Rusia. Poder Militar y conflictos en el siglo XXI
Rusia
tiene una tensa relación con Occidente. Los intereses contrapuestos en
Medio Oriente, Europa del Este, el Báltico y el Ártico, han llevado a una
escalada de tensiones, que van desde el conflicto híbrido de Ucrania, la guerra
de Siria, el despliegue de tropas de la OTAN en los Estados bálticos y la
creciente competencia por el control del Ártico. Rusia compensa su debilidad
económica, con una hábil política exterior, una reconversión de su sistema de
defensa y maniobras geopolíticas llevadas a cabo con suma habilidad, teniendo
un aliado – competidor, como China, que genera también una peculiar relación
entre Moscú y Pekín. La diplomacia de vacunas, gracias al éxito de la vacuna
contra el COVID 19, Sputnik V, le ha dado a Rusia un papel impensado en el selecto
grupo de países con industria farmacéutica puntera, y le abre las puertas a
consolidar lazos con América Latina y África.
Por
Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Director
de Diario El Minuto
Rusia
es un estado multiétnico, donde prevalece la población de origen eslavo, en un
vasto espacio de 17 millones de km2 tiene múltiples desafíos para su
seguridad nacional. Las relaciones con
Estados Unidos y Europa se han deteriorado, especialmente por el choque de
intereses en Ucrania y el Próximo Oriente. Pero estos conflictos de intereses,
podemos encontrarlos en el avance de la OTAN hacia los países de Europa del
Este, como el intento de Estados Unidos, en la guerra de Afganistán de extender
su influencia al Asia Central, en las antiguas repúblicas soviéticas. La Federación
Rusa, nació como estado independiente en 1991, con graves problemas internos,
desde la corrupción a niveles alarmantes, separatismos, problemas de
gobernabilidad, una economía hundida y que precisaba reconvertirse al modelo
capitalista, y un panorama político, en manos de líderes, que buscaban quedarse
con el máximo poder posible para conservar sus privilegios. Es el tiempo donde nacieron los “oligarcas”
que se apoderaron de antiguas empresas del estado y eran un serio desafío al
poder del Kremlin (en los años 90 se estimaba que unos 150/200 de estos
controlaban el 50% del PIB). La respuesta años caóticos de Yeltsin, fue el
nacionalismo y un nuevo de estilo de conducción en manos de una estrella en
ascenso, Vladimir Putin. Este asume como
presidente interino, ante el repentino retiro de la escena de Boris Yeltsin en
diciembre de 1999.
En el
año 2000, fue publicado un decreto del presidente Putin, sobre los nuevos
conceptos de seguridad nacional, en otras palabras, una verdadera Directiva
Estratégica, donde planteaba un cuadro de situación acertado, especialmente por
el despliegue de bases militares a las fronteras rusas; la presencia de la OTAN
en áreas de interés nacional de Rusia, y la competencia de otros Estados, para
reducir la influencia rusa en el plano internacional. Otros aspectos, destacables la cuestión de la
proliferación de armas de destrucción masiva; el terrorismo internacional, que
afecta especialmente la seguridad de áreas sensibles como el Cáucaso. La cuestión del dominio de la información, ha
sido objeto de interés de Rusia, especialmente al ser percibidos como
mecanismos de acción psicológica y para desestabilizar el frente interno. No en
vano Moscú apostó al desarrollo de cadenas de noticias, un aceitado sistema de
ciberdefensa/ciberseguridad, como de reforzar sus recursos de inteligencia y
contrainteligencia, dado que en el citado decreto presidencial ruso, señalaba
una fuerte presencia de servicios de inteligencia extranjeros operando en suelo
ruso.
La competencia
en materia de tecnología y la postura adoptada por determinadas potencias
industrializadas, también es considerada un riesgo a la seguridad. Especialmente
por el espionaje industrial, competencia desleal, presiones de diverso tipo,
agregándose un claro interés de mantener el control de determinados mercados y
negar el acceso a otros actores, como desplazarlos. Un ejemplo ha sido por
ejemplo, en Argentina, la presión ejercida por poderosas empresas automotrices
de Estados Unidos y Europa, para impedir la radicación de una planta de montaje
de camiones, como de automotores de una reconocida firma rusa hace varios años
atrás. Rusia entiende esto como un
riesgo a su seguridad, dado que afecta al desarrollo de su economía. Asimismo,
consideró que en el campo de la tecnología militar había – y lo hay – una carrera,
que sin ninguna duda impacta en el campo de batalla del siglo XXI.
Rusia
heredó un poderoso complejo industrial militar, pero con serios problemas, en
materia de atraso tecnológico, corrupción y con la implosión de la Unión
Soviética, muchos proveedores quedaron en nuevos y frágiles estados,
complicando aún más las cosas. Esto llevó a un profundo reordenamiento, en el
marco del nuevo concepto de seguridad nacional del año 2000. Además el nivel de
preparación y calidad de las Fuerzas Armadas rusas, era extremadamente bajo, un
serio riesgo a la estabilidad del país. Solo la poderosa capacidad nuclear, era
considerada el factor realmente disuasivo. Y por lo tanto un recurso
irrenunciable. Rusia considera su empleo, a los fines de garantizar su propia
supervivencia, cuando los recursos convencionales, sean ineficaces o hayan sido
desbordados.
Los intentos
de otros estados de extender su influencia cultural y religiosa a Rusia, es
visto también como un riesgo a la seguridad nacional. La región del Cáucaso ha
sido escenario histórico de este tipo de conflictos. No en vano, Rusia
intervino en la pasada guerra de Nagorno Karabaj, con la clara finalidad de
impedir que Turquía se convierta en un actor clave y extienda su influencia
política, militar, cultural y religiosa. Es sabido que el régimen de Erdogan
busca proyectarse sobre las repúblicas de Asia Central, con las cuales tiene
lazos culturales y religiosos. El extremismo
islámico también tiene una agenda en dicho espacio, como quedó reflejado en las
guerras de Chechenia o la actividad terrorista en Daguestán. La injerencia extranjera también ha sido una
realidad en movimientos separatistas, siendo el caso más relevante el caso de
Chechenia, donde combatientes entrenados en Afganistán y otros países, fueron a
librar una verdadera Yihad, en un claro intento de sembrar el caos en el
Cáucaso. El dinero proveniente del Golfo Pérsico, alimentó esta estrategia. Es
por ello que Rusia, ha decidido subir la apuesta, y hacer acto de presencia en
el avispero sirio. El triunfo de estos grupos siniestros, implicaría un riesgo
directo al flanco sur de Rusia.
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guerra de Chechenia |
El crimen
organizado, que fue un verdadero azote en la presidencia de Yeltsin, copando
estructuras del estado, convirtiéndose las mafias rusas en actores de proyección
global, también ha sido visto como una seria amenaza a la seguridad del país.
El entonces ministro de defensa ruso
Sergei Ivanov en 2005, en un trabajo titulado “Las Fuerzas Armadas de
Rusia y sus prioridades geopolíticas” señaló el grave peligro de los estrechos
vínculos entre terrorismo y crimen organizado, algo que hemos observado en
nuestra región, especialmente en Colombia, donde grupos terroristas, para
financiarse tiene una estrecha relación con grupos criminales.
Rusia en
el marco de estos desafíos al comienzo del siglo XXI, fueron considerada como
garantías para la seguridad nacional, la protección del ambiente, gestión
racional de los recursos naturales, seguridad de las instalaciones nucleares, como
también la desactivación y eliminación de armas destrucción masiva, en el marco
de medidas de confianza internacional y evitar el riesgo que cayeran en manos
de grupos criminales/terroristas. Uno de los aspectos clave en materia de la
política de seguridad nacional, fue impulsar una activa política exterior, algo
que el liderazgo del presidente Vladimir Putin tuvo bien en claro, con suma habilidad
y talento estratégico. La Directiva del
año 2000, tuvo como grandes ejes en materia de política exterior, impulsar el multilateralismo,
participación activa en misiones de mantenimiento de paz, incrementar el rol de
Moscú en los países de la ex Unión Soviética (especialmente para la protección
de las minorías eslavas e intereses económicos – estratégicos rusos), medidas
de confianza en materia de seguridad con acuerdos en materia de proliferación
de armas, y políticas de cooperación en materia de lucha contra el terrorismo y
el crimen organizado.
El mantener
la influencia en los antiguos estados soviéticos, integrados en gran parte en
la Comunidad de Estados Independientes, no ha sido fácil, dado que Rusia no
cuenta con suficiente poder económico para contrarrestar las influencias de
Estados Unidos, la Unión Europea, países del Golfo Pérsico y ahora China. La llamada
“Ruta de la Seda” debería ser motivo de preocupación, dado que esto generará
mayor dependencia económica de los países de Asia Central de China y esto
afecta directamente a Rusia, que también puede sufrir ser “satelizada” por
Pekín, convertido en la gran potencia industrial del mundo. La Organización de
Cooperación de Seguridad u OCS, en los cuales participa China, Rusia y países
de Asia Central, ha sido un mecanismo de promover medidas de confianza, pero no
ha logrado conformar una Alianza como la OTAN, pero es una respuesta, ante los
intentos de Estados Unidos de proyectarse en áreas de interés tradicionalmente
rusas o chinas.
En 2005
en un documento de trabajo cuyo autor era el ministro de defensa Sergei Ivanov,
señaló que las misiones de las Fuerzas Armadas rusas eran hacer frente amenazas
externas, internas y transfronterizas. Los conflictos asimétricos, según el
ministro, se convirtieron en un serio desafío para la doctrina militar rusa,
que significó una importante transformación, en su despliegue, entrenamiento y
concepción para llevar a cabo operaciones militares. Asimismo, Ivanov dejó en
claro, la posibilidad de emplear la fuerza de manera preventiva, para la
defensa de los intereses rusos. Los altos
precios de las materias primas, especialmente gas y petróleo, del cual Rusia es
un gran exportador, permitieron generar una bonanza económica y financiar un
ambicioso proyecto de modernización de la defensa nacional. Esto permitió
llevar a cabo la segunda campaña militar contra Chechenia, además de librar
otros conflictos, logrando movilizar a la opinión pública con un fuerte
discurso nacionalista. La reforma del complejo industrial militar, permitió a
Rusia irrumpir nuevamente como gran proveedor de sistemas de arma avanzadas,
incluso en mercados casi vedados como América latina y el Oriente Medio.
La
transformación de las fuerzas armadas, un nuevo desarrollo doctrinario,
permitió llevar a cabo acciones limitadas a pequeña escala, pero con grandes
ganancias geopolíticas. Georgia, antiguo aliado de Moscú, con un cambio de
régimen interno, se convirtió en un estrecho aliado de la OTAN, pero sin el
adecuado apoyo material y económico. Rusia antes de que dicho país se
fortaleciera, dio un mensaje claro en 2008, con una guerra de cinco días, donde
dejó a Georgia fuera de combate, y apoyo la secesión de tres regiones
separatistas, controlando indirectamente al régimen de Tiblisi y neutralizando
cualquier maniobra geopolítica hostil a los intereses rusos en la zona.
Ucrania, actor clave para la política rusa, tuvo su revolución de “colores” el
llamado Euromaidán en 2013. El reemplazo del gobierno pro ruso por otro
abiertamente hostil, llevó a Moscú a pasar a la acción directa. El acceso al
Mar Negro, el control de la estratégica Crimea, era vital para el acceso ruso
al Mediterráneo. En 2014 en un golpe de mano, Crimea se convirtió en un sujeto
federal ruso, lo que abrió el abismo con Occidente. La crisis de las
poblaciones rusas en el oriente de Ucrania, abrió las puertas para un conflicto
armado, siendo un reflejo de las llamadas “Guerras Híbridas”, concepto que
Moscú se ha convertido en un referente. En materia de política exterior, Rusia
ha desarrollado la llamada “Doctrina Primakov” en honor al brillante ministro
de exteriores ruso, cuyas directrices en política exterior señalaban, una
mediación de bajo costo – no empeñar grandes recursos ni efectivos en áreas
determinadas – mantenimiento de la influencia rusa en las antiguas repúblicas
soviéticas, Oriente Medio, impulsar el multilateralismo frente a Estados
Unidos, un acercamiento con India, China para generar un contrapeso frente al
poder de Washington. La respuesta de
este ha sido buscar aislar a Rusia, proyectándose sobre países periféricos a la
región euroasiática, como los casos de Ucrania, Georgia, países Bálticos y de
alguna manera tolerar las aventuras de Ankara en el Oriente Medio.
Moscú
hace unos años regresó al escenario africano, a pesar que el gran actor en este
es China, que gracias a su abultada billetera, se ha mostrado como una
alternativa a los europeos, muchas veces reacios, hacer negocios con gobiernos impresentables,
por presiones políticas domésticas. Rusia tiene menos capacidad en materia de
inversiones que China, pero hábilmente ha logrado instalarse en el escenario
africano, apoyándose en históricos aliados en la región como Argelia. Los rusos
se han mostrado más eficientes para garantizar estabilidad, en escenarios como
la conflictiva República Centroafricana, y como proveedores de avanzados
sistemas de armas. Otro ejemplo de este “regreso” es el establecimiento de una
base naval rusa en Sudán.
La crisis
del COVID puso otra dura prueba a Moscú, con una economía ya golpeada y con
tensiones políticas internas, además de un claro deterioro de las relaciones
con Europa. El lanzamiento de la vacuna Sputnik V, pone a Rusia en el selecto
grupo de países, que han sido pioneros de vacunas, cuya demanda, incrementa su
presencia política. El mal manejo de Estados Unidos de la crisis sanitaria,
permitió tanto a Moscú como a Pekín, con su “diplomacia de vacunas” tener una
mayor presencia en América Latina y África.
Las Fuerzas Armadas rusas ante el nuevo
milenio
El fin
de la Unión Soviética significó una crisis casi terminal a los militares rusos.
El enorme arsenal heredado, especialmente sofisticados submarinos nucleares,
una gigantesca flota de aeronaves, blindados, y un largo etc., era insostenible
mantener. La guerra de Chechenia, un verdadero fiasco militar, llevó al
gobierno a revisar la situación de sus fuerzas armadas a fondo. Una enorme
tarea, dado que gran parte del armamento era anticuado y la magnitud de los
efectivos. En 2003 el Ministerio de Defensa inició un proceso de
reestructuración, miles de profesionales tuvieron que irse a sus casas, se
tomaron medidas drásticas para hacer eficiente el gasto militar, incrementar
las inversiones, lo que significó reducir el número y magnitud de fuerzas. En 2004
se dio luz verde para la formación de Fuerza Permanente de Alta Disponibilidad,
que actuó con mayor rapidez y eficacia en la crisis chechena. En 2008, luego de la guerra de Georgia, las
fuerzas rusas seguían teniendo falencias en sistemas de comunicaciones, comando
y control, obtención de objetivos, guiar ataques aéreos o de artillería con
eficacia. La posible ampliación de la OTAN a Ucrania y Georgia, generó alarma
en Moscú.
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Policías Militares rusos en Siria |
El ejército
por ejemplo organizado en divisiones al estilo soviético, dio paso a unidades
tipo brigada, menor número de efectivos, mucho más móviles, una gran potencia
de fuego y una sustancial autonomía logística respecto al modelo vigente. La
reducción de la fuerza permanente incrementó la importancia de los reservistas.
En 2011 fue aprobado un programa de armamento, que tuvo como objetivo que en el
2020, el 70% del armamento ruso fuera moderno.
No obstante ello, y la dificultad para llegar a esa meta, el material
antiguo fue modernizado, y su eficacia fue puesta a prueba con éxito, como los
aviones de combate SU 24, SU 25 o Mig 31. En 2012, de la mano del ministro de defensa
Shoygu, hubo nuevos cambios, especialmente en materia de organización, donde
los cuerpos de ejército recuperaron su lugar, mejorando la capacidad de comando
y control de fuerzas en mayor número en el campo de batalla. La gran novedad en
esta etapa fue las mejoras en materia de guerra híbrida, donde las fuerzas
rusas recibieron una particular preparación.
Las fuerzas navales, que deben operar en teatros muy particulares, como
el Mar Báltico, el Ártico, Océano Pacífico y el Mar Negro, hicieron un gran
esfuerzo para evitar la pérdida de capacidades, por el alto costo de
mantenimiento de una flota envejecida. Paulatinamente una nueva generación de
fragatas, corbetas, destructores, submarinos nucleares y convencionales. La marina rusa está adquiriendo capacidades
punteras anti acceso y denegación de área (conocidos como Estrategias A2 AD). Luego
de años de penurias y operar viejos buques de la era soviética, lentamente se
construyen nuevos buques, estando previsto un nuevo portaaviones La puesta en
marcha de una nueva doctrina militar ha generado particular importancia a los
vehículos aéreos no tripulados, misiles crucero, sistemas de defensa antiaérea
de largo alcance, etc.
El proceso
modernizador estuvo sostenido con el incremento sustancial del gasto militar,
que en la primera década del Siglo XXI, de US$ 27.000 millones, llegó a US$
61.000 millones en 2016. El incremento
del gasto estuvo acompañado por un proceso de profesionalización, reduciendo la
dependencia del personal proveniente del servicio militar obligatorio. El personal
de cuadro permanente de 350.000 se redujo a 150.000 para finalmente contar con
unos 250.000, más 450.000 soldados profesionales. El problema del
reclutamiento, viene de la mano del envejecimiento de la población, que afecta
especialmente a los mandos, en su gran parte de origen ruso étnico. Los distritos militares, dieron paso a mandos
conjuntos, más el del Ártico.
Rusia
aprendió las lecciones pasadas, los líderes militares y políticos, saben que no
pueden competir con el poder de la OTAN. Saben que la competencia en el plano
tecnológico e industrial militar, llevó a la URSS a la ruina. No van a repetir
la historia, por ende las fuerzas rusas evolucionaron hacia el desarrollo de
capacidades convencionales combinados con escenarios de guerra híbrida. En
2012, en el marco de cambios, fueron organizadas dos fuerzas conjuntas con
150.000 efectivos de terrestres y aéreos, con un neto perfil convencional, sin
olvidar el desarrollo de capacidades para escenario de guerra no
convencional/híbrida. En el plano terrestre, se basa en la estrategia de
dominio focalizado, y de la “suma a través de la resta” que como explica el
general español Pardo de Santayana, significa debilitar y desestabilizar a un
país vecino para reforzar la posición rusa respecto de dicho estado. El sitio es el método preferido de lucha y
donde la velocidad es vital para dar golpes contundentes, y de esta manera,
ganar tiempo ante la reacción internacional. En este marco tenemos que mencionar
la doctrina Gerasimov, un verdadero cambio en la mentalidad militar rusa,
enterrando el concepto soviético de uso masivo de fuerzas, por otro más
versátil, flexible que integra fuerzas convencionales, especiales, combinado
con operaciones psicológicas y desinformación, actores locales (milicias,
grupos insurgentes). La política exterior rusa, ha tenido sus éxitos, lo que ha
permitido acceder a nuevas bases aéreas y navales, que compensan las serias
limitaciones de despliegue estratégico de las fuerzas aéreas y navales rusas. La prueba de fuego de este modelo vino con
los conflictos de Siria y Ucrania.
En el
caso de Ucrania, fue una apuesta arriesgada en el marco de la puesta en marcha
de la nueva doctrina de defensa. Crimea fue anexada por medio de un verdadero
golpe de mano, explotando hábilmente la debilidad del régimen de Kiev,
rápidamente creando las condiciones para un referéndum, donde dicho territorio
regresó al control de Rusia (había sido rusa hasta 1953, cuando por decisión de
Jruschev fue transferida Crimea de Rusia al control ucraniano, parte del imperio
soviético en ese entonces) La sorpresa, puso en evidencia la eficacia de la
inteligencia estratégica rusa en el conflicto. La crisis en las regiones del
Donbass y Donetsk, fue también explotado por Moscú, que armó a las milicias
locales, creando dos estados de facto independientes, que libran una guerra de
desgaste con Kiev. De esta manera Rusia conserva el control indirecto de dos
áreas que históricamente son las más industrializadas de Ucrania y
estrechamente ligadas a Rusia, no solo por cuestiones étnicas, sino económicas,
con la correspondiente sangría para Ucrania. La vigencia del conflicto ha sido
un serio condicionante para que Kiev diera los pasos para ser parte de la Unión
Europea y la OTAN. Rusia ha creado un “cinturón”
de amortiguación formado por las regiones separatistas rusas en Ucrania y
Crimea. Esto afecta la viabilidad de Ucrania, le resta margen de maniobra y la
condiciona. En 2016, en el marco del conflicto híbrido ucraniano, un
ciberataque dejó sin energía a 225.000 personas en Ucrania, en pleno invierno. Ahora
los expertos hablan de “cibermilicias” que operan en la llamada “dark web” contratados
por Rusia o por agencias de inteligencia rusas, que han sido un verdadero
quebradero de cabeza para la Unión Europea. Incluso se habla que esto ha
llegado tan lejos, que han intervenido en las elecciones presidenciales de
Estados Unidos, cuando fue electo el entonces presidente Donald Trump, un
personaje que en cierto punto, era afín a intereses de Moscú, con sus
ideas. Volviendo al tema de Ucrania,
Rusia obtuvo una victoria estratégica, cuyo objetivo era impedir que dicho país
ingresara de lleno a la Alianza Atlántica y por ende la instalación de bases en
un área muy sensible para el interés nacional de Moscú., con el empleo mínimo
de fuerzas. El efecto las sanciones han
sido importantes, pero no tan graves, para hacer mella a la voluntad rusa.
En Siria,
en 2015, fue otro golpe maestro de la estrategia rusa. La política de Estados Unidos en dicho país,
creó las condiciones para el triunfo de los yihadistas, lo que abría las
puertas a su proyección sobre el flanco sur ruso, el convulso Cáucaso. El campo de batalla sirio, fue otro ejemplo
de formas de hacer la guerra no convencional.
Los rusos en una primera instancia desplegaron medios navales y aéreos, en
el plano terrestre, tropas de fuerzas especiales, mercenarios (contratistas
privados) que proveyeron apoyo a las fuerzas sirias y sus aliados (Hezbollah,
milicias pro Assad), de manera escalonada llegaron apoyos de artillería,
comunicaciones, inteligencia, comando y control. Fuerza navales rusas golpearon con misiles
crucero desde sus despliegue en el Mediterráneo e incluso el Mar Caspio. Los rusos lograron una adecuada integración
con las fuerzas sirias, adoptaron una táctica de atacar grupos terroristas y
rebeldes, de manera limitada, pero con el objetivo de mermar su capacidad de
combate, generar presión psicológica sobre los combatientes. Las fuerzas
contrarias al régimen de Damasco, sufren bloqueos, que les impide el acceso
asistencia sanitaria, alimentos, y equipo de combate, como reemplazo de
personal perdido en la batalla. Esto afectó especialmente a la población civil
que les brindaba apoyo, y también provocó el derrumbe de las fuerzas
rebeldes. La política de rotar mandos
medios y altos en el teatro sirio, permite que adquieran valiosa experiencia en
guerra no convencional, lo que impacta en la calidad de las fuerzas armadas
rusas. El campo de batalla sirio, los
rusos tuvieron bien en claro los objetivos, los recursos disponibles y los
medios asignados para el cumplimiento de los objetivos, es por ello el éxito de
su intervención. El esperado derrumbe de Assad, no sucedió y Rusia aleja el
problema de un “paraíso” extremista que hubiera exportado el terror al corazón
de la misma Rusia. En este escenario, Moscú desplegó armamento moderno, como
otro más anticuado, debidamente modernizado, que cumplieron acabadamente.
La valiosa
experiencia siria, permitió que las fuerzas rusas fueran desplegadas en apoyo a
la República Centroafricana, Libia, Mozambique, Madagascar, agregándose las
facilidades navales y aéreas en África y posiblemente en América Latina,
especialmente en Venezuela. La delicada situación
de Afganistán, donde el presidente Trump negoció la paz con los talibanes a
cambio del retiro de las tropas norteamericanas, no hizo más que agudizar la
escalada de violencia. Los talibanes no cumplieron nada y apuestan con imponer
su dictadura religiosa. Rusia sabe que ello implica problemas en áreas
sensibles, como las repúblicas de Asia Central y no ha dudado, en ofrecer
tropas de pacificación. Siguiendo con
las torpes políticas de Trump, en materia de acuerdos de control de armamento,
no ha hecho más que aumentar las tensiones, la proliferación de armas, especialmente
en materia de misiles. El fracaso de Estados Unidos en los conflictos libio,
sirio, afgano, ha sido la gran oportunidad del Kremlin, que recupera viejos
lazos con antiguos aliados como Egipto, lleva a cabo ejercitaciones conjuntas
con China e Irán en el Océano Índico. Rusia también ha llevado a cabo ejercicios
con Sudáfrica, la primera potencia de África subsahariana.
El
Ártico es otro escenario de tensión entre Rusia, Canadá, Estados Unidos y ahora
China, que gracias al calentamiento global, se convertirá en una ruta de
navegación alternativa, además del potencial en materia de hidrocarburos, y el
valor estratégico. El presidente Putin hizo del Ártico una verdadera causa
nacional, su control obedece también a la seguridad del propio espacio,
especialmente Siberia, vasto espacio escasamente poblado y de gran potencial
minero y energético. En el plano militar se han organizado brigadas adaptadas
especialmente al combate en el escenario ártico, acompañado por la recuperación
de bases aéreas, despliegue de baterías antiaéreas de largo alcance S300. El poder
naval en la zona también está siendo reforzado, aplicando la estrategia A2 AD, apoyada por el desarrollo
de armas sumamente novedosas, por ejemplo el torpedo Poseidón, que podría ser
un USV, de 24 metros de eslora, será el arma de submarinos estratégicos Belgorod.
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Tropas rusas en Crimea en la Anexión de 2014 |
Las fuerzas
armadas rusas han tenido una transformación espectacular, se encuentran
adaptada al escenario híbrido, donde no existen “fronteras” entre la paz y la
guerra, lo militar y civil, lo convencional y no convencional. Todo ello
apoyado por una desarrollada inteligencia estratégica, un liderazgo de calidad –
Putin es un brillante “jugador” en el plano geopolítico – y una renacida
capacidad tecnológica puntera. Rusia aprendió
las lecciones de la Guerra Fría, la guerra de Afganistán, como de la crítica
situación post soviética. Moscú ha
construido su sistema de propaganda e información, como herramientas de
ciberdefensa muy sofisticadas, y una gran habilidad para llevar a cabo
operaciones psicológicas. Las Fuerzas armadas rusas están preparadas para
operar en escenarios donde reina el caos y gracias a la explotación hábil de la
debilidad del oponente, Rusia se convirtió en dos décadas en un actor global.,
apoyado por un instrumento militar renovado y plenamente adaptado a los
conflictos del nuevo milenio.
Rusia frente a los desafíos del siglo
XXI.
El liderazgo
ruso es consciente de las limitaciones del país, especialmente en materia de
economía y demografía. La alianza con China obedece a una estrategia de
contención ante un país que ejerce una importante presión demográfica en áreas
fronterizas en Siberia, varias de las cuales hasta fines del siglo XIX eran
parte del viejo imperio chino. El cambio
climático afecta sin ninguna la vasta Siberia, la dependencia de la exportación
de recursos naturales, como del complejo militar, son factores de
vulnerabilidad, dado que por un lado, los precios de los recursos como el gas o
el petróleo, pueden caer estrepitosamente o ser susceptibles de embargos o
presiones internacionales. Poro otro lado el lucrativo negocio de vender
armamento, tiene limitaciones políticas y depende también de la situación
económica, que permita a los mercados tradicionales, poder realizar compras
importantes. A pesar de la demonización de Rusia por parte de medios de
comunicación, es un país conducido por un liderazgo prudente, que sabe actuar
en escenarios complejos. Es por ello que la debilidad del país ha sido
compensada por un cambio radical de la doctrina de seguridad nacional y militar,
un brillante sistema de inteligencia estratégica, una activa política exterior
y saber explotar con suma habilidad las oportunidades favorables. Rusia es una
nación que emergió varias veces de las cenizas, tiene una gran capacidad de resiliencia,
algo que pocos analistas tienen en cuenta al estudiar este enigmático y
extraordinario país.
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