La Marina alemana en la Segunda Guerra Mundial
Seguimos
recordando algunos aspectos de
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Especial para la Revista
Defensa y Seguridad.
Los acorazados alemanes en la batalla de Jutlandia (1916)
En los años de entreguerras, la marina
alemana sufrió los tiempos turbulentos de
La llegada de Hitler como Canciller del
Reich, abrió un nuevo capítulo, complejo dado que Raeder, no quería involucrar
a su fuerza en la política. Esto tuvo sus contratiempos, por ejemplo, la
imposibilidad de crear una aviación naval.
El nuevo dictador de Alemania buscó ganarse la confianza de Raeder. En
1935, se firmó el tratado anglo germano sobre armamento naval. Berlín logró un
éxito diplomático de primer nivel cuando le fue autorizado a tener una marina
equivalente al 35% de la británica. El plan naval de Raeder era contar para
1944, con 365 buques. En 1936, entraba en servicio el primer submarino alemán
en Kiel, el U -1, evidencia que desde hacía tiempo los alemanes, llevaban a
cabo un programa de rearme a espaldas del tratado de Versalles. A partir de
este momento comenzó un programa acelerado de construcciones navales, que incluyó
dos “acorazados de bolsillo”, cruceros de batalla y ligeros, los formidables
acorazados Bismarck y Tirpitz. En 1937 el almirante Raeder, habló abiertamente
de emplear el poder naval en un conflicto con el Reino Unido. El clima de
ilegalidad internacional que vivía el mundo era notorio. Los japoneses estaban
embarcados en la guerra con China, Italia había conquistado Etiopía;
Checoslovaquia por el pacto de Munich desapareció como Estado y Austria, por
medio del llamado Anchluss se integró
al III Reich. Estas concesiones dadas por Londres y París, estaban en el marco
de una táctica de apaciguamiento a Hitler, en atención que consideraban como
una amenaza a la Unión Soviética. El führer
consideró las concesiones franco británicas a sus pretensiones como actos
de debilidad y alimentó sus ambiciones beligerantes.
almirante Erich Raeder. Comandante en Jefe de la Kriegsmarine
Redoblan los tambores de Marte. La flota
alemana puesta a prueba
El 1 de septiembre de 1939 Alemania
invadió Polonia, desatándose la mayor tragedia del siglo XX. Alemania contaba con 75 buques (contando
aquellos desplazaban mas de 500 toneladas) frente a 275 que operaba el Reino
Unido. La idea de alcanzar el 35% del tonelaje británico, quedaba todavía
lejano y dado la nueva realidad de la guerra, imposible de cumplirlo. El ataque naval a Polonia estaba en manos del
llamado Grupo Naval Este, que constaba de dos veteranos acorazados pre-dreadnought, tres cruceros ligeros,
nueve destructores, un torpedero, ocho lanchas rápidas, cuatro escoltas, ocho
dragaminas y diez submarinos. Los polacos podían oponer un destructor de 1500
toneladas, un minador oceánico de 2.200 toneladas, dos torpederos, dos
patrulleras, seis dragaminas y cinco submarinos costeros. Había otros dos destructores que habían sido
enviados al Reino Unido, con la intención que siguiera la lucha en caso que
Polonia cayera. El ataque a las defensas
costeras polacas de Westerplatte, recayeron en el viejo acorazado Schleswig-Holstein. El contralmirante
Lutjens, atacó con una fuerza de destructores y torpederos a la flotilla naval
polaca causando importantes daños.
Raeder presionó a Hitler para que autorizara acciones contra el tráfico
marítimo aliado, este demoró varias semanas, muy preciadas, para dar una
respuesta. Mientras tanto los británicos, no perdieron el tiempo y atacaron el
comercio alemán, hundiendo varios mercantes.
Finalmente, a mediados de septiembre de 1939 comenzaron las operaciones
contra el tráfico mercante aliado de la mano del acorazado Graf Spee, extendiendo sus operaciones al sur del Ecuador. Luego
pasó al Océano Índico. Su campaña, les costó a las flotas mercantes aliadas la
pérdida de diez buques, equivalentes a 50.000 toneladas, una cifra modesta para
algunos historiadores, pero el éxito del Graf
Spee, residió en obligar a los británicos a reducir fuerzas en Europa, por
el despliegue de medios navales en su búsqueda (cuatro portaaviones, tres
cruceros de batalla, diez cruceros pesados y cinco ligeros) reduciendo la
presencia naval británica en aguas metropolitanas. El fatídico 13 de noviembre de 1939 el acorazado
de “bolsillo” alemán entabló combate con una fuerza superior británica,
comandada por el comodoro Harwood. El buque germano pudo dañar severamente al
crucero pesado Exeter, pero ante la
imposibilidad de concentrar el fuego en un solo blanco, sufrió el castigo de
los otros buques de la escuadra de Harwood, formada por dos cruceros ligeros. Dado las destrucciones sufridas en la llamada
“Batalla del Río de
Anclado en puerto el Graf Spee estuvo expuesto a un juego diplomático, existía la
posibilidad con mínimas reparaciones, pudiera escapar antes que llegaran refuerzos
desde Malvinas. El derecho internacional establecía que ningún buque de guerra
podía permanecer más de 24 horas en un puerto neutral. Pasado el plazo sería
internado. Los uruguayos concedieron noventa horas, un escaso margen de tiempo
para reparar los daños, agregándose el arribo de una fuerza naval británica
superior a las capacidades alemanas. El capitán del Graf Spee, Hans Langsdorff, sepultó a los muertos y recibió una
orden de Berlín: dirigirse al puerto de Buenos Aires, donde las relaciones
diplomáticas eran más amistosas o abrirse paso combatiendo hasta Alemania.
Internar el buque quedaba descartado. Las opciones eran escasas, los rumores
del despliegue de una fuerza naval importante para dar caza al Graf Spee, eran cada vez más
fuerte. Ante estas opciones poco
alentadoras, el capitán de navío Langsdorf, decidió volar su buque antes que
pudiera caer en manos enemigas.
Refugiado en Buenos Aires, escribió dos cartas, una a su esposa y otra
al alto mando naval. Decidí desde el principio asumir las
consecuencias que implicaba esta decisión. Un capitán con sentido del honor no puede separar su propia suerte de
la de su buque. Pospuse mi intención todo lo que pude, ya que era responsable
del bienestar de la tripulación a mi mando. Ya no puedo hacer nada más por la
gente de mi barco y tampoco podré tomar parte activa en el actual conflicto de
mi país. Ahora solo puedo probar con mi muerte que las Fuerzas Armadas del
Tercer Reich están dispuestas a morir por el honor de su bandera. El
capitán Langsdorff se envolvió en la bandera del imperio alemán, por la cual
combatió en la primera Guerra Mundial y se quitó la vida de un disparo. Mientras
los aliados veían el final de buque alemán como una victoria, semanas antes,
habían recibido con amargura, el hundimiento del acorazado Royal Oak, en la base naval de Scapa Flow, de la mano de un célebre
submarinista, Gunther Prien.
La flota de alta mar alemana no permaneció pasiva en puerto. Hubo salidas frente a las costas noruegas con la finalidad de destruir buques de patrulla británicos, minar aguas en la costa oriental británica y atacar en la medida de lo posible el tráfico mercante en el Atlántico Norte. Así fueron enviado al mar, los cruceros de batalla Scharnhrost y Gneisenau. Estos participaron de un combate donde fue hundido el crucero auxiliar Rawalpindi, que combatió con valor y determinación. En 1940, Hitler, declaró que la “zona de destino” era Noruega, priorizando en la estrategia alemana la ocupación de dicho país. El almirante Raeder, sabía de la importancia de controlar el tráfico costero noruego, especialmente por el hierro sueco enviado vía el puerto de Narvik hacia Alemania.
Los británicos habían logrado en la guerra
del 14, imponer un riguroso bloqueo a esta zona con las consecuencias para el
Reich. Esto estaba muy presente en los estrategas navales alemanes, por lo
tanto, Noruega se transformó un uno de los grandes objetivos de la estrategia
de guerra naval germana. Los tiempos se aceleraron, cuando el buque petrolero
alemán Altmark, atracó en Noruega con
299 prisioneros de guerra británicos. Winston Churchill, primer lord del
almirantazgo, consideró que era intolerable dicha situación y ordenó su rescate.
El capitán de navío Vian, al grito “Aquí está
La Kriegsmarine
desplegó 5 grupos navales, que incluían dos acorazados de bolsillos,
cruceros pesados y ligeros, 14 destructores y buques auxiliares. Los objetivos eran una serie de puertos clave
de Noruega, que iban desde Narvik – donde salía el vital hierro sueco –
Trondheim, Bergen, Oslo y otras ciudades del sur noruegas. Esta operación
incluía la captura de aeródromos, que facilitaría un rápido control del país y
eliminar cualquier tipo de resistencia organizada. Los británicos reaccionaron
con la operación “Wilfred” con un
acorazado y cuatro destructores. La Royal Navy llevó a cabo acciones de
minado de las aguas noruegas, con la finalidad de interrumpir el tráfico
costero alemán en Noruega. Hábilmente los alemanes, luego de un combate naval,
lograron impedir que los británicos se acercaran a la costa, lo que facilitó la
conquista de Narvik. En Oslo, los alemanes perdieron el crucero Blücher por accionar de la artillería de
costa, causando serios contratiempos para el desembarco de las tropas
destinadas a la captura de la capital noruega y de su gobierno. La enérgica respuesta de
En junio, el almirante alemán Marschall
zarpó con una fuerza compuesta por los buques de primera línea alemana, Scharnhorst, Gneisenau, Hipper y cuatro
destructores. Estos atacaron la base aliada de Halmstad, cercana a Narvik
hundiendo buques logísticos. El 8 de junio fueron hundidos un portaaviones, el Glorius y tres destructores. La campaña
de Noruega, había concluido. En el seno
de la marina alemana hubo un conflicto, dado que el almirante Raeder, recriminó
al vicealmirante Marschall, por su “autonomía” en el plano táctico. Marschall estaba plenamente convencido que el
comandante de
Los corsarios y lanchas rápidas
La guerra en el mar llevó a los marinos
del Reich a los confines del mundo como en tiempos de la Primera Guerra Mundial.
Por un lado, poderosos buques eran desplegados en la campaña de Noruega y por
otro, los torpederos conocidos como Schnellboot,
construidos por centenares, libraron una dura guerra en las aguas del Mar del
Norte, con sus similares británicos. El
accionar de las llamadas “fuerzas sutiles” alemanas significó para el tráfico
aliado el hundimiento de 230.000 toneladas en buques de diverso tipo. Los
buques de guerra hundidos fueron 40 unidades, entre ellos nada menos que dos
cruceros, siete destructores. Los alemanes orientaron el accionar de sus
fuerzas sutiles, contra el tráfico costero británico, donde fueron más
eficientes que los británicos en este aspecto. Estos últimos en cambio,
tuvieron un mejor desempeño en combates navales, gracias al empleo de recursos
como el radar y las prestaciones de las patrulleras británicas. Los alemanes
perdieron 309 buques de sus fuerzas sutiles, de las clases S (para acciones de
combate) y R (con capacidad de llevar a cabo escoltas de convoyes, minado, dragaminas
y búsqueda y rescate), frente a 233 buques británicos. Esto pone en evidencia
la dureza de los combates en el Mar del Norte y el Canal de
Alemania como en
buque mercante corsario Kormoran
La suspensión del Plan Z, rearme naval
alemán, por el inicio precipitado de la guerra, orientó las construcciones
navales, al convertir a buques mercantes, en cruceros auxiliares. Verdaderos “maestros
del disfraz” dificultaba su identificación y gracias a su poder de fuego,
podían llevar a cabo acciones contra el tráfico aliado, operaciones
antisubmarinas o llegado el caso entablar combate con buques tipo destructor o
crucero ligero de los Aliados. Estaban
armados con cañones de
Tropas de infantería de la Kriegsmarine, en los últimos meses de la guerra
En el marco de esta guerra de “corso”
fueron enviados los buques de primera línea, los cruceros Admiral Hipper, Scheer Scharnhorst
y Gneisenau. En el período 1940-1941
fue de grandes victorias para la Flota de Alta Mar alemana atacando el tráfico
mercante de los Aliados. La necesidad de defender los intereses en el
Mediterráneo, impidió a los británicos contrarrestar las acciones alemanas en
el Atlántico. La habilidad táctica
alemana de la mano del almirante Lütjens, permitió que los cruceros Scharnhorst y Gneisenau regresaran sin novedad al puerto francés de Brest.
acorazado Schleswig Holstein abriendo fuego a las defensas costeras polacas el 1 de septiembre de 1939
De la “Batalla del Atlántico” al relevo
del almirante Raeder
El almirante Raeder, tenía serias dificultades, especialmente porque la guerra encontró a la marina de guerra alemana en una situación vulnerable, sin haber alcanzado el tercio del potencial de la británica, a lo que se unía las rivalidades frente al ministro del Aire, mariscal Goering, que impidió contar con un arma aérea naval. Otro de los problemas con los cuales debía lidiar el alto mando naval alemán, era Hitler, personaje ignorante en materia naval, demostrado cuando impuso criterios al respecto, solo causó problemas. Un ejemplo de ello, fue su obsesión por Noruega, queriendo que el grueso de la flota alemana, se desplegara en bases de dicho país, ante la posible invasión británica. Esta fue la lectura errónea, realizada por el dictador germano, luego de un ataque comando británico sobre las islas Lofoten, además de otros puntos, donde fueron hundidos 18.000 toneladas en buques mercantes alemanes y destruidas instalaciones costeras.
Los raids de comandos en Noruega, hicieron
creer a Hitler, que era factible un ataque Aliado de mayor escala. En este contexto, fue lanzada
Los británicos no perdieron tiempo y
desplegaron en Islandia el acorazado Hood,
un acorazado nuevo y seis destructores.
El almirante jede de
El fin de las operaciones de los
corsarios, que fueron en gran parte destruidos, replegó a la marina alemana,
más precisamente a su flota de alta mar a las aguas del Mar del Norte. La idea
de mantener a los cruceros Prinz Eugen, Scharnhorst
y Gneisenau en Brest como flota en
potencia, fue rechazada por Hitler. La zona “destino” sería Noruega. Raeder
movilizó al gemelo del Bismarck, el Tirpitz hacia aguas noruegas. Las
prioridades de la flota sería atacar los convoyes que atravesaban el Ártico
rumbo al puerto soviético de Murmansk. Ahora el peso de los ataques al tráfico
mercante en el Atlántico quedaría en manos del Arma submarina alemana,
conducida por el almirante Karl Doenitz. Las mejoras técnicas y de tácticas,
permitió mejorar el desempeño de la flota de submarinos. Así apareció el
concepto de “manada de lobos”, táctica de atacar en grupos, esto incrementaba
el número de blancos posibles sobre los convoyes aliados, limitaba seriamente
la respuesta de las débiles escoltas. En el marco de estas mejoras, Doenitz,
trasladó su cuartel general a Francia, donde centralizaba la información sobre
ubicación de las flotillas operativas, también modificó los códigos de señales,
dificultando la labor de la inteligencia aliada. Los recursos eran limitados y
a eso se sumaba las exigencias de Hitler, que empleó un número importante de
submarinos en el Mediterráneo, para apoyar el esfuerzo de guerra del célebre Afrika Korps. Las limitaciones no impidieron
que para 1942, por ejemplo, el tráfico mercante entre Europa y América sufriera
pérdidas por 3.1 millones de toneladas en buques mercantes (609 buques aliados
contra 22 submarinos perdidos). Hacia 1943, las mejoras en materia de tácticas
de lucha antisubmarina, en el uso y capacidades del radar, el empleo de
aviación embarcada en apoyo a la seguridad de los convoyes Aliados, tuvo sus
consecuencias en un número creciente de pérdidas para el arma submarina germana.
El Reich había pasado a la defensiva, pero no cabe duda que el Arma submarina
generó serios trastornos al tráfico aliado.
Las últimas batallas
Desde 1942 la escasez de combustible,
limitó las acciones de la flota. Esto fue un serio condicionante, que luego se
extendería a la flota de submarinos. La experiencia en las operaciones en el
Ártico y la posibilidad que el Tirpitz pudiera
ser hundido, luego de fallidos intentos británicos, llevó a Raeder a pedir
refuerzos de la Luftflotte V la Flota
aérea V de la fuerza aérea alemana - para dar prioridad a los ataques a los
portaaviones británicos. Mientras tanto se aceleró el programa de terminación
del portaaviones alemán Graf Zeppelín,
por las demandas de la guerra, quedó en la nada. Solo el casco terminado, para
luego ser hundido en 1945, en plena retirada alemana de los territorios del
Este. No cabe duda que la flota alemana
pagaba caro el tipo de conducción de la guerra que imponía Hitler, agregándose
el no contar con un arma aérea propia, lo que demandaba estar supeditado a las
necesidades de una fuerza aérea que tenía muchas urgencias en los frentes del
Este y del Mediterráneo. Las restricciones impuestas por el führer, impedía que
los comandantes navales tuvieran libertad de acción en el plano táctico. La falta
de flexibilidad tendría un alto costo a los marinos del Reich y la operación
“Arco Iris” (1943) donde una fuerza de cruceros alemana atacaría al próximo
convoy aliado, estaba condenada al fracaso. La batalla del Mar de Barents,
terminó en derrota, fallas en la ejecución del plan por parte del almirante
Kummetz, la inacción del comandante del Lützow,
favorecieron a los británicos.
La marina alemana llevó a cabo una de las
acciones más heroicas de la Segunda Guerra Mundial: la evacuación de dos
millones de refugiados ante el avance soviético. 20.000 encontraron la muerte
por el accionar de minas, submarinos soviéticos y ataques aéreos. Este es un
episodio poco conocido, pero la marina alemana, tuvo un gran talento para
organizar en poco tiempo, para llevar a cabo en los últimos meses de la guerra
la evacuación de tanta gente, mientras el Reich paulatinamente iba camino al
colapso. Un ejemplo del drama fue el
caso del transatlántico Wilhelm Gustloff
(25.484 TRB), oficialmente había embarcado 8.956 personas, cuando en verdad
tenía 10.580. Este buque fue hundido por un submarino soviético S-
Pocos buques de la flota sobrevivieron al
final de la guerra: un crucero pesado, un par de cruceros ligeros y una
importante flotilla de torpederos, cazasubmarinos, patrulleras, buques de
guerra de minas, submarinos y auxiliares diversos. Karl Doenitz, fue nombrado
Führer y Canciller de Reich, por el mismo Hitler antes de quitarse la vida en
mayo de 1945. Su jefatura de estado duró
unos días, hasta que fue detenido por los británicos en Flensburgo junto a su
gobierno.
Karl Doenitz, jefe de la Marina alemana y último "Führer"
Final
Alemania no podía equiparar su capacidad de construcción naval como la británica y sus aliados. Ello incidió en la estrategia naval alemana, que en una primera instancia se centró en planes ofensivos. Podemos identificar que las grandes líneas de la estrategia de Raeder: 1) obtener bases o puntos favorables para eludir el bloqueo británico, que le permitiera por otro lado lanzar acciones contra la flota metropolitana, 2) dividir fuerzas y destruirlas en oportunidades favorables. La guerra de corso jugaba un papel importante para estrangular el comercio marítimo británico y para ello se precisaban bases en Noruega y luego Francia. Hitler nunca comprendió la estrategia naval de Raeder, estaba empecinado en atraer a los británicos o por lo menos creía que estos no impedirían sus sueños del imperio terrestre que ambicionaba. En el plano naval, Hitler tuvo muchas contradicciones. En este marco, los líderes navales alemanes promovieron la construcción de buques pensados para la guerra de corso, como los casos de los acorazados de bolsillo. El estallido de la guerra el 1 de septiembre de 1939 sorprendió a la marina alemana en pleno proceso de reconstrucción. El tipo de conducción estratégica de la guerra impuesto por la dictadura nazi, limitó la cooperación interfuerzas, unida a las intrigas y la política de “divide y reinarás” de Hitler, a fin de ser siempre el que tuviera la última palabra. La falta de flexibilidad en el plano táctico tuvo sus consecuencias, pero también debe reconocerse, mas allá de las especulaciones que nos tienen acostumbrados algunos historiadores, las fuerzas navales alemanas estaban en clara inferioridad de condiciones respecto a su principal enemigo: Gran Bretaña. Algo totalmente distinto a la política naval británica, destacándose la ventaja de la Royal Navy por disponer de aviación de combate embarcada en portaaviones, permitiendo formar grupos de combate navales equilibrados, generando flexibilidad y gran radio de acción a las fuerzas de superficie, agregándose la libertad de acción en el plano táctico.
Los historiadores británicos son
coincidentes, que una fuerza naval alemana con aviación embarcada, hubiera
permitido al Reich adueñarse de los mares del Norte. Sea como fuere, aún con las limitaciones
materiales, logísticas y geográficas, los marinos del Reich, fueron temidos y
respetados en el mar.
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