigada blindada y unidades de combate de la fuerza aérea. Se estiman que fueron movilizados 50.000 soldados del ejército somalí. La maniobra inicial de las fuerzas somalíes era interceptar a las fuerzas etíopes en repliegue y proceder a su destrucción.  En pocos días controlaron un espacio de 350.000 km2 y derrotaron a los etíopes en Gode (que contaba con pista de aterrizaje) luego de una dura resistencia. Los comandantes etíopes a fin de evitar ser rodeados, llevaban a cabo retiradas tácticas, lanzando contraataques locales.  En esta etapa se observa que los somalíes están en capacidad de infiltrar fuerzas de tanques detrás de la línea de frente, intenso uso de la artillería y eficaz cooperación entre la aviación táctica y las fuerzas blindadas.  Dos divisiones etíopes colapsaron y los tanques M41 (ligeros) y M47 no fueron capaces de actuar eficazmente ante los T34 y T55 somalíes.  Los etíopes envían a toda prisa por tierra y aire unos 5.000 milicianos a Dire Dawa. Al este repliegan con serias dificultades las guarniciones de  Aware, Dega Habur, Ginir y Negele.

Soldados somalíes 

Las fuerzas irregulares somalíes fueron capaces de eliminar las pequeñas guarniciones fronterizas, teniendo algunos éxitos iniciales, pero se mostraron incapaces  de obtener una rápida decisión frente a fuerzas dispersas pero aguerridas.  La narrativa del gobierno somalí se centra en apoyar el movimiento de liberación de Ogaden frente al “colonialismo” etíope.

La invasión somalí se divide en dos ejes. En el frente norte el esfuerzo estaba centrado en la región de Dega Habur, donde convergen las vías de comunicación a la estratégica ciudad de Harar.  En el sur, los somalíes presionan sobre dos ejes principales: Gode – Imi – Giga y Dolo – Filtu y Negele.  Varias unidades mecanizadas somalíes avanzaron 500 km en apenas diez días, a pesar de este logro, comienza a observarse dificultades en el plano logístico (abastecimiento de combustible, repuestos y mantenimiento de los equipos motorizados y blindados).

El frente sur es estabilizado por parte de los etíopes en la línea  Gimir (500 km de la frontera) – Filtu (250 km de la frontera), reagrupan las fuerzas de la 4ª División de Infantería en dos núcleos de resistencia (Negele y Goba) y reciben como refuerzo una división de milicias (10.000 efectivos).  

guerrillas somalíes en Ogaden. 


El alto mando somalí adoptó previsiones para una campaña larga, acumulando material para seis meses de conflicto. Asimismo, desde 1969 con la implantación del régimen socialista somalí, la Unión Soviética equipó y formó a las fuerzas armadas somalíes con material muy moderno. El planeamiento preveía que para diciembre de 1977 el Ogaden debería estar controlado completamente, para evitar que el eventual bloqueo de armas por parte del Kremlin, afecte el esfuerzo de guerra.  El 16 de julio las fuerzas somalíes llegaron a las puertas de la estratégica Dire Dawa, sede la segunda base aérea de Etiopía. La enconada resistencia del ejército etíope, permitió el arribo desde Harar de fuerzas de refuerzo, rechazando el asalto somalí, que estaba a unos 20 kilómetros de la puerta de Dire Dawa.  La Fuerza Aérea etíope desplegó sus Northrop F-5, a pesar de la inferioridad en número frente a los MiG 21 MF y 17F somalíes, lograron imponerse – gracias a la calidad del entrenamiento de sus pilotos y la presencia de mercenarios israelíes – y atacar el espacio aéreo enemigo.  La imposibilidad de conseguir repuestos para los sistemas de armas occidentales, fue suplida en parte por Irán que proveyó repuestos para operar los F-5.

Siad Barre. Presidente de Somalia e impulsor de la guerra 

En el combate aéreo sobre Harar, el 26 de julio, una patrulla aérea de combate (PAC) formada por F-5A y F -5E tripulados por israelíes, entablaron combate con los MiG 21 MF somalíes, donde cuatro de estos cazas fueron derribados. Este combate fue presenciado por las tropas etíopes, incentivando su moral de combate.  Ello no impidió que los somalíes incrementaran el número de PAC para degradar la capacidad etíope. Nuevamente los protagonistas fueron los F 5 sobre Kebri Dejar, donde nuevamente se impusieron a los somalíes. En quince días de combates aéreos, los somalíes perdieron el 18% de su aviación de caza. La falta de repuestos, obligó al resto de la fuerza aérea somalí sobreviviente a permanecer en tierra. Los etíopes incrementaron las acciones desde el aire a partir de agosto, empleando F86F Sabre y F5 en misiones de ataque a tierra con cohetes y bombas. El alto desgaste del material, impulsó a los etíopes a contactar a Moscú y La Habana por ayuda.  Hacia el mes de agosto, la Fuerza Aérea Somalí había dejado prácticamente de existir, luego del retiro de los técnicos cubanos y soviéticos, unido a las pérdidas, quedando unos 17 aviones concentrados en Hargeisa, en el norte.  La Fuerza Aérea etíope a pesar de las pérdidas en manos de fuego antiaéreo, gracias a sus capacidades podía mantener en línea de vuelo doce aviones F-5 A/B y 5 E/F, concentrando el esfuerzo en acciones contra fuerzas terrestres somalíes, con éxito limitado, gracias a la defensa antiaérea de corto alcance por parte de misiles SA 7 y cañones de 23 mm.  El conflicto de Eritrea, demandó el empleo de la mayor parte del poder aéreo etíope, recayendo el esfuerzo en manos de los F86. Los F5 y el solitario Canberra, centraron sus esfuerzos en el teatro de operaciones de Ogaden.

Addis Abeba. 1978


En agosto los somalíes luego de tomar las localidades de Delo, Elekere y Filtum con relativa facilidad, volvieron sus fuerzas nuevamente hacia Dire Dawa el 16 de agosto, con dos brigadas motorizadas del FLSO, un batallón de tanques y artillería de lanzacohetes.  La toma de este objetivo obedecía a factores psicológicos, por ser la capital de la provincia donde habitaban somalíes isaaq y militares, por ser centro logístico de Harar. El empleo de fuerzas irregulares respondía a la idea de “no intervención” de Somalia, dado que la Organización de la Unidad Africana, había condenado el ataque somalí de julio.  En la citada localidad estaban elementos de la 2ª División de Infantería y un pelotón de tanques.  Los etíopes concentraron todos los M47 y M41 disponibles, no empeñados en la campaña eritrea.

Batalla de Jijiga 

Los somalíes lograron infiltrar sus tanques e inutilizaron temporariamente la pista de la base aérea y 9 aviones de combate en tierra.  Durante 20 horas, etíopes y somalíes libraron duros combates. La Fuerza Aérea etíope hizo aparición y destruyó 16 T-55 somalíes. Finalmente estos fueron rechazados.  Las fuerzas somalíes son replegadas a partir del 15 de agosto y son puestos en reemplazo elementos de las FLSO, miembros de la prensa internacional son invitados para mostrar la “liberación” de Ogaden y la “no injerencia” de Mogadiscio en el conflicto.

Fidel Castro y Mengistu 

La ciudad de Harar fue reforzada con los restos de la 3ª División de Infantería (4.000 efectivos y 60 tanques), 20.000 milicianos y con el material nuevo que iba llegando de la Unión Soviética (especialmente tanques T-55). La defensa de este objetivo era vital, dado que para la estrategia etíope, su caída, podía significar el fin del régimen del Derg. El esfuerzo somalí se concentró dicha localidad. El avance hacia las tierras altas etíopes, significó extender las líneas de abastecimiento y las fuerzas somalíes mostraban signos de agotamiento. La ofensiva relámpago de julio estaba perdiendo impulso, mientras que las fuerzas etíopes recibían armamento, entrenaban nuevos reclutas y se reagrupaban.



En septiembre la ayuda del bloque del Este no solo fue en lo material, sino arribaron asesores y técnicos de Polonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental. Incluso desde Vietnam, llegaron repuestos para los cazas F-5, dado que la extinta fuerza aérea de Vietnam del Sur, operó dichos sistemas de armas.  Yemen del Sur también envió dos batallones blindados (en total se estima unos 2.000 soldados yemeníes). Somalia expulsó los asesores soviéticos y cubanos, canceló los acuerdos sobre bases militares y cortó vínculos con Cuba. Alemania Oriental y Corea del Norte apoyaron a los etíopes. En el caso de los alemanes orientales, estos enviaron un millar de militares destinados a tareas de asesoramiento e instrucción de las tropas etíopes. Somalia recibió algunas ayudas de China, Rumania, Egipto, Sudán, Pakistán y Arabia Saudita, pero seguía estando aislada de gran parte de los gobiernos africanos que se oponían a tolerar el cambio de fronteras heredados de tiempos coloniales. En dicho mes los somalíes se alzaron con la victoria de Jijiga, controlaron pasos de valor estratégico y el monte Karamara, donde fue destruida una instalación de radar clave para las operaciones aéreas. Etiopía reconoció que solo controlaba efectivamente el 10% de Ogaden. El presidente Mengistu llevó a cabo otra purga en las filas militares, que resultó en la ejecución de numerosos oficiales y suboficiales. Reorganizó la defensa y decretó la movilización nacional el 14 de septiembre bajo el lema “patria revolucionaria o muerte”.

refugiados etíopes en Ogaden 

La batalla de Jijiga ocasionó roces entre las milicias y las fuerzas regulares etíopes, dado el alto precio pagado por los primeros en los combates. La moral etíope era baja y esto repercutió en su desempeño en combate.  Los somalíes eran ligeramente superiores en tanques, contaban con 124 T-54/55 frente a 108 M- 47  y M -41 Walker Bulldog.  Durante la batalla se presenciaron disparos contra la población civil por parte de ambos bandos.  Los somalíes se impusieron y los etíopes abandonaron abundante material.

Tropas cubanas en Etiopia. 

El mes de septiembre fue sin ninguna duda crítico para Etiopía, el FLSO, informó de haber generado 3.000 bajas etíopes en las cercanías de Jijiga. En el oeste de Dire Dawa, donde cayeron un millar de soldados etíopes, el FLSO asesinó a 400 prisioneros.  La caída de Jijiga fue objeto de controversias, dado que Addis Abeba tardó en reconocer su caída. Esta localidad de 15.000 habitantes, tenía una posición clave para atacar las ciudades de Harar y Dire Dawa a través del paso de Kara Marda. Los somalíes consideraron que la victoria estaba al alcance de la mano y en Roma el 20 de septiembre de 1977,  el portavoz  del  Gobierno  somalí,  Mohamed  Aden,  ofrecía  a  Etiopía  la  posibilidad  de  llegar  a  un  acuerdo, exigiendo el reconocimiento del derecho de autodeterminación de Ogaden, rechazado de plano por los etíopes.

Somalia esperaba el apoyo de los estados occidentales, pero estos mantuvieron una postura neutral o como en el caso de Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos que exigía cualquier tipo de apoyo estaba supeditado al retiro de las tropas somalíes del Ogaden. Desde el punto de vista de los intereses de los principales países occidentales, la injerencia directa en la guerra, podría escalar el conflicto y generar una crisis abierta entre los bloques oriental y occidental. Mientras tanto el alto mando somalí tendría que esperar la contraofensiva etíope.  A fines de enero de 1978, la Fuerza Aérea Etíope con aviones MiG 21 y 23 (sobre el empleo de estos últimos aviones los autores discrepan) posiblemente con tripulaciones soviéticas y cubanas, atacaron objetivos en Somalia.  Un importante puente aéreo desde la Unión Soviética con aviones Il-18, Il-76, An-12BP y An-22 de la aerolínea de bandera soviética Aeroflot y la VTA (Aviación de Transporte Estratégico de la Fuerza Aérea Soviética) llevaron cientos de tanques de combate T-54 y T-55, vehículos de combate de infantería BMP-1, transportes de personal BTR-60PB y BTR-152, blindados de exploración BRDM-1 y BRDM-2, además de cañones de campaña de 85 y 100 mm, obuses de 122, 130 y 152 mm, lanzacohetes y armamento ligero en cantidades suficientes como para equipar tres Divisiones ligeras altamente motorizadas. La Fuerza Aérea etíope fue equipada con 40 aviones MiG 21 MF. Los cubanos llegaron con sus aviones MiG 21.  El arribo de una importante flota de alas rotatorias, con Mi 8, los gigantescos Mi 6 y Mi 24 de ataque, puso en evidencia que el Ogaden sería testigo de nuevas tácticas, donde las fuerzas de asalto aéreo tendrían un papel destacado.



La contraofensiva etíope

El Comité Estratégico Militar Supremo formado por cubanos, soviéticos y etíopes, asumió el mando de las operaciones en el Ogaden. Estaba presidido por el general cubano Arnaldo Ochoa, pero en los hechos la conducción recayó en el general soviético Vasily Petrov, destacándose una adecuada planificación y conducción de las operaciones.  Estas estuvieron precedidas por el accionar de la artillería, seguidos de asaltos masivos de infantería mecanizada y aerotransportada, basadas en tácticas de asalto soviéticas. La punta de lanza fueron tropas cubanas – consideradas por Petrov mejores que los etíopes – incluyendo tropas paracaidistas, fuerzas blindadas seguidas por etíopes. Se estima que unos 15.000 soldados cubanos participaron de la campaña.

En una primera fase – centrada en la recuperación del “país de los somalíes isaaq” – las operaciones son conducidas con prudencia, pese a la relación de fuerzas que era claramente favorable a las fuerzas de Addis Abeba.  El avance opera sobre dos ejes: 1) a lo largo del ferrocarril, donde el dispositivo somalí es débil y 2) en dirección a Jijiga, donde la conducción se dificulta. 

Somalia recibió refuerzos de los estados árabes. Egipto envió cañones antiaéreos de 23 mm, tanques T54/55, aviones MiG 21, mientras que Arabia Saudita envió tanques M47 y Centurion. Pilotos y técnicos egipcios y paquistaníes, mejoraron la operatividad de la Fuerza Aérea somalí, pero era demasiado tarde.  En enero de 1978 las fuerzas etíopes y cubanas, habían lanzado su gran ofensiva.

La batalla de Harar se desarrolló entre los meses de octubre de 1977 a enero de 1978.  Los somalíes ejecutaron una maniobra de pinza, avanzando desde el norte hacia Dire Dawa y simultáneamente desde el este de Harar. El objetivo era capturar dicho objetivo y luego caer sobre Dire Dawa. Esto generaría el colapso de la defensa etíope.  El esfuerzo estuvo centrado en el frente oriental, avanzando sobre la línea Karamara y Fik, la enconada resistencia, significó la demora de siete semanas de combates por parte de los somalíes. La magnitud del despliegue, pone en evidencia la importancia del objetivo para Mogadiscio: cinco brigadas de infantería motorizada, una brigada de tanques, una brigada de artillería, una brigada de comandos y al menos dos brigadas guerrilleras. Estos elementos fueron lanzados hacia una posición defensiva etíope que se extendía desde Harar hasta el suroeste de Kore.  El asalto fue repelido por una brigada de milicias etíopes apoyadas por un batallón de artillería. Esto obligó a las fuerzas somalíes (ejército y FLSO) a centrar su atención en la línea Kombolcha, Babile y Fedis y comenzaron a atacar el punto más débil – Jarso - el 16 de noviembre de 1977.  El intenso fuego de artillería sembró el pánico entre los etíopes que abandonaron la posición, esto permitió abrir una brecha, habilitando el avance de las fuerzas somalíes hasta  Kombolcha, a 16 km al norte de Harar.  El 24 de noviembre fue librado un duro combate, los etíopes volvieron a replegarse hacia Harar, pero un contraataque de una brigada paracomando etíope, desalojó a los somalíes de Kombolcha.



Bajo la enorme presión somalí, los etíopes lograron reorganizarse en los contrafuertes del macizo montañoso y sobre el área de Harar. La resistencia obstinada alimentada por un creciente flujo de milicianos – muchos de ellos, de la etnia galla y amhara, rivales de los somalíes –agregándose la ayuda de la Unión Soviética y Cuba, permitió consolidar la defensa, obligando a las tropas somalíes a empeñar progresivamente la masa de su ejército de campaña. El tiempo juega en contra de las fuerzas de Mogadiscio, al no estar en capacidad de librar una guerra de desgaste, al no poseer reservas suficientes, ni el adecuado apoyo logístico para el equipamiento del ejército, la mayor parte de origen soviético.



Los comandantes somalíes observaron con preocupación la pérdida de moral de las guerrillas del FLSO, que no lograban sobreponerse a las derrotas y el incremento de la actividad aérea. Muchos soldados somalíes de origen nómada, se ven enfrentados a un ejército con un creciente poder de fuego, especialmente por la potencia de su artillería y aviación de combate, en zonas de montaña, ámbito con el cual no estaban familiarizados, generó importantes deserciones. En diciembre de 1977, una brigada completa del FLSO desertó casi por completo, quedando tan solo 35 efectivos provenientes del ejército regular. En enero de 1978, 600 milicianos isaaq del FLSO, se insubordinaron en la región de Arrawa. Los intentos de interceptarlos fueron infructuosos por parte del ejército somalí.  La labor de la Fuerza Aérea etíope, contribuyó a mermar el espíritu combativo, en parte paliado por la llegada de material antiaéreo para las fuerzas irregulares.

Los medios exiguos de la Fuerza Aérea somalí, impedía satisfacer las necesidades de 50.000 combatientes en el Ogaden, situación que afecta no solo el esfuerzo de guerra, sino la moral de los combatientes, que se veían cada vez más escasos de alimentos, municiones y otros elementos para sostener las operaciones.

Los etíopes tenían también sus problemas. Las milicias, una herencia del tiempo monárquico, reclutadas de manera apresurada, tuvieron una elevada tasa de bajas, unido a un reducido número de cuadros profesionales. Fueron frecuentes los problemas de disciplina, incrementándose entre los meses de diciembre de 1977 a enero de 1978. El 11 de enero de 1978, un centenar de milicianos desertan en Babile y abren fuego contra fuerzas regulares. Esto obligó a retirar una brigada completa de milicianos del frente.  El coronel Mengistu, presidente de Etiopía y máximo líder del Derg, es cuestionado abiertamente por el ejército el 12 de noviembre de 1977 luego de la ejecución de su segundo, Atnafu Abate, en el marco del denominado “Terror Rojo” (se estima que le costó la vida a medio millón de etíopes). A mediados de diciembre una delegación de oficiales y suboficiales de la 4ª División luego de entrevistarse con Mengistu, para plantear una serie de reclamos fueron ejecutados. El régimen impone a las unidades militares la existencia de comisarios políticos.



El 22 de enero los somalíes asaltaron la ciudad de Harar en el marco de una operación ambiciosa, pero chocan con una fuerte resistencia muy bien coordinada por parte de tropas etíopes y cubanas. Inmovilizados los somalíes, estos fueron atacados por retaguardia por medio de ataques aéreos y fuerzas blindadas, afectando sus líneas de comunicaciones. La lentitud e indecisión de las maniobras somalíes tuvieron un alto precio. Estos fueron derrotados y se estiman que perdieron 3.000 hombres. Las fuerzas de Mogadiscio estaban exhaustas, se replegaron al eje Fedis, Jaldessa y Harewa a esperar el contragolpe de Etiopía. El 1 de febrero comenzó formalmente el contrataque etíope de la mano de la 9ª División, siendo las tropas de choque, efectivos cubanos.

La crisis alertó la guarnición francesa en Yibuti, que fue reforzada con el arribo del portaaviones Clemenceu. La 13 Semi Brigada de la Legión fue puesta en alerta máxima, mientras que patrullas del citado buque enviaba cazas F8 Crusader escoltados por Etendard IV de reconocimiento para proteger el espacio aéreo de la citada colonia francesa, además de observar las actividades soviéticas y cubanas en el estratégico Cuerno de África.

La segunda batalla de Jijiga, librada en marzo de 1978, fueron empleadas fuerzas aerotransportadas y blindadas cubanas.  Las características del terreno favorecen  la defensa por parte de los somalíes. El concepto de la operación etíope era la siguiente:[3]

·   - Aferrar a las tropas somalíes en el paso Kara Marda, considerado inexpugnable por un ataque frontal, manteniendo una fuerte presión sobre su dispositivo inicial en Qore – Gursun.

·   - Simultáneamente, rodear  por el norte del dispositivo somalí, luego de haber alejado la única amenaza existente sobre el eje logístico a la altura de Harar.

 

El coronel Mengisto Haile Mariam, presidente de etiopía y líder del régimen del Derg 

El 28 de enero de 1978 los etíopes  recuperaron Fadis (30 km del sur de Harar). El 10 de febrero fue reducido el bolsón de Kombolcha, siendo la base de partida para el rodeo del paso de Kara Marda. El 11 de febrero, el general Siad Barre, presidente somalí, ordena la movilización nacional, por temor a una invasión etíope y envía más refuerzos al teatro de operaciones del Ogaden.   El 3 de marzo de dicho año una Brigada de Tanques cubana, junto con dos Brigadas de Infantería etíope, realizaron un ataque desde el Sur hacia Jijiga- En dicha localidad había 8.000 soldados somalíes, agrupados en dos grandes unidades de batalla, apoyados por un batallón de tanques T-55 y un grupo de artillería con lanzacohetes BM-21 Grad de 122 mm.  Los duros combates librados por los etíopes en las montañas cercanas a Jijiga, llevaron a la conclusión al general Petrov, que un ataque frontal a los somalíes no resultaría. Mientras los somalíes atacaron a los etíopes en las montañas, una ofensiva aérea los inmovilizó. Las fuerzas cubanas llevaron a cabo una operación de asalto aéreo – apoyados por helicópteros Mi 8 y Mi 6 – en los últimos días de febrero de 1978, detrás de las líneas somalíes. Fuerzas etíopes tanto comandos, paracaidistas, de infantería como cubanos avanzaron hacia las posiciones somalíes.  En los primeros días de marzo fue lanzado un ataque combinado con tropas de asalto aéreo y paracaidistas cubanos, mientras que la línea férrea Addis Abeba Yibuti era asegurada. En una serie de oleadas los helicópteros transportaron 3.000 soldados, blindados ligeros, cañones sin retroceso y morteros. La guarnición de Jijiga había caído en la trampa, dado que las fuerzas somalíes estaban aferradas combatiendo el ataque desde el sur. Estos combatieron con dureza por tres días ante una fuerza muy superior, pero la falta de equipo y munición, la pérdida del 50% de su fuerza de tanques, los obligó a replegarse antes que el cerco fuera una realidad.  El 5 de marzo, la bandera etíope flameaba nuevamente en la localidad de Jijiga.  Sin ninguna duda los cubanos fueron los grandes protagonistas de esta batalla.

 


En los combates durante su repliegue, los somalíes demostraron valor, derrotando a la 9ª brigada de infantería etíope, pero las fuerzas de Mogadiscio, dado el desgaste sufrido habían perdido su potencial de combate, cohesión y era muy difícil reorganizarlas. El 9 de marzo, el presidente somalí general Siad Barre, había ordenado la retirada de sus fuerzas. El ejército previamente había retirado gran parte del equipo pesado que pudo salvar del conflicto.  El 13 de marzo, las fuerzas cubanas del general Ochoa, liberaron Gode, primera localidad ocupada por Somalia en la guerra. El 15 de marzo, gran parte del ejército somalí se replegó hacia la ciudad de Hargeisa y se instalan en posiciones defensivas a lo largo de la frontera. El ejército somalí perdió en la campaña gran parte de su equipo pesado, pero no fue destruido Los etíopes avanzan hasta la frontera, sin buscar combate, ni con intenciones de invadir Somalia.  El 28 de marzo el Comité Militar Conjunto es disuelto, dando por finalizada la recuperación de la región de Ogaden, centrando ahora el esfuerzo de guerra etíope en el teatro de operaciones eritreo. La guerra causó la muerte de aproximadamente 60 000 personas (15 000 soldados etíopes, 20 000 soldados somalíes y combatientes del FLSO y 25 000 civiles). Otras 600 000 personas fueron desplazadas.

Las guerrillas del FLSO siguieron operando, en el marco de una crisis humanitaria, donde cientos de miles huyeron de las represalias etíopes.  En Ogaden quedaron unos 70.000 soldados etíopes con apoyo de los cubanos, lanzaron distintas campañas de contrainsurgencia, dado que el FLSO controlaba gran parte de las zonas rurales, pero hacia mediados de los 80, sus fuerzas estaban agotadas.  Los incidentes fronterizos con los somalíes continuaron de manera esporádica, dado que el régimen de Barre gracias a los mercenarios egipcios y paquistaníes recuperaron 19 MiG 21 reforzados con las copias chinas F6B. Los enfrentamientos cesaron en 1981.  El ejército somalí concentra gran parte de sus unidades en el norte, en los territorios de la antigua Somalia Británica, por temor a una invasión etíope.  Asimismo, el gobierno somalí acuerda dar acceso a Estados Unidos para el empleo de la base naval de Berbera, ubicada estratégicamente en el golfo de Adén.



El FLSO sufrió divisiones, dando origen el Frente de Liberación de Ogaden con base en Kuwait.  El régimen etíope comenzó apoyar disidencias internas en Somalia, especialmente al Movimiento Nacional Somalí, que buscaba la independencia de los territorios de la antigua Somalia Británica.  El ejército somalí perdió en seis meses de conflicto un tercio de sus efectivos, gran parte de su fuerza acorazada y la mitad de la fuerza aérea.  El más de millón de refugiados se transformaron en un problema político y económico. Las sequías obligaron al país a pedir ayuda internacional, alimentando la corrupción local.  Barre apoyó a los clanes de Ogaden, a los fines de crear una base social propia, dado la competencia entre los diferentes clanes. Esto derivó en graves conflictos internos, como las operaciones de limpieza contra el clan isaaq en el norte, aparecieron nuevas organizaciones armadas opuestas a la dictadura de Barre como el Frente Democrático de Salvación Somalí. La violencia y la descomposición del estado fueron en aumento, que terminó en la implosión del estado somalí en 1990.  El régimen del Derg, tampoco sobrevivirá, el fin de la Guerra Fría, años de conflictos, sequías, hambrunas, lo llevaron a su caída, pero a diferencia de su vecino somalí, Etiopía, más allá de la pérdida de Eritrea, mantuvo su unidad nacional y su estabilidad institucional. Hoy Ogaden en un estado federado dentro de Etiopía.[4]



Final.

Somalia tenía una serie de ventajas relativas respecto a su enemigo. Era un país teóricamente homogéneo desde los étnico y religioso, ausencia de conflictos internos al menos en apariencia. Sus fuerzas armadas estaban mejor equipadas y preparadas que las etíopes. Los somalíes demostraron se buenos combatientes y mantuvieron la cohesión durante toda la campaña. No obstante, el ejército somalí no supo emplear la masa de sus medios para concentrarla en una ofensiva rápida para conquistar sus objetivos. Razones políticas, influyeron en la estrategia. La idea de mostrar la ficción de “no intervención” y emplear principalmente fuerzas irregulares en la invasión de Ogaden, tuvo sus consecuencias, perdiendo valioso tiempo. Un aspecto no menor, las limitaciones del poder aéreo, donde tripulaciones mejores entrenadas y conducidas por parte de Etiopía, permitió en poco tiempo mantener la superioridad, lo que incidiría en el desarrollo de las operaciones posteriores.  El planeamiento somalí, tuvo falencias al no realizar una adecuada apreciación sobre la postura que adoptaría la Unión Soviética, lo que afectaría su esfuerzo de guerra; la oposición de los estados africanos a la invasión de Ogaden; la reticencia de Occidente a intervenir directamente; y la capacidad de resistencia etíope.  La excesiva dependencia de proveedores externos para mantener el esfuerzo de guerra, condicionó severamente las operaciones somalíes, al no encontrar actores que reemplacen a la Unión Soviética y sus aliados.

Los etíopes explotaron a fondo el recurso humano, movilizando a miles de combatientes irregulares, a pesar de ser muy inferiores a las fuerzas regulares, lo que les permitió suplir las pérdidas. La Fuerza Aérea, gracias al entrenamiento y preparación de sus tripulaciones, unido a un adecuado sistema logístico, permitió mantener elevados niveles de disponibilidad de los medios e imponerse en poco tiempo a las fuerzas somalíes. Asimismo, mostró eficacia en operaciones de apoyo aéreo cercano. El régimen del Derg, supo aprovechar las contradicciones del adversario, explotándolo a su favor, ganando rápidamente el respaldo del bloque del Este, lo que permitió la llegada de ayuda vital para poder lanzar la contraofensiva que recuperó la totalidad del territorio de Ogaden. Este conflicto por las características del teatro de operaciones – gran parte es una meseta árida – favoreció el empleo de unidades mecanizadas y motorizadas, favoreciendo la conducción de maniobras envolventes. La carencia de infraestructura, generó limitaciones. La asistencia soviética permitió a Etiopía suplir estas falencias en parte por el empleo de aviación de transporte táctica y estratégica a escala, facilitando el rápido de despliegue de fuerzas etíopes y cubanas.

El acertado planeamiento del comité conjunto soviético – cubano – etíope, permitió una adecuada respuesta a la amenaza somalí. Asimismo, mostraron el valor de las operaciones de asalto aéreo, que pudieron ser llevadas a cabo no solo por los medios disponibles, sino por el control del espacio aéreo por parte de la Fuerza Aérea etíope.

La ausencia de una solución política al problema de las poblaciones somalíes en Ogaden, se tradujo en la continuidad de la insurgencia y violencia política, que tuvo su rebrote en 1992, luego que la violenta represión del Derg, acabara por un tiempo con la guerrilla.  Esto demandó una fuerte presencia militar, que afectó el esfuerzo en Eritrea y otras regiones de Etiopía. Los años de guerra unido a la sequía y la pérdida de base social del régimen, que derivó en un incremento de la represión, junto con el fin del sostén del proyecto político del Derg, la Unión Soviética, acabó con el gobierno de Mengistu, pero no con Etiopía que mantuvo su cohesión, bajo un nuevo régimen político.

Un aspecto no tratado en profundidad, fue la estrategia de Etiopía, para impedir que Somalia pudiera convertirse en una amenaza nuevamente, apoyó sectores disidentes internos, especialmente al observar en 1978, el motín ocurrido dentro del Ejército en oposición al régimen de Barre. La derrota de la guerra de Ogaden, generó un desencanto sobre la idea de la Gran Somalia y muchos se refugiaron en la identidad del clan, especialmente en el norte, muy perjudicado por las políticas centralistas y discriminatorias al clan isaaq. La estrategia de contención pasó a otra de desestabilización, que terminaron con el régimen somalí y para peor, la desintegración del estado.

  

 



[1] Político y militar somalí (1919-1995) que lideró el golpe de 1969, en calidad de jefe del ejército. En octubre de dicho año, el presidente Ali Shermake fue asesinado por un policía en el norte. Pronto fue creado el Consejo Supremo Revolucionario y fue implantado un régimen socialista, que en los primeros años fue muy cercano a la Unión Soviética y Cuba. Responsable posteriormente de una dura represión interna contra clanes rivales con cientos de miles de muertos, que lo llevaron a su exilio y caída en 1991. Nota del Autor.

[2] El término Derg, significa en amhárico “Comité”. El 21 de julio de 1974, en Etiopía hay un golpe de estado liderado por las capas intermedias de las Fuerzas Armadas, influidas por el marxismo, en el marco de disturbios, protestas y manifestaciones. Los golpistas crearon el Comité Coordinador, de ahí la denominación del régimen comunista etíope como “Derg” luego transformado en Consejo Militar de Administración Provisional, presidido por el coronel Mengistu Haile Mariam.  El 12 de septiembre la monarquía fue formalmente abolida, en el marco de una brutal represión. Haile Selassie, fue asesinado en su cama por militares en la noche del 27 de agosto de 1975, como dictaminaría un tribunal etíope en 1994 al condenar a numerosos oficiales del régimen del Derg por genocidio. Nota del Autor.

[3] SORIA, Diego: La guerra de Ogaden. Biblioteca del Oficial. Círculo Militar. Volumen 726. Buenos Aires. 1985

[4] La insurgencia en Ogaden estalló nuevamente entre 1992 a 2018, liderado por el Frente de Liberación de Ogaden y el grupo terrorista islámico Al-Itihaad Al-Islamiya.  El acuerdo de paz de 2018, está en entredicho por desavenencias en su implementación, especialmente para la reinserción de los ex guerrilleros del FLO.  






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