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Japón. El despertar de una potencia militar
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Las
tensiones geopolíticas, con el asenso de China, la proliferación de armas de
destrucción masiva impulsada por la dictadura de Corea del Norte, y el ascenso
de Rusia, junto a disputas por el
control de islas y espacios marítimos circundantes, han llevado a Japón, a
replantear su política de defensa nacional y el rol de sus fuerzas armadas,
abandonando lentamente su dependencia de Estados Unidos, como garante de la
seguridad japonesa. Tokio está llevando a cabo un verdadero giro en su política
internacional, buscando nuevos aliados y fortaleciendo sus capacidades
militares.
La Constitución japonesa de
posguerra, como consecuencia de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, impuso
a Tokio, una serie de limitaciones sobre el empleo de la fuerza militar, solo
en caso de agresión armada, y haciendo expresa renuncia al uso de la fuerza
para dirimir disputas internacionales. El tratado de seguridad con Estados
Unidos, de 1951, que establece la presencia militar de dicho país, como
garantes de la seguridad de Japón, a cambio, que este último financie dicho
despliegue. En 1954, dado que Washington
tenía limitaciones para asumir plenamente la defensa de Japón, fueron
autorizadas la formación de las Fuerzas de Autodefensa de Japón, denominación
oficial de las Fuerzas Armadas. Surge de
la interpretación del texto constitucional, que aún genera debate en los
círculos políticos japoneses, como la propia sociedad, que el empleo del
Instrumento Militar, no solo en caso de agresión directo a Japón, sino a un
aliado, que implique una amenaza directa a la supervivencia de la nación, y
cuando no existan otros medios, para preservar la seguridad nacional. En 1957,
el Consejo de Defensa Nacional emitió un documento, que por medio de una
directiva estratégica del primer ministro, la estrategia de seguridad de Japón,
se ha centrado en promover el pacifismo y la cooperación internacional.
Los cambios geopolíticos, llevaron a una
revisión gradual de la política de defensa. Así en 2003, vimos tropas japonesas
en tareas de reconstrucción de Irak, recientemente invadido por Estados Unidos.
Que por cierto generó una verdadera polémica nacional, que terminó con el
repliegue de dicha presencia. El ascenso de China como poder regional, país con el cual tiene disputas fronterizas,
tanto por el control de determinadas islas, sino por la delimitación de
espacios marítimos, potencialmente ricos en gas. También ha diferendos fronterizos
con Corea del Sur, que ha impedido, junto a cuestiones sobre las relaciones con
el incómodo régimen norcoreano, que Tokio y Seúl tengan un vinculo fluido en
materia de seguridad.
tanque Tipo 10 japonés.
Nueva Política de Defensa y mayor
protagonismo de Japón en la seguridad regional
El Libro Blanco de Defensa Nacional de
2019, actualizado en 2020, por la crisis COVID 19, considera que la principal
amenaza es Corea del Norte con su programa nuclear. El citado documento
considera prioritario reforzar lazos con Corea del Sur y Estados Unidos. China
y Rusia son también consideradas hipótesis de conflicto. Las incursiones chinas
en aguas japonesas, motivaron a potenciar las capacidades de la Guardia Costera nipona,
agregándose que la Agencia Nacional
de Policía, ha desarrollado capacidades para estar presente en las islas
Senkaku, a los fines de materializar la presencia del estado japonés en un área
disputada con China y la puesta en marcha de la brigada anfibia del ejército
nipón. Siendo esto una verdadero cambio en materia doctrinaria, dado que desde la Segunda Guerra Mundial, se crea
una unidad de tipo expedicionario para llevar a cabo operaciones de asalto
anfibio. La presencia de fuerzas policiales, tiene como objetivo ante
demostraciones, por parte de civiles chinos en zonas disputadas, impedir el
empleo de fuerzas militares, que desde el punto de vista político pueden ser
explotados a su favor por parte de Pekín. A pesar del millar de incursiones que
ha padecido Japón, en sus espacios marítimos, como las violaciones al espacio
aéreo, presencia de submarinos y otras situaciones de tensión, Tokio, actúa con
suma cautela y pragmatismo. No cabe duda que los líderes nipones, observan con
desconfianza un escenario de liderazgo chino en Asia Pacífico, pero con un
ingrediente particular, el interés japonés de mantener una presencia activa en
el mayor mercado mundial, especialmente como exportador de tecnología.
Rusia es otro factor de conflicto, que
data de la Segunda Guerra
Mundial, desde que fuerzas del Ejército Rojo ocuparon el sur de la isla Sajalín
y las islas Kuriles, hecho que ha generado reclamos por parte de Tokio. En los
últimos años se ha incrementado la presencia naval y aérea de Rusia, lo que ha
generado un clima de desconfianza, además de realizar ejercitaciones conjuntas
con fuerzas chinas.
Otros desafíos para seguridad de Japón, es
el terrorismo internacional, especialmente contra objetivos y ciudadanos
japoneses fuera del territorio metropolitano.
En el ámbito espacial, Tokio, es una potencia global y ha desarrollado
una unidad especializada de la Fuerza Aérea,
para la seguridad del sistema de satélites nacional. La ciberseguridad, desde
una ley de 2014, ha
cobrado vital importancia, más para un país altamente tecnificado como Japón,
desarrollando organizaciones de ciberdefensa/ciberseguridad, que ha demandado
fuetes inversiones, especialmente ante los importantes avances en ciberguerra
por parte de Corea del Norte y China.
Japón tiene intereses mas allá de sus
aguas territoriales. Ha sido motivo de
preocupación, la situaron del Próximo Oriente, dado que una guerra entre Irán y
Estados Unidos afectaría al abastecimiento de petróleo que en un 90% proviene
de dicha región. En 2019, el presidente
iraní Rohani visitó Tokio y en 2020, el primer ministro Abe, llevó a cabo una
gira por países árabes. Las buenas relaciones con Irán, están en consonancia
con el objetivo de contar con fuentes seguras de abastecimiento de crudo. Asimismo la seguridad de las comunicaciones
marítimas, especialmente del Indico, infestado de piratería, llevó a Japón a
contar con un destacamento militar permanente en Yibuti.
Podríamos decir que la estrategia de
defensa y seguridad de Japón gira en torno dos grandes ejes. Disuasión: defensa de espacios de interés
soberano, defensa del espacio y ciberdefensa; defensa contra misiles
balísticos; y capacidad de respuestas ante desastres naturales. El otro eje, es
la Cooperación Asia
Pacífico, que implica acercamiento con países amigos en el plano militar,
ejercitaciones conjuntas, apoyo al desarrollo de capacidades, seguridad
marítima, misiones de paz, lucha contra la proliferación de armas de
destrucción masiva.
Estados Unidos ha jugado un rol clave en
la seguridad de Japón, desde el tratado de seguridad de los años 50, donde la
Casa Blanca asumió el compromiso de brindar
seguridad a Tokio. La guerra de Corea,
que insumió recursos, puso en evidencia que este compromiso tendría
limitaciones, lo que abrió las puertas para el renacer de las fuerzas militares
niponas. La guerra de Vietnam, también insumió recursos estadounidenses. Japón,
asumía los costos del despliegue de fuerzas de Estados Unidos en su territorio,
un verdadero paraguas disuasivo en tiempos de Guerra Fría. Esta histórica relación fue revisada a fondo
por la torpe política del ex presidente Donald Trump, que decidió incrementar
sustancialmente el costo de la presencia militar de Estados Unidos de 2.000
millones a 8.000 millones de dólares (Hay 57.000 efectivos repartidos en 86
instalaciones militares en todo el archipiélago japonés). Muchos analistas
vieron esta actitud, como mecanismo de presión, para que Japón tenga un rol más
activo en la seguridad regional, que el peso recae sobre los Estados Unidos,
pero a nuestro modesto entender, esta política, tenía que ver con la visión
aislacionista de Trump y su gobierno, sin medir las consecuencias estratégicas,
y las lecturas que hacen de ello sus adversarios. China y Rusia siguieron
subiendo la apuesta, ya sea a través de demostraciones de fuerza, o apoyando al
régimen de Pyongyang, con su programa de armas nucleares, llevando a Estados
Unidos y aliados a una posición defensiva, siendo ejemplo de ello, la postura
de Corea del Sur, que optó por dialogar con su incómodo vecino del Norte,
dejando de lado a la Casa Blanca,
que a pesar de sus amenazas y sanciones, poco y nada han hecho mella en duro
régimen norcoreano, que consideramos que es un mero agente desestabilizador
patrocinado por China y Rusia, que lo “activan” cuando es necesario y obtener
concesiones en la pugna global con Estados Unidos.
El comportamiento de la
Casa Blanca con sus aliados, durante la era
Trump, generó desconfianza en el liderazgo japonés, sobre el grado de
compromiso de Estados Unidos en caso de un conflicto abierto con Corea del
Norte o China. Esta percepción también fue sentida en Taiwán y otros países del
Asia Pacífico. Tokio, apostó a un acercamiento con otros actores, de Europa
como del Sudeste de Asia, incluso con países iberoamericanos, como Perú,
México, y Chile. Incluso el cambio de legislación, permite a Japón exportar
tecnología militar – por cierto puntero y al nivel de los países líderes en
dicha materia – ofreciendo aviones de patrulla marítima a países de Europa
Occidental, e incluso Filipinas. En este último país, donde los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial,
generaron siempre cierta distancia entre Manila y Tokio, no ha impedido, ante
el deterioro de las relaciones entre Washington y el polémico presidente
filipino Rodrigo Duterte, que Japón se ofreciera a modernizar la estratégica
base de Subic Bay, en uso por las Fuerzas de Estados Unidos, pero cuyo futuro
es incierto. Pero Tokio, sigue avanzando, creando lazos y mecanismos de
confianza, que incluyen a Vietnam, donde pareciera que Japón sirve de
interlocutor entre Hanoi y Washington ante un enemigo común: China. Los
acuerdos de defensa y cooperación tecnológica se extendieron a la India, país con el cual se
han llevado ejercitaciones navales.
Estas maniobras geopolíticas están estrechamente relacionadas, con
afianzar vínculos con países atravesados por las líneas de comunicación
marítima que conectan a Japón, con áreas que proveen especialmente petróleo
para alimentar su poderosa economía. Australia, es otro actor relevante en el Asia
Pacífico, y como potencia regional emergente, para Tokio, tiene un importante
valor, que llevó al primer ministro Abe a visitar este país, como tomar
acciones destinadas a exportar tecnología puntera para el programa de
submarinos australianos, llevar a cabo ejercicios militares y acuerdos de
cooperación tecnológica.
Corea del Sur, país llamado a ser el
aliado clave para la seguridad del Japón, mantiene relaciones distantes.
Existen diferendos en materia de fronteras marítimas, el control de islas, de
valor estratégico, como comerciales, y la postura en torno a Corea del Norte.
Seúl tiene una fuerte dependencia en materia tecnológica, en materia de
determinados componentes de alta tecnología para el gigantesco tecnológico
surcoreano Samsung. El volumen de negocios entre ambos países es mas de US$
80.000 millones y por ende hablamos de un importante grado de interdependencia,
pero el intercambio ha sido hacia la baja, dado que en 2001 el comercio
surcoreano con Japón era del orden del 15% pasó a la mitad en 2018,
observándose un incremento de los vínculos con China, cuyo comercio bilateral
saltó del 10% al 25% en el mismo período. Es indudable que hay clima de
desconfianza entre ambas partes, y requiere de una revisión de estas
relaciones, pero ello precisa, de un liderazgo como el de Estados Unidos,
aliado de ambos países, para promover medidas de confianza y cooperación.
Disputas territoriales entre Japón y Corea del Sur.
Las Fuerzas Armadas y sus desafíos en el
marco de la nueva política de defensa y las tensiones regionales
Las fuerzas armadas japonesas comenzaron
en los 90, a
tener una activa participación en la seguridad internacional bajo el mandato de
Naciones Unidas. Lideraron con éxito la misión en Camboya, pero en 2003, hubo
una ruptura de esta tradición, con el apoyo abierto, a la aventura de Bush en
Irak. Asimismo, en 2001, hubo un antecedente, la ley Antiterrorista, que
habilitó el despliegue de las fuerzas armadas, o JSDF, por sus siglas en
inglés, para despliegues en el exterior en apoyo a la lucha contra el
terrorismo trasnacional.
La necesidad de garantizar la seguridad a
las extendidas líneas de comunicaciones marítimas niponas, llevaron al
despliegue de fuerzas navales en el Golfo de Adén, dado el ataque de piratas a
buques mercantes japoneses. En 2019, no exento de polémicas públicas, el
gobierno de Tokio, desplegó medios navales y un avión de patrulla marítima, en
apoyo a buques mercantes que transitaban las peligrosas aguas del Golfo de
Adén. Esto llevó a instalar una base permanente, en 2010, en la pequeña república de Yibuti, para apoyar
estas operaciones.
En estos últimos años, ante el envejecimiento
de la población japonesa, afecta la capacidad de reclutamiento de voluntarios,
lo que ha llevado a extender el límite de edad de las incorporaciones a 32
años, apostar a la inteligencia artificial, robótica, e modificar el rol de la
mujer en las fuerzas japonesas. Recordemos que el país, tiene un alto nivel de
desarrollo tecnológico, que no se ha volcado del todo al ámbito militar, lo que
genera incertidumbre en países como China, dado existe el temor, es que la
enorme capacidad japonesa en materia de innovación se vuelque en mayor grado al
ámbito militar.
Las Fuerzas de Autodefensa de Japón,
cuentan con unos 230.000 efectivos. El comando en jefe recae en la figura del
primer ministro. El Ministerio de Defensa, no tiene tantos años de existencia,
anteriormente, las fuerzas militares, dependían directamente del Primer
Ministro por medio de la
Agencia de Defensa. Las
fuerzas japonesas cuentan con un Jefe de Estado Mayor Conjunto, que asume el
comando operacional de las fuerzas que sean asignadas en caso de crisis. Los
jefes de estado mayor de las tres ramas de las fuerzas armadas, tienen
potestades de carácter administrativo sobre el personal y medios asignados. Las
fuerza japonesas están desplegadas en cinco ejércitos, cinco distritos
marítimos y cuatro regiones aéreas. Japón esta apostando a mejorar la capacidad
de llevar operaciones conjuntas.
El Consejo de Seguridad Nacional es el
órgano de debate estratégico, que asiste al Primer Ministro. Fue creado en
2013, donde surgen las directivas de defensa, que son aprobadas en conjunto por
el gabinete japonés. Esto pone en evidencia que en materia de política de
defensa, intervienen todas las ramas del gobierno, y las medidas adoptadas se
basan en el consenso
La gestión de Shinzo Abe como jefe de gobierno,
ha significado el incremento sustancial del presupuesto de defensa,
proyectándose un gasto del 57.000 millones para el 2024. En 2020 el presupuesto
era de US$ 47800 millones, siendo las prioridades en el programa de
inversiones, son el incremento de capacidades de transporte táctico, aviones de
lucha antisubmarina, construcción de nuevos submarinos convencionales,
adquisición de aviones de combate F35, de reabastecimiento. Esto forma parte de
un ambicioso programa de inversiones de US$ 250.000 millones, que abarcan
aviones de alerta temprana, misiles antibuque de alta velocidad, sistemas de
defensa contra misiles balísticos (basado especialmente en sistemas sobre
buques de la marina japonesa), modernización de los buques portahelicópteros
para poder operar con aviones F35B; modernización de la flota de aviones F15J;
incorporación de aviones F35 (programa que forma parte industrias japonesas).
Los programas de inversión favorecen especialmente el sector aeronáutico,
agregándose los trabajos realizados para la puesta en servicio de un caza
nacional de quinta generación. El sucesor de Abe, Yoshihide Suga, aprobó en
2021, nuevos aumentos del presupuesto militar por más de US$ 5000 millones en
materia de inversiones.
La industria de defensa, está recibiendo
mayor grado de atención. La tradicional dependencia de Estados Unidos se está
reduciendo, a favor de diversificar proveedores, especialmente de Europa, como
desarrollos propios. El gobierno ha impulsado la creación de la Agencia ATLA, destinado a
centralizar en una entidad un modelo de desarrollo de la industria de defensa,
aprovechar racionalmente capacidades e impulsar que las grandes empresas formen
parte de programas militares. En materia de investigación y desarrollo, el
estado ha puesto especial interés en materia de inteligencia artificial,
ciberdefensa, submarinos, sistemas aéreos no tripulados, defensa contra misiles
balísticos, capacidades anfibias, inteligencia y reconocimiento, y tecnología
espacial.
Japón. Una nueva potencia militar en ascenso
Las limitaciones legales como políticas,
condicionan el desarrollo de las fuerzas armadas, agregándose el factor
demográfico y económico. Es por ello, que de manera inteligente, las
inversiones están orientadas a fortalecer aspectos tales como la ciberdefensa,
guerra electrónica, lucha antisubmarina, defensa contra misiles balísticos,
alerta temprana, vigilancia y control, defensa del espacio aéreo, como
potenciar la capacidad de proyección de las fuerzas japonesas, especialmente
con la creación de una potente brigada anfibia y el empleo de aviación de
combate embarcada en los buques tipo Kaga e Izumo.
El incremento de las capacidades aludidas,
están estrechamente ligadas al incremento del poder naval chino, especialmente
de su poderosa arma submarina, cada vez más presente en aguas japonesas, y ante
la preocupación de Tokio sobre la seguridad de Taiwán. Aunque no existe acuerdo
formal de defensa, es sabido en círculos especializados, que una crisis
militar, llevaría a Japón apoyar decididamente la libertad del gobierno de
Taipeh, no en vano la capacidad de proyección naval, se está incrementando, de
manera modesta, pero suficiente para brindar una cobertura aérea a una fuerza
de tareas, que eventualmente pueda desplegarse en apoyo a fuerzas de Estados Unidos,
o para garantizar la seguridad de las líneas de comunicaciones marítimas
propias.
La llegada de Joe Biden a la
Casa Blanca, ha limado asperezas, siendo
muestra de ello, la renovación de los acuerdos militares por US$ 1900 millones,
pero ello no impide que los líderes en Tokio, apuesten a una estrategia
autónoma, con sus costos asociados, dado la situación económica del país, con
bajas tasas de crecimiento, problemas de envejecimiento poblacional, la
competencia de Corea y China, pero pareciera que las cartas han sido echadas. Los
cambios en materia de política de defensa, están estrechamente vinculadas, con
la posición de Estados Unidos en Asia Pacífico, que pareciera estar a la
defensiva, ante el ascenso de China. Ante las dudas generadas por la reacción
de Washington en una crisis de magnitud en la región, Tokio, apuesta a
incrementar sustancialmente capacidades defensivas y de manera limitada, de
proyección de fuerzas, para la protección de islas, disputadas y eventualmente
Taiwán. Estas acciones se llevan a cabo con maniobras geopolíticas, destinadas
a generar lazos con países que tienen escenarios de tensión con China, o que
perciben a este país como un factor de riesgo a sus intereses. La falta de
liderazgo de Estados Unidos, ha impedido reforzar lazos con Corea del Sur, no
obstante ello, Tokio, ha buscando generar canales de diálogo con países como
Filipinas, Vietnam, Australia, India y dar señales claras a Taiwán, sobre el
rol de Japón en la seguridad regional y la necesidad de contener a China.
La política de seguridad de
Tokio, es manejada con cautela, pero con pulso firme, evitando escalar el
conflicto de manera innecesaria. Pero dado el contexto internacional, no cabe
duda que estamos ante un proceso de ascenso, con sus limitaciones, de Japón
como poder militar en la región Asia Pacífico.
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