La guerra de Irán - Irak: “El horrible sacrificio”
Este es un adelanto de nuestro libro "IRÁN y sus Fuerzas Armadas. Su particular Sistema de Defensa y Seguridad", donde transcribimos el primer capítulo de dicha obra, que pronto estará a la venta como también gratis en PDF. Transcribimos el capítulo dedicado a la Guerra Irán Irak, cumpliéndose este 2025, 45 años de su inicio.
Por el Dr Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Mg. en Defensa Nacional.
La guerra desatada en 1980, siendo la justificación una serie de reclamaciones territoriales, escondía intereses mucho más complejos tanto de actores regionales como extrarregionales. El detonante fue la denuncia del Tratado de Argel, por parte de Irak, escalando el conflicto, en atención que consideraba que Irán bajo el nuevo régimen revolucionario, estaba completamente vulnerable. El resultado fue la consolidación del régimen establecido en 1979, con el derrocamiento de la dinastía Pahlevi y una verdadera “escuela” donde se forjaron los futuros mandos de las Fuerzas Armadas iraníes, especialmente el Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica (“pasdaran”).
Las pérdidas sufridas, el aislamiento internacional que padeció Irán durante el conflicto, sin ninguna duda marcó el pensamiento en materia de Defensa Nacional para Teherán. En este capítulo de manera sintética, hablaremos los puntos más destacables del conflicto.
Los objetivos de los beligerantes, tomando
en cuenta la bibliografía existente:
a) Irak.
- Control
efectivo sobre la vía fluvial Shatt el Arab, dejando sin efecto las
obligaciones del Acuerdo de Argel de 1975.
- Ocupación de
la provincia iraní de Juzestán, con una importante población árabe y rica
en recursos petroleros.
- Proyección
sobre el Golfo Pérsico.
- Eliminación
del régimen revolucionario iraní instaurado en 1979.
b) Irán.
- Mantenimiento
del statu quo resultado del Acuerdo de Argel de 1975 respecto al Shatt el
Arab.
- Proyección
de la Revolución Islámica, dado que la mayor parte de la población de Irak
es chií.
- Mantener el
control de la provincia de Juzestán.
Las Fuerzas Armadas de Irán, durante el reinado del sha Mohammad Reza Pahlevi, habían alcanzado teóricamente un alto nivel de desarrollo, gracias a los ingresos petroleros y la estrecha alianza con Occidente, permitiendo adquirir modernos sistemas de armas, pero con una fuerte dependencia del asesoramiento extranjero para su operación y mantenimiento. Las inversiones se orientaron a las fuerzas terrestres y aéreas, bajo los sueños del sha de convertir a Irán en la primera potencia del Próximo Oriente. En este proceso, también se sentaron las bases para el desarrollo de una industria de defensa local.
El despliegue de las fuerzas armadas estaba orientado, especialmente hacia la frontera con Irak, considerado la principal hipótesis de conflicto, por el viejo conflicto del Shatt el Arab. Esto tuvo sus ventajas a la hora de responder ante el ataque iraquí.
El triunfo de la Revolución Islámica de 1979, significó una crisis para las Fuerzas Armadas, por las deserciones, purgas, ejecuciones de altos mandos y el exilio de muchos cuadros capacitados. El retiro de millares de asesores extranjeros, afectó también la operación de sistemas de armas complejos, especialmente la Fuerza Aérea. Los grupos paramilitares islamistas, se transformaron por orden del ayatolá Jomeini, en la base de un nuevo ejército, que en una primera instancia iba absorber las fuerzas armadas heredadas de tiempos del sha. Finalmente, se transfomó en otra fuerza armada, con rango constitucional: el Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica, cuyo proceso de expansión en plena guerra con Irak incluyó la creación de las armas aérea y naval, además de una milicia popular, conocidos como Basij.[1]
El liderazgo iraquí consideró que la
delicada situación de las fuerzas armadas iraní y la inestabilidad derivada del
nuevo régimen imperante en Teherán, jugaba a su favor en el marco de una acción
militar. Irak tenía fuerzas armadas
modernas, pero su alto mando, estaba altamente politizado y los ascensos
estaban marcados por lealtades de clan, influencias políticas, más que por
talento profesional. La personalidad de Saddam Hussein no ayudaba, siempre
temeroso de un golpe de estado, llevó a cabo violentas purgas y ejecuciones de
altos oficiales, afectando la conducción estratégica y operacional de las
fuerzas armadas de Irak.
Primera fase de la guerra (22 de septiembre de 1980 – enero de 1981)
En septiembre de 1980,[2] las fuerzas de Irak, lanzaban la Operación Kadisiya, en honor a la batalla librada por las tropas árabes en 637, que derrotaron a las fuerzas del imperio persa sasánida.
En cuanto al despliegue inicial de las
fuerzas en el Teatro de Operaciones, en las fases iniciales de la guerra:
a). Frente Norte, siendo el centro de
gravedad: Kirkuk. Los iraquíes
desplegaron cuatro divisiones de infantería, siendo la reserva un Cuerpo de
Ejército. Lo iraníes contaban con dos divisiones de infantería
b) Frente Centro. El centro de gravedad
era Bagdad: los iraquíes tenían dos divisiones de infantería, una división
mecanizada y una división blindada. Irán contaba con una división de infantería
y otra blindada.
c) Frente Sur. Centro de Gravedad:
Kasiriya. Irak contaba con dos divisiones mecanizadas, dos divisiones blindadas
y un Cuerpo de Ejército como reserva.
d) Reserva Estratégica: Irak contaba con
una división blindada y formaciones de apoyo en Bagdad. Irán en Teherán, dos
divisiones mecanizadas y una blindada.
El Objetivo Estratégico Operacional fijado por Irak fue la conquista y ocupación de las ciudades iraníes de ciudades de Abadan y Khorramshar, eventualmente Ahwaz y especialmente, la ciudad de Dezful, centro de la terminal petrolera de la isla Kharg y el puerto de Bandar Chapur. Esto estaba en consonancia con la materialización de los Objetivos Político y Militar: el control del Shatt el Arab y de la provincia iraní de Juzestán. De lo enunciado es desprenden dos Direcciones Estratégicas Operacional Principal y Secundaria.
En cuanto a las Direcciones Estratégicas:
a) Estratégica
Operacional Principal: ubicada en el sur del Teatro de Operaciones se
materializa en el eje Basora – Khorramashar – Abadán. Estaba en relación con
los objetivos fijados por los reclamos de Irak. Estaban asignados los medios
con suficientes capacidades para llevar alcanzar los objetivos fijados por el
nivel estratégico, incluyendo la ocupación de la provincia iraní de Juzestán.
b) Estratégica
Operacional Secundaria: ubicada en el Frente Centro, con eje en Bagdad – Ghasr
e Chirin, abriendo la posibilidad de la prolongación hacia el interior de Irán.
En el sector Sur, los iraquíes no concentraron todo su poder de combate, a pesar de ser el principal objetivo de la guerra. Asimismo, la distribución de objetivos responde al concepto de “ataque frontal” y no la clásica maniobra de envolvimiento, rodeo o ruptura, siendo lo ideal en este tipo de operaciones militares. Las razones posibles que el alto mando iraquí adoptó la división del teatro de operaciones en tres sectores y adoptara la idea de un ataque frontal, se debía posiblemente a cuestiones interna del país. En el norte, la población kurda tenía una relación conflictiva con Bagdad y podía impulsar a Irán apoyar una rebelión de mayor magnitud. También estaban los importantes pozos petroleros de Kirkuk. En la región central, Bagdad está a solo 150 km de la frontera iraní.
El Objetivo Estratégico Operacional desde el lado de Irán, consistió en la recuperación de los territorios ocupados por el enemigo y la ocupación de lugares puntuales en Irak, debilitando su capacidad ofensiva, garantizando el mantenimiento de las regiones recuperadas. La captura de la terminal petrolera de Fao, el intento de capturar los pozos petroleros de Kirkuk y el asegurar el control del Shatt el Arab, con la ocupación de Basora. Los iraníes en una primera instancia, a diferencia de los iraquíes, adoptaron un criterio de economía de fuerzas, sin buscar cubrir todo el frente. Organizaron un dispositivo de defensa en profundidad, por medio de escalones y con una adecuada reserva dispuesta para acudir cuando sea necesario en cualquier punto del frente.
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Tropas iraníes usando máscaras. Irak hizo un empleo extensivo de armas químicas, prohibidas expresamente por el derecho internacional. |
Las fuerzas iraquíes lanzaron operaciones aéreas a escala contra la industria petrolera iraní y bases de la Fuerza Aérea Iraní. En el frente norte, Irak mantuvo una actitud defensiva. La ofensiva en el sur perdió empuje, dado la enconada resistencia iraní, impulsando a Bagdad a lanzar acciones en Judeimaniyeh y Marivan. En dicho sector la principal victoria de Irak fue la captura del puerto de Khorramashar en octubre de 1980, luego de un mes de dura resistencia iraní. Esta localidad era la llave de acceso a las ciudades de Ahwaz y Abadan, y por ende significaba la conquista de Juzestán. La eficaz defensa iraní, permitió el repliegue del ejército de manera ordenada. El régimen internacional de sanciones a Irán, obligó a los estrategas de Teherán a reorganizar la logística, apelar el mercado negro y movilizar los recursos nacionales para apoyar el esfuerzo de guerra.
En esta etapa del conflicto, las fuerzas iraquíes sitiaron la ciduad de Abadán, sede entonces de una de las refinerías más grandes del mundo, donde la resistencia en una primera etapa estuvo en manos de los pasdaran y milicias Basij. En estas batallas, se formaron jóvenes mandos de dichas organizaciones militares, que operaban separadas del ejército. Recién en 1982, comenzaron a funcionar de manera conjunta, cosechando numerosos éxitos en el campo de batalla.
La Operación Morvarid (Perla) llevada a cabo de manera conjunta entre la Armada y la Fuerza Aérea iraní, desarrollada en noviembre de 1980, tuvo como resultado la destrucción de las dos terminales petroleras más importantes de Irak: Mina al Bakr y Khor-al-Amaya, además de la destrucción de gran parte de la Marina iraquí e instalaciones de radar. Este tipo de operaciones, puso en evidencia, que los cuadros que sobrevivieron a las violentas purgas y ejecuciones de los primeros días de la Revolución, eran competentes y eran buenos profesionales.
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Piloto iraní y el F 14, poderoso caza adquirido en tiempos del sha. |
Pronto las fuerzas iraquíes adoptaron una
postura defensiva, una vez cumplido los objetivos a la espera de iniciar un
proceso de negociaciones. En el sector
central, los iraquíes capturaron Qasr el Chirine y Mehran, desaprovechando las
ventajas para poder seguir avanzando hacia el interior de Irán, donde la
defensa iraní era claramente inconsistente.
El ataque al puerto iraquí de Fao, por parte de comandos navales iraníes en noviembre de 1980, puso en evidencia la capacidad en el campo de las operaciones especiales de las fuerzas armadas persas. Irak se vio obligado a enviar su petróleo vía Siria, siendo objeto el oleoducto empleado para tal fin de una sofisticada operación de fuerzas especiales iraníes.
Los iraníes tenían serios problemas en el plano estratégico, dado el enfrentamiento entre el presidente Banisadr, el Consejo de Defensa Nacional y el liderazgo religioso, que se reflejaba en el campo de batalla, siendo el resultado la derrota de la batalla de Defzul. Asimismo, se observa el desarrollo de tácticas, mal llamada de “oleada humana” protagonizadas por las milicias Basij. Esto consistía en el empleo de grupos de tiradores de veinte efectivos, avanzaban hacia objetivos específicos, dando la impresión de “oleada” para abrumar defensas iraquíes en puntos débiles. Estas tropas con equipo ligero, actuaban generalmente de noche, combinando la infilitración y la sorpresa, a pesar del alto costo en vidas – millares murieron en los campos de batalla – generaron serios contratiempos a los iraquíes. Los combatientes fueron instruidos en técnicas de infilitración, logrando en muchos casos golpear centros de comunicaciones y puestos de mando. Dicha táctica permitía rodear a grandes unidades de combate, permitiendo a los iraníes llevar a cabo una verdadera guerra de maniobras.
La falta de armas pesadas y los problemas de coordinación entre los dos “ejércitos” iraníes, impidieron llevar a cabo batallas decisivas. No obstante, en el plano táctico, las distintas ramas militares iraníes actuaron de manera coordinada.
La táctica de “oledada humana” fue empleada a escala en la ciudad de Bostan, en el marco de la Operación Tariq al Quds (Camino a Jerusalén). En la conducción participó el competente teniente general Ali Sayyad Shirazi. Esta batalla fue un antes y después de la guerra a partir de ese momento, Irán tomó la iniciativa, llevando a cabo unas 70 ofensivas, centrándose especialmente en el frente sur, con el objetivo de capturar la ciudad de Basora y hacerse con los importantes pozos petroleros, que impactaría directamente en el esfuerzo de guerra iraquí y en segundo lugar, en el frente norte, los iraníes con apoyo de grupos armados kurdos, buscarían también ir por la ciudad de Kirkuk y la importente actividad petrolera, afectando la economía de Irak y obligando a dividir fuerzas.
Esta fase de la guerra se cerró con el ataque iraní a la base aérea H 3 de
Irak, ubicada a 430 km de Bagdad, en pleno desierto. Una fuerza formada por ocho
cazabombarderos F-4 Phantom, cuatro
F-14 Tomcat (posiblemente empleados
como mini AWACS) tres aviones cisterna de reabastecimiento Boeing 707 y un
avión de mando Boeing 747, destruyeron más de 27 cazas iraquíes. Las sanciones
internacionales limitaron la operatividad de la Fuerza Aérea iraní, que mantuvo
un rol netamente defensivo y que impulsaría el desarrollo de tácticas con
misiles balísticos.
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Tapa del libro próximo aparecer |
Segunda
Fase. Reorganización de las Fuerzas Armadas iraníes. Contraofensiva (enero de
1981- diciembre de 1982).
En esta fase se destaca por la liberación de la provincia de Juzestán. El régimen consideró que la paz solo podría alcanzarse con la caída del gobierno del Baas de Saddam Hussein, exportando la revolución islámica a Irak, quedando reflejado la aspiración de constituir un eje Beirut, Damasco, Bagdad y Teherán. Muchos años después este proyecto se mantuvo vigente en el marco del llamado “Eje de la Resistencia”.
La Operación Fath-ol-Mobin (Victora Innegable) liderada por el general Ali Sayyad Shirazi que culminó en la batalla de Sush, liberando el sur de Irán de la presencia iraquí. Los iraníes mostraron capacidad para operaciones de armas combinadas, destacándose acciones de asalto aéreo con helicópteros CH 47 Chinook.
La Segunda Batalla de Jorramashahr - Operación
Beit ol-Moqadda – fue una victoria iraní, observándose una mayor cooperación
entre los dos “ejércitos” y las milicias Basij.
En materia de operaciones especiales, los
iraníes mostraron especial talento en acciones contra la red de oleoductos que
conectaban los pozos iraquíes con Siria y Turquía (enero de 1982). Esto impulsó
a Irak a construir alternativas a través de Arabia Saudita, con sus costos
asociados. Las acciones fueron llevadas a cabo no solo en Irak, sino en los
territorios de Líbano y Turquía. La inteligencia iraní sin ninguna duda tuvo un
papel destacado y supo explotar con habilidad la vulnerabilidad (salvo Siria
que era afín a Teherán) de los actores involucrados para infiltrar tropas tipo
comando. Las fuerzas iraníes cosecharon
una amplia experiencia, incluyendo el denominado Departamento 900, un organismo
especial de inteligencia, germen de la futura Fuerza Quds de los pasdaran.
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Prisioneros iraquíes. |
Tercera
Fase. Desgaste mutuo. Operaciones en el ámbito del Golfo Périsco y la guerra de
los “tanqueros” (1983-1988)
Irak recibió apoyo occidental, incluyendo a Estados Unidos, proveyendo inteligencia, equipamiento. Europa también vendió armamento y las monarquías del Golfo Pérsico, brindaron generosos préstamos. Incluso se vendieron productos químicos, que Irak le daría un uso militar. El gobierno de Bagdad hizo un llamado a las negociaciones y un cese del fuego, rechazado por Irán, quién exigió el cambio de régimen político, apoyando la creación de un gobierno en el exilio con su rama militar.
Los beligerantes no tienen la capacidad de imponerse a su adversario. El objetivo iraquí de provocar un colapso del régimen, tuvo un efecto contrario. La guerra movilizó a la población iraní y Jomeini consolidó su posición en su llamado a la “resistencia” y “guerra santa” contra los invasores. Las conquistas territoriales iraquíes, de por sí limitadas, comparadas con los medios empeñados y objetivos fijados por el nivel estratégico, fueron perdidas por la contraofensiva iraní.
En 1984, Irak gracias al reequipamiento de su Fuerza Aérea, pronto recuperó capacidades y declaró que todos los buques destinados a puertos iraníes serían objetivos militares. El primer ataque fue contra la isla de Kharg, importante terminal petrolera iraní. El objetivo era provocar que Teherán cerrara el Estrecho de Ormuz y ello motivara la intervención de Estados Unidos. Situación que no ocurrió, en cambio, si bloqueó el tráfico mercante dirigido a Irak. Las Fuerzas Navales de los pasdaran comenzaron a desarrollar tácticas de guerra asimétrica en el mar con lanchas rápidas, generando importantes daños al tráfico mercante. A pedido de Kuwait, sus buques fueron protegidos por la Armada de Estados Unidos.[3] Los seguros marítimos se dispararon.
Entre los años 1985-86 se produjeron reuniones secretas entre Teherán y Washington. El acercamiento fue motivado, entre otras cosas, por la necesidad de lograr la liberación de siete rehenes estadounidenses retenidos en Líbano, en manos del grupo terrorista Hezbollah, controlado por Irán. Por razones políticas, el presidente Reagan asumió el compromiso de su liberación ante su electorado. En la venta de las armas para Irán, intervino Israel y el dinero iba ser destinado a financiar la insurgencia (los “contras”) que luchaba contra el régimen sandinista de Nicaragua. En su momento fue un escándalo nacional en Estados Unidos. Los iraníes obtuvieron un importante lote de misiles antitanque TOW, vitales para lidiar contra la amenaza blindada iraquí.
La guerra de las ciudades, fue iniciada por Irak en 1984, no solo con ataques aéreos, sino con misiles balísticos, centrándose en grandes ciudades, tanto contra objetivos civiles como industriales. Irán llevó a cabo represalias contra Mosul, Kirkuk y Bagdad. Irak en 1987 lanzó un ataque químico contra la ciudad de Sardasht. A pesar de las protestas de Irán, la comunidad internacional no hizo nada y no se adoptaron sanciones contra el empleo de armas prohibidas expresamente por el derecho internacional. El entonces presidente del parlamento iraní, el influyente Hashemi Rafsanjani, declaró abiertamente sobre la necesidad que su país desarrollada armas nucleares. Miles de civiles murieron durante la llamada “Guerra de las Ciudades”. En dicho año, las fuerzas iraníes intentaron capturar Basora, movilizando a 100.000 efectivos, logrando alcanzar el río Tigris.
En 1985 se libró la Batalla de las
Marismas de Howeszah, encabezada por la División Iman Hussein de la Guardia Revolucionaria y con apoyo de las 92
División Blindada del Ejército. Esta tuvo un alto costo en vidas humanas por
parte de los iraníes, dado que muchos de los combatientes, eran simples
milicianos Basij, con instrucción básica y por el empleo a escala de armas
químicas por parte de Irak. Los iraníes
a pesar de las enormes pérdidas – se estima en más de 20.000 – logró ocupar la
isla Majnoon, donde se ubicaban importantes yacimientos petroleros. Las mejoras en materia de defensa estática de
las tropas iraquíes, impulsaron a los mandos iraníes a perfeccionar tácticas de
infiltración, combate nocturno, operar en zonas pantanosas y guerra de
montaña. Los pasdaran recibieron instrucción anfibia para operar en las marismas
del sur de Irak, además de perfeccionar tácticas de asalto aéreo.
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Soldado iraní en las marismas del sur de Irak. by Alfred Yaghobzadeh |
Las fuerzas especiales iraníes adquirieron valor, para compensar las limitaciones materiales. Dos brigadas de comandos navales llevaron a cabo operaciones exitosas de reconocimiento, señalando objetivos iraquíes y realizando a cabo golpes de mano.
Los iraquíes consideraban las marismas como una barrera defensiva difícil de sortear y confiaron en su poder de fuego y aviación táctica, como herramientas disuasivas. El ataque iraní sorprendió a los mandos del ejército iraquí. El objetivo era la captura de Basora, acción que se había visto frustrada por la Operación Amanecer V.
La Ofensiva Kheibar - como denominaron los iraníes la batalla de las Marismas – con 250.000 efectivos, pero las limitaciones en materia de apoyo aéreo, artillería y blindados, impidieron cumplir con el objetivo de tomar Basora. El contraataque iraquí, permitió recuperar la isla de Majnun, pero a costa de grandes pérdidas, estimándose en 12.000 soldados (9.000 de ellos muertos) y el tener que recurrir a las armas químicas.
En la guerra, los iraníes, empezaron a utilizar los drones Mohajer 1, empleados para misiones de reconocimiento. La Guardia Revolucionaria y los Basij, adquirieron una estructura más convencional, mejoras en el entrenamiento y armamento. En todo el país se crearon centros de instrucción de voluntarios de todas las edades, incluso mujeres, tomando en cuenta las lecciones de campo de batalla.
Los iraquíes habían mejorado su capacidad de combate, pero el alto costo de las operaciones, llevó al mismo Saddam Hussein, a plantear la idea de alcanzar una solución negociada en el marco de las Naciones Unidas. Irán rechazó esta postura, el conflicto sirvió para fortalecer el régimen revolucionario, aglutinar a la población en torno a una causa nacional. Teherán consideraba viable una ofensiva para capturar la misma capital iraquí, Bagdad, apoyaba la insurgencia kurda como herramienta para debilitar el frente interno iraquí.
En abril de 1985, Bagdad fue atacada con
misiles balísticos por parte de Irán, a lo largo de doce dias. Dichas armas
fueron provistas por Libia. En este conflicto, dado las limitaciones de la
Fuerza Aérea iraní por los embargos, comenzó a desarrollarse la doctrina
militar sobre el empleo de este tipo de sistemas en manos del entonces recién creada
Fuerza Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria.
Irak sentía el peso de la guerra en su economía y tenía problemas de reponer las cuantiosas pérdidas en vidas humanas. Ello no impidió recuperar terreno perdido y mejorar sus defensas, gracias a compras millonarias de armamento tanto occidental, como soviético y chino. Las fuerzas armadas iraquíes, mostraron mejor organización que los iraníes, que hacían uno uso masivo de importantes reservas de recursos humanos. El fervor religioso no podía suplir las carencias materiales iraníes, por los embargos internacionales.
En 1986, los iraníes lanzaron la Operación
Wal Fajr 8, a través de un asalto
anfibio en el Shatt el Arab por varios puntos en al sureste de la ciudad iraquí
de Fao, con la finalidad de bloquear la salida de Irak al mar. Este fue
rechazado por una dura defensa iraquí, costándole a Irán importantes pérdidas. Por su parte, las fuerzas de Teherán
rechazaron los contraataques iraquíes para reconquista las islas Majnun y Umm
Al- Rattas situadas al norte de Fao. En
estas acciones los iraníes denunciaron el uso de armas químicas, negadas por
Irak.
En 1987 los bandos en pugna, no buscaban una derrota, sino obligar al adversario a sentarse a la mesa de negociaciones, teniendo como objetivo minar la moral en el frente interno. Los iraníes lanzaron la última gran ofensiva: Kerbala V, con el objetivo de conquistar Basora. Batalla librada entre el 8 de enero de 1987 al 26 de febrero de dicho año, sin éxito, por la resistencia iraquí. Por la cantidad de efectivos, bajas y magnitud de los combates, es considerada la batalla más grande de la guerra.
La Operación Conquista 5, esta vez tuvo como objetivo incentivar la insurgencia kurda, buscando distraer fuerzas a Bagdad y quebrar el frente interno iraquí. Los iraníes comenzaron a desarrollar su peculiar estrategia de apoyar “proxies” o agentes desestabilizadores, por medio de “guerras por delegación.” Cabe recordar que esos años, un naciente Hezbollah en Líbano recibía el apoyo de los Pasdaran.
En las últimas etapas de la guerra, Irán tenía signos de agotamiento, la población mostraba signos de cansancio, dado las enormes bajas en el frente de batalla. Irak se vio reforzado que pudo reconstruir sus fuerzas armadas. Esto le permitió sostener acciones defensivas, generando graves pérdidas a los iraníes, como quedó reflejado en la Operación Kerbala 5, uno de los intentos de capturar Basora. La moral comenzó a decaer. No cabe duda que el uso de armas químicas por parte de los iraquíes contra civiles y militares iraníes, minó el espírituo combativo. Los embargos internacionales, llevó a Irán a desarrollar una importante industria, capaz de producir misiles balísticos (Shabab 1), drones, misiles antitanque, misiles antibuque, municiones y piezas de artillería.
Las milicias Basij y los Pasdaran que se nutrían de voluntarios, no podían reclutar suficientes soldados para mantener la táctica de “oleadas” y el esfuerzo recayó en el ejército de reclutamiento obligatorio. El comandante del los Guardianes de la Revolución, Mohsen Rezaee, anunció el fin de los ataques a gran escala, reemplazado por el apoyo a la oposición armada en Irak, acciones de infiltración y ataques limitados. El frente norte cobró mayor relevancia, al apoyar a los guerrilleros kurdos. En la guerra de montaña, los iraníes se mostraron competentes y las diversas ofensivas les permitieron llegar a ciudades como Suleimanya, rechazado por el uso de armas químicas a gran escala por parte de Irak. Las fuerzas combinadas kurdo-iraníes amenazaron la ciudad petrolera de Kirkuk.
En 1988 en la última edición de la “guerra
de las ciudades” las fuerzas iraquíes, emplearon misiles balísticos, muchos con
armas químicas que provocó la salida del 30% de la población de Teherán. La Fuerza Aérea iraquí, contaba con munición
guiada, mejorando su precisión, unido al empleo de tripulaciones extranjeras,
mejor entrenadas, los daños a la infraestructura económica iraní fueron
mayores. Las últimas operaciones iraníes
volvieron a centrarse en el norte, llegando a las puertas de Kirkuk. La
incapacidad iraquí de rechazar la infilitración iraní, los llevó al uso de
armas químicas – prohibidas por el derecho internacional humanitario – obligó
al repliegue de los supervivientes. La población kurda de Halabja, fue objeto de
una atroz venganza, donde miles murieron por un ataque químico ordenado por
Saddam Hussein.
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Tropas iraníes en el norte de Irak en 1987. |
Los iraquíes recuperaron el puerto de El Fao y todo el sur de Irak, controlado por los iraníes, haciendo un uso extensivo de armas químicas. Estados Unidos en el mes de abril lanzó la operación Mantis Religiosa, como represalia por los serios daños a una fragata de la Marina estadounidense por una mina marina iraní. El enfrentamiento generó serios daños a instalaciones petroleras iraníes, la pérdida de una fragata, buques lanzamisiles y otras embarcaciones. No obstante, las fuerzas navales de los pasdaran siguieron operando con sus lanchas artilladas.
En el final de la guerra los iraquíes lanzaron la Operación Tawakalna ala Allah (Ponemos confianza en Dios) entre los meses de abril a julio de 1988. La grave situación de las fuerzas iraníes, llevó a poner énfasis a expandir la insurgencia en Irak, siendo exitoso esta política en Kurdistán, donde Irán mantuvo un alto grado de control. El uso masivo de armas químicas, provocó terribles pérdidas en las tropas iraníes. En junio de 1988, las fuerzas de Teherán atacaron el palacio presidencial en Bagdad con su aviación de combate. A pesar de las terribles pérdidas y una moral menguante, el Consejo de Defensa iraní ordenó un contraataque con batallones pasdaran, pero la superioridad iraquí en equipamiento, le permitió llevar a cabo acciones en el frente central, generando una dura derrota a Irán. En esta victoria iraquí, las armas químicas fueron un factor decisivo.
En el norte la organización guerrillera marxista MEK (Mujahadeen-e-Khalq o Combatientes del Pueblo) lanzó una ofensiva arrollando en Mehran una división de los pasdaran. La respuesta vino del ejército regular bajo el mando del competente general Shirazi, lanzando la Operación Mersad, que terminó en la muerte de 4.000 insurgentes y la liberación de las localidades ocupadas por dicha organización.
Los iraquíes llegaron avanzar 30 km dentro
de territorio iraní en el frente central, tomando varios miles de prisioneros.
Finalmente, el líder supremo iraní, ayatolá Jomeini aceptó el cese el fuego
aprobado por la resolución 598 de Naciones Unidas. El 20 de agosto habían
cesado los combates, semanas después, las fuerzas iraníes evacuaban el
Kurdistán iraquí. En 1990, fue alcanzada
la paz entre las partes en el mes de agosto, sobre la base del status quo ante bellum.
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Ataque iraní a la base aérea H 3 |
El horrible sacrificio
A diferencia del régimen iraquí, que hizo todo lo posible por proteger a su pueblo de los efectos de la guerra, los líderes religiosos de Teherán vieron la guerra con entusiasmo, considerándola una oportunidad para unir a la nación tras la revolución, eliminar la oposición interna y promover la visión de Jomeini de exportar el mensaje islámico iraní a todo el mundo. El conflicto con Irak tuvo su impacto en las luchas por el poder entre las facciones revolucionarias, siendo ejemplo de ello, la salida de Bani Sadr como presidente, que terminó en el exilio.
Los líderes iraníes desconfiaban de las fuerzas armadas, por ser una herencia de la época imperial. Esto quedó reflejado por las purgas, ejecuciones, que diezmaron los cuadros de las fuerzas armadas. A pesar de su buen nivel profesional, optaron por dar impulso al Ejército de los Guardianes, creado sobre la base de milicias islamistas, el régimen de Jomeini, no tuvo otra opción que aceptar el papel del Ejército para contener la invasión. La desconfianza, continuó, a tal punto que recién en julio de 1988, fue creado el Estado Mayor General común para los dos “ejércitos”. Esto tuvo un alto costo en vidas humanas, ante la inexistencia de una conducción operacional conjunta y la dispersión de medios y recursos – por cierto, muy escaso – en dos organizaciones militares, con misiones similares.
La narrativa del régimen iraní describió
la guerra a la ciudadanía como una prueba para la determinación y el compromiso
nacional, como una cruzada contra el régimen hereje de Irak. Esto se tradujo en
una lucha implacable e inflexible – como quedó reflejado en la negativa de
aceptar el cese del fuego – llevando al país al límite. En palabras de Jomeini:
«La victoria no se logra con espadas,
solo se puede lograr con sangre... se logra con la fuerza de la fe». El
Líder Supremo sabía muy bien de qué hablaba. Si bien no unificó a la nación de
la noche a la mañana, la invasión iraquí galvanizó la combinación única de
fervor religioso y profundo sentimiento nacionalista generado por la Revolución
Islámica, e hizo de Irán una nación con una moral más fuerte y estable que el
enemigo iraquí, tanto en el plano militar como nacional. Esto quedó reflejado
en las operaciones hasta 1987, cuando el fervor revolucionario empezó a
disminuir, especialmente por el uso de armas químicas, los bombardeos contra
objetivos civiles y la aguda crisis económica impuesta por el aislamiento
internacional del país.
Las victorias iraníes entre los años 1981-82, no se debieron al valor de los soldados pasdaran o Basij, sino a la incorporación de estas ramas militares en operaciones de armas combinadas bajo una conducción profesional competente. Cuando la guerra derivó por razones políticas en asaltos frontales, el poder de Irán comenzó a declinar al no poder romper la sólida defensa iraquí.
La guerra demostró que el empleo solamente del poder aéreo, no era garantía de victoria, como intentó hacer valer Irak en la “guerra de las ciudades”. Esto llevó al gobierno iraní, a lanzar ofensivas, con falencias en la planificación, con el objetivo de reducir la presión sobre el frente interno. Esto desgastó a las fuerzas de Teherán, abriendo paso al contragolpe iraquí de 1988, que permitó el fin de la guerra.
El empleo de armas químicas por parte de
Irak, fue tolerado por razones políticas por las grandes potencias, a pesar de
estar expresamente prohibido. Desde la Primera Guerra Mundial que el mundo no
era testigo del empleo de este tipo de armas. Esto abrió las puertas para un
peligroso antecedente, sobre la ausencia de sanciones reales ante la violación
flagrante del derecho internacional humanitario. Asimismo, el uso de misiles
balísticos impulsó a diversos actores regionales a buscar este tipo de
ingenios, además de desarrollar arsenales químicos.
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Muertos por armas químicas iraquies en la operación contra la ciudad kurda iraquí de Halabja. |
El frente interno iraní tenía problemas, resultado de la insurgencia kurda y de la organización marxista Combatientes del Pueblo o MEK. Esta última lanzó una campaña de terror que le costó la vida a más de un millar de líderes religiosos y políticos, que desencadenó una ola de represión con 5.000 ejecuciones. Hubo revueltas, manifestaciones, duramente reprimidas. Ese convulso frente interno, hizo creer a muchos que Irán se derrumbaría e Irak siguió recibiendo apoyo de los estados árabes, la Unión Soviética y algunos países occidentales, como Estados Unidos que en algunos momentos estuvo detrás de uno y otro bando.
La pérdida de base social del régimen – los sectores populares - especialmente hacia 1987, cuando Irán no podía imponer una victoria, a pesar de mantener la inicitativa y ocupar parte del sur de Irak, fue una señal de alarma de los líderes de la Revolución para buscar una salida. Las enormes pérdidas marcaron profundamente a la sociedad iraní y a sus dirigentes. El país perdió a más de 260.000 personas, de las cuales se estima que 120.000 eran combatientes y entre 11.000 a 16.000 civiles. Cientos de miles quedaron afectados en su salud por las lesiones recibidas en el cmapo de batalla, bombardeos, ataques de armas químicas. La guerra de las ciudades dejó grandes destrucciones en la infraestructura, la economía estaba al borde del colapso por las sanciones internacionales, el desempleo tenía niveles de vértigo.
La guerra puso en evidencia la capacidad
de adaptación de la nación iraní a una situación excepcional. El sector
agrícola no fue descuidado, sino que se adoptaron medidas creando la “Campaña
de Reconstrucción, con personal exento de prestar servicio militar. se
adoptaron medidas inteligentes en la importación de bienes no esenciales para
el ahorro de divisas y rutas alternativas para el petróleo y eludir sanciones y
posibles ataques (Turquía se benefició de ello y permitió desarrollar un
aceitado sistema para eludir sanciones por parte de Teherán). El régimen logró articular el sistema
educativo con las necesidades de la movilización, permitiendo hacer funcionar
plantas industriales, producir equipos militares (incluso para los modernos
aviones de combate heredados de tiempos del sha).
Si los iraquíes alguna vez habían
considerado socavar el régimen revolucionario en Irán, para 1988 hacía tiempo
que habían renunciado a ellos. En cambio, la República Islámica mostró un compromiso
inquebrantable con el concepto de guerra
hasta la victoria (que implicaba el derrocamiento del régimen del Baas)
hasta los últimos días de la lucha. El aceptar por parte de Irán de la
Resolución 598 del Consejo de Seguridad, no fue una cuestión táctica, sino
estratégica. El régimen entendió que poner fin al conflicto significaba la
supervivencia de la Revolución. Los estrategas iraníes entendieron que no era
factible moldear el Próximo Oriente según la visión islámica y por ende
aceptaron el statu quo establecido por el sha en 1975. Teherán comprendió que no era viable exportar
la revolución, a pesar del mantenimiento de la narrativa de la “umma islámica”
y no había otra opción que adaptarse a las circunstancias. Esta prueba de
pragmatismo lo veremos a lo largo de los conflictos sostenidos por Irán. El objetivo final siempre será la preservación
de la unidad nacional y del sistema político heredado de la Revolución de 1979.
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infantería iraní. |
El mantenimiento del proxy Hezbollah en Líbano, le permitió a Irán, mantener cierta injerencia en la política del Próximo Oriente. El atentado contra el cuartel de la Fuerza Multinacional de Paz en el Libano, ocurrido en 1983, costándole la vida a 241 militares de Estados Unidos y 58 franceses, es un ejemplo del empleo de agentes desestabilizadores con apoyo iraní. En el seno del alto mando de los pasdaran, durante la guerra con Irak, fueron creadas una serie de unidades, destinadas a entrenar y asistir a organizaciones armadas extranjeras, como las guerrillas kurdas, la creación de una unidad de exiliados iraquíes o en el entrenamiento de las milicias de Hezbollah. La valiosa experiencia adquirida, le permitiría años después a Irán, construir las bases del Eje de la Resistencia y el concepto de la “Defensa Avanzada" por medio de agentes proxy.
El fin de la guerra impuso la necesidad de la reconstrucción nacional, prevaleciendo el criterio de un mayor grado de apertura económica y de protagonismo del sector privado. Años de sanciones y aislamiento, tuvieron un fuerte impacto en la sociedad iraní, pero también dejaron valiosas lecciones para el régimen para el desarrollo de una estructura para eludir sanciones a través de terceros actores.
En el campo internacional, los iraníes fueron pragmáticos y finalizada la guerra lanzaron una estrategia para romper el aislamiento, primero con la Unión Soviética, para compensar en parte la amenaza de Estados Unidos. Luego de 1991 con la implosión de la URSS, Teherán se proyectó discretamente sobre Asia Central, además de mantener buenas relaciones con Rusia. Esta estrategia de largo plazo tuvos sus frutos, donde los países de dicha región y el Kremlin, con válvulas de escape para romper el aislamiento y sanciones derivados del plan nuclear. Sin embargo, a pesar del pragmatismo, el régimen de los ayatolás, siguió apostando a una política exterior independiente, autosuficiencia en lo económico, siguiendo de alguna manera los lineamientos fijados por Jomeini.
La decisión de Irak, de aceptar los términos del Tratado de Argel de 1975, al poco tiempo de invadir Kuwait, fue visto como una victoria por parte de Irán. A pesar de las victorias iraquíes en 1988, no significó el cumplimiento de los objetivos fijados al inicio de la guerra: la ocupación de Juzestán y el colapso del régimen revolucionario. La República Islámica había logrado contener una potencia regional en ascenso – Irak – que tuvo pleno respaldo de Occidente, los estados árabes y la Unión Soviética, librando una terrible guerra de desgaste. Los líderes iraníes, por medio de su narrativa, mostraron este terrible conflicto, en un escenario en el cual se demostraba al mundo que la revolución estaba dispueta a promocionar el nacionalismo, su ideología y la necesidad de supervivencia como Estado, dejando manifiesta su intención de conseguir un rol de poder en la región a través del enorme sacrificio material y espiritual de los iraníes.
El horrible sacrificio, como lo define Moisés Gaduño García,[4] al conflicto librado entre Irán e Irak, a nuestro entender, tuvo un hondo impacto en la política de defensa iraní. Durante el conflicto, no solo se forjaron muchos de los altos mandos iraníes, sino que comenzó a gestarse una nueva doctrina militar, el empleo de proxies para desgastar el frente interno del adversario, el uso de misiles balísticos, la guerra asimétrica en el mar. A pesar de los años de guerra, las pérdidas materiales y humanas, las fuerzas armadas iraníes no fueron destruidas y sobrevivieron. Por otro lado, el régimen para mantener adhesiones, no impuso las medidas de austeridad a sectores tan influyentes como el Bazar, una prueba de pragmatismo en la política interna.
La guerra impulsada por intereses que
buscaban la destrucción de la naciente república islámica, tuvo un efecto
inverso, en el plano político el régimen se consolidó, movilizó la opinión
pública y tuvo argumentos para aplastar de manera implacable la oposición
política. La Revolución quedó fortalecida, a pesar de los enormes daños
generados por años de guerra y las fuerzas armadas iraníes, poseedoras de una
valiosa experiencia.
[1] El término Basij significa en persa, “Movilización” el nombre completo
de la organización era: Sâzmân-e Basij-e
Mostaz'afin u Organización para la Movilización de los Oprimidos. Estuvo
nutrida por voluntarios y se hizo célebre por los niños soldados y jóvenes que
se lanzaban contra las defensa iraquíes, llevando consigo llaves de plástico,
conocidas como “las llaves del Paraíso”, dado que su sacrificio, era
considerado “martirio” por la fe. En
1981, la organización fue integrada al Ejército de los Guardianes de la
Revolución Isámica o Pasdaran. Nota del Autor.
[2] La fecha fue elegida por razones climáticas, que facilitaran las
operacionese. Nota del Autor.
[3] Se estima que más de 500 buques
fueron dañados y unos 430 marinos mercantes perdieron la vida. Nota del Autor.
[4] GARCIA GADUÑO, Moisés: Las Fuerzas
Armadas de la República Islámica de Irán: una aproximación a su historia,
ideología y armamento estratégico. Tesis. El Colegio de México. Disponible en https://repositorio.colmex.mx/concern/theses/c534fp149?locale=es.
Consultado 21 de agosto de 2025.
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