La República Saharaui. La lucha por su existencia
El 27 de febrero de 1976, en un caserío
llamado Bir Lehlú, los líderes del Frente Polisario, antes que expirara la
presencia española por los ilegales Acuerdos de Madrid, proclamaron ante el
mundo el nacimiento de un nuevo estado, la República Árabe Sabaraui Democrática
o RASD La joven nación estaba siendo invadida por sus vecinos marroquí y
mauritano, en nombre de intereses ajenos a la región. Ello no impidió que bajo
el liderazgo único de El Uali Mustafá Sayed, los saharauis libraran una guerra
de características únicas. El tiempo pasó y el país vuelve a luchar por su
dignidad, ante una Comunidad Internacional indiferente.
Por
Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Director
del Diario El Minuto para Argentina
Aquel 27 de febrero, en la proclamación
de la RASD, señalaba lo siguiente,
El Pueblo Árabe Saharaui, recordando a
los pueblos del mundo que han proclamado la Carta de las Naciones Unidas, la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Resolución 1514 de las
Naciones Unidas en su decimoquinto período de sesiones, y teniendo en cuenta el
texto de la misma, en el que se afirma: “Que los pueblos del mundo han
proclamado en la Carta de las Naciones Unidas que están resueltos a reafirmar
la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la
persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las
Naciones grandes y pequeñas a promover el progreso social y a elevar el nivel
de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad". Los pueblos del
mundo conscientes de los crecientes conflictos que origina el hecho de negar la
libertad a esos pueblos o impedirla, lo cual constituye una grave amenaza a la
paz mundial. Convencidos de que todos los pueblos tienen un derecho inalienable
a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su
territorio nacional. Y proclamando solemnemente la necesidad de poner fin
rápida e incondicionalmente al colonialismo en todas sus formas y
manifestaciones para el logro del desarrollo económico, social y cultural de
los pueblos militantes. Proclama solemnemente ante el mundo entero, en base a
la libre voluntad popular basada sobre los principios y alternativas
democráticas: La constitución de un Estado libre, independiente y soberano,
regido por un sistema nacional democrático, ÁRABE de tendencia UNIONISTA, de
confesionalidad ISLÁMICA, progresista, que adquiere como forma de régimen el de
la República Árabe Saharaui Democrática. De acuerdo con su doctrina,
orientación y línea, este Estado Árabe, Africano, No Alineado proclama: Su
respeto a los tratados y los compromisos internacionales. Su adhesión a la
Carta de la ONU. Su adhesión a la Carta de la Organización de Unidad Africana,
reafirmando su adhesión a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Su adhesión a la Carta de la Liga Árabe.
El Pueblo árabe de la República Árabe Saharaui Democrática habiendo decidido
defender su independencia y su integridad territorial y ejercer el control de
sus recursos y riquezas naturales, lucha al lado de todos los pueblos amantes
de la paz para el mantenimiento de los valores primordiales de la paz y la
seguridad internacionales. Afirma su apoyo a todos los Movimientos de
Liberación de los pueblos de la dominación colonialista. En este momento
histórico en que se proclama la constitución de esta nueva República, pide a
sus hermanos y a todos los países del mundo el RECONOCIMIENTO de esta nueva
nación, a la vez que manifiesta expresamente su deseo de establecer relaciones
recíprocas basadas en la amistad, la cooperación y en la no injerencia en los
asuntos internos. La Republica Árabe Saharaui Democrática pide a la comunidad
internacional, cuyas metas son el establecimiento del derecho y la justicia en
aras de reforzar los pilares de la paz y de la seguridad mundiales: Que
colabore en la construcción y en el desarrollo de este nuevo país para
garantizar en ella dignidad, la prosperidad y las aspiraciones de la persona
humana.
Consejo Nacional Provisional Saharaui en
representación de la voluntad del Pueblo de la Republica Árabe Saharaui
Democrática. Bir Lehlu, 27 de Febrero de 1976.
Los
jóvenes nacionalistas saharauis, imbuidos en el nacionalismo árabe, en las
experiencias revolucionarias de Argelia, Libia, Egipto, estaban dispuesto a todo, por el sueño una
república árabe y progresista. Una agenda muy distinta, de los regímenes mauritano
y marroquí. En el caso del primero, el autoritario presidente Uld Daddah, había
atado a su país, a las cadenas de Francia, del cual tanto el país quiso
zafarse, embarcó a su país a una guerra, que solo traería muerte y miseria
contra sus hermanos saharauis. Marruecos, en manos de una monarquía corrupta,
el ambicioso rey Hassan II, encontró en la tragedia saharaui, una válvula de
escape para los problemas domésticos. La aventura militar, solo significó un
gran negocio para Francia, principal proveedor de equipo y asesoramiento. Las
Fuerzas Reales marroquíes, construidas sobre las fuerzas coloniales españolas,
francesas en tiempos del Protectorado y las llamadas “Bandas del Ejército de
Liberación”, brazo armado del partido nacionalista Istiqlal, por ende su
cohesión, era limitada, con problemas en materia de organización y
equipamiento, agregándose las terribles purgas como consecuencia del último
intento de golpe en 1971. La aventura en los Altos del Golán, en la Guerra del
Yom Kippur, puso en evidencia las limitaciones militares marroquíes,
especialmente para un adversario profesional y con alto nivel de preparación
como las Fuerzas de Defensa Israelíes.
Problemas internos, consecuencia de la pobreza, los altos niveles de
corrupción, y además una cohesión nacional endeble, llevaron al hábil rey
Hassan II, a buscar en la aventura saharaui, una causa nacional. Es frecuente
en las dictaduras, buscar un enemigo exterior, exacerbar ánimos y promover el
patrioterismo, como mecanismo para que las masas se olviden, por un momento, de
la dura realidad que imponen las dictaduras. España, con un gobierno infiltrado
por traidores, como Arias Navarro y otros personajes, no dudó, de entregar el
llamado Sahara Español, a su suerte, a cambio de las migajas que ofrecía el monarca
alauita. Los saharauis quedaron abandonados a su suerte, y de la noche a la
mañana, por un subterfugio legal, dejaron de ser españoles. Incluso, el
gobierno español maltrató a sus ciudadanos, que apostaron a vivir en el Sahara,
dejaron sus vidas, sus pertenencias, que tuvieron que abandonar de la noche a
la mañana. Hasta los cementerios, fueron exhumados. Pareciera que el Sahara
Español, fuera considerado como un sueño, que nunca ocurrió. Algo que debía
olvidarse.
Las
fuerzas marroquíes, ya sea por medio de unidades regulares como organizaciones
creadas por la inteligencia militar, generaron todo tipo de incidentes armados.
Luego vino la Marcha Verde, una cortina
de humo, apoyada por el geopolítico del mal, Henry Kissinger y las monarquías
conservadoras árabes, que tenían un profundo rechazo a cualquier intentona
republicana progresista o nacionalista, apoyaron la aventura. La invasión se caracterizó por actos
brutalidad, ejecuciones sumarias, violencia sexual y pillaje. No en vano 40.000
saharauis, de los 75.000 que vivían en el Sahara Español, emprendieran la huida
al desierto. La falta de preparación militar de los marroquíes, se puso en
evidencia ante la incapacidad de dar respuestas adecuadas a un enemigo mucho
más débil, pero con iniciativa táctica. El “socio” mauritano, con un ejército
bisoño, mal equipado, tuvo que recurrir al auxilio de marroquíes y franceses.
Un ejemplo la épica batalla de La Güera, donde cien saharauis, lucharon hasta
la muerte, solo un puñado se entregaría, luego de diez días, donde los
mauritanos tuvieron que pedir ayuda a Marruecos que envío unidades de
artillería y patrulleros navales para bombardear desde tierra y mar.. El alto mando del Ejército de Liberación
Popular Saharaui o ELPS, tenía que enfrentar una guerra de dos frentes, con
escasos recursos humanos y materiales. La respuesta fue fijar objetivos, que
eran concordantes con los recursos disponibles.
La guerra de liberación nacional,
insumió más de una década. Mauritania luego de tres años de lucha, sostenida gracias
a Marruecos y Francia, tuvo que arrojar la toalla.
La presencia militar extranjera, generaba animosidad en la oficialidad
nacionalista. Los pueblos negros del sur, no querían saber para nada en una
guerra entre “moros”. La economía estaba al borde del colapso, donde el 60% del
presupuesto era destinado a financiar el ejército, en un país que precisaba
escuelas, hospitales, agua potable, antes que cartuchos de munición. El ELPS,
concentró el esfuerzo, en destruir objetivos estratégicos de la economía
mauritana y de esta manera influir en el esfuerzo de guerra. Marruecos iba pasar por un proceso similar,
hasta que Estados Unidos, con el cruzado anticomunista Ronald Reagan, apoyó el
gran negocio de los muros defensivos. Verdadera derrota estratégica, dado
que de hecho, el objetivo de eliminar la
República Saharaui no fue logrado, y dado la incapacidad de destruir sus
fuerzas móviles, no quedó otra que construir muros, al mejor estilo Maginot,
para limitar los movimientos, de una fuerza militar, cuyo talón de Aquiles,
eran los recursos humanos, muy finitos. La escasa demografía saharaui, impedía
reponer con facilidad las pérdidas de muchos cuadros con gran experiencia.
El Plan de Paz de 1991, sin ninguna duda favoreció a
Marruecos, especialmente porque la potencia administradora de iure, España, no tuvo el valor, a pesar de su
jefe de gobierno Felipe Gonzalez, un socialista que había hecho muchas promesas
a los saharauis, miró hacia otro lado. El régimen marroquí, violando el
derecho internacional humanitario, introdujo colonos, sembró el terror entre
los saharauis, y anexó el territorio. Todo ello penado por las Convenciones de
Ginebra. Gracias al veto de Francia, que tantas lecciones sobre derechos
humanos, les quiere dar al mundo y especialmente a los latinoamericanos, apoyó
sin tapujos a su socio, o mejor dicho, su estado satélite, Marruecos, ha
impedido que Naciones Unidas tenga facultad de monitorear los derechos
humanos. Estados Unidos intervino en su
momento con los llamados Plan Baker I y II, las propuestas de falsa autonomía
de Marruecos, y la partición del territorio en tiempos de Kofi Annan, también
rechazado por Rabat. No cabe duda que mantener el conflicto, es
funcional a los intereses del régimen marroquí. Las riquezas generadas por la
pesca y el fosfato, poco y nada han llegado al desarrollo del país. No en
vano, cientos de miles de marroquíes están dispersos por Europa, como en países
del Oriente Medio, buscando empleo y una vida mejor que, la que tenían en su
país de origen.
Francia encontró en Marruecos una
plataforma para proyectarse sobre África, conservar influencia política y económica. Los estados
francófonos, dependen en menor o mayor medida de la ayuda de París. Esto ha
repercutido en el seno de la Unión Africana, que se encuentra fracturada e
impide actuar en diversas crisis, no solo en la saharaui, sino en la de Malí,
por citar un ejemplo. Esto potencia el rol de Francia en la región, ante una
creciente presencia de China y Rusia. París, azuza el conflicto saharaui, dado
que ello implica mayor dependencia de Marruecos en la compra de armas, apoyo
político, inversiones, agregándose los beneficios derivados de la explotación
ilegal de fosfatos que favorece a empresas de Europa y Estados Unidos. Miles de
millones de dólares generados por la pesca, los fosfatos, se van a los
bolsillos de unos pocos. La presencia
posible de hidrocarburos en aguas saharauis, alimenta el apetito francés, dado
que París está en retirada ante el generoso dinero chino, y sus grandes
proyectos, donde Francia no puede competir. Por ende hay que perpetuar la
presencia marroquí en el Sahara Occidental. Todo ello a sabiendas que una grave
vulneración al derecho internacional, como ha señalado claramente el Tribunal
Europeo, las resoluciones de Naciones Unidas, o la propia Corte Internacional
de Justicia de la Haya, con su dictamen de 1975, donde dice claramente que los
reclamos de Mauritania y Marruecos no tienen sustento alguno.
España mira hacia otro lado, su
estrategia de apaciguamiento, no hace más que alimentar un conflicto mayor a
largo plazo. La presión
sobre Ceuta y Melilla, como sobre las aguas canarias, será mayor. Intereses
poderosos, impiden que por ahora, se viole el status quo, donde exista un actor
hegemónico en la región aledaña, al estratégico Estrecho de Gibraltar. Madrid
es rehén de las presiones marroquíes, y ello queda en evidencia con las
políticas migratorias, la pesca, el tráfico de drogas y el tema Ceuta y
Melilla, que según la idea trasnochada del Gran Marruecos, deben estar bajo la tutela
de Rabat. Esta ideología, que nació en los tiempos de la lucha por la
independencia, pensada por el líder nacionalista Al Fassi, sirvió de sustento
ideológico para la monarquía, en un intento de promover una suerte de destino
manifiesto, para un país con escasa cohesión nacional. La historia marroquí, dejó una lección clara para los monarcas, tener
todo el poder que se pueda en sus manos. Por ende la democracia al mejor estilo
europeo, es un eufemismo. El referéndum de autodeterminación, es una promesa
vacía. Frank Ruddy, diplomático veterano de Estados Unidos, y que tuvo
intervención en el proceso de paz de los 90, señaló en su oportunidad, que
colonos marroquíes, no miraban con disgusto, formar parte de un estado saharaui. La
democracia libera fuerzas muy poderosas, que regímenes como el marroquí, o de
otros países árabes, saben que pueden sucumbir ante los vientos de cambio.
Los años han pasado, leemos noticias sobre un proceso de paz
estancado. Marruecos ha consolidado la ocupación. Ingresó a la Unión Africana con el
claro objetivo de desplazar a la RASD, buscó generar un grupo de países afines,
que con apoyo de países árabes conservadores, logró abrir una serie de
consulados en El Aaiún ocupado. Los lobistas
pro marroquíes pululan por todos lados, nos hablan de un plan de autonomía, y
que el Polisario es una organización terrorista ligada a Irán o Al Qaeda. Solo
los que desconocen este conflicto, pueden dar crédito a semejantes argumentos,
carentes de sustento. Olvidan que en tiempos de Hillary Clinton, como jefa del
Departamento de Estado, este organismo, elogió el papel del Polisario para
combatir los grupos salafistas como Al Qaeda.
Generaciones
de saharauis crecen como ciudadanos de segunda en las zonas ocupadas y otros,
en una situación donde pareciera que el tiempo se detuvo. La esperanza de ver
la patria reunificada, parece lejana. Las maquinaciones de las grandes
potencias, Marruecos apoyados por Francia, comete violaciones a los derechos
humanos. Las desapariciones, las torturas, las muertes del pasado y presente
quedan impunes. Marruecos apuesta a la
anexión del territorio, borrar de un plumazo a los saharauis. Es un tema de
prestigio político para la monarquía, que ha derrochado miles de millones en
sostener las compras de armas en sus Fuerzas Armadas, financiadas por la
chequera saudita y de otros socios árabes.
España no quiere problemas, sabe
que llegado el caso, los 100.000 efectivos desplegados en el Sahara, pueden
terminar cercando Ceuta y Melilla. Argelia mantiene una postura, de
mantener el conflicto a fuego lento, a fin de mantener alejado a los marroquíes
lejos de sus fronteras. Mauritania, es
parte del juego, con su neutralidad, pero tolerando a la RASD y brindado algún
apoyo discreto. Marruecos debe estar lejos de las fronteras. Sabe del sueño
anexionista de Rabat, que por cierto al que nunca renunció.
La crisis de Guerguerat de 2020, fue el
detonante. Naciones
Unidas, expectante, no hizo nada, ni siquiera una nota haciendo saber a
Marruecos que violó el Acuerdo Militar nro. 1, de cruzar la zona
desmilitarizada para disolver una protesta, en un paso ilegal. La crisis derivó
en choques armados, denunciados por Naciones Unidas, con un secretario general,
Guterres, siempre favorable a Marruecos.
Rabat niega todo. Argelia moviliza tropas y eleva el tono de voz, pero
no va mas allá. Mauritania, también despliega de manera discreta fuerzas
cercanas de la zona controladas por la RASD. Hay un silencio informativo. En
medio de la crisis, el presidente Donald Trump, un personaje ignorante en
materia de política exterior y geopolítica, como puso de manifiesto de querer
comprar Groenlandia a Dinamarca, como si estuviéramos en el silgo XIX, prometió
en redes sociales, reconocer la soberanía marroquí, a cambio de normalizar las
relaciones con Israel. Pero por suerte, este personaje se fue a su casa. Aunque
la administración Biden, no alienta grandes esperanzas. Estados Unidos, apoyará
siempre a su aliado marroquí, mas en tiempos que África es un campo de disputa
con China y Rusia, que pisan fuerte.
La
RASD está en completa soledad, mas allá de declaraciones de solidaridad. La
esperanza que hubo en América Latina, quedó en saco roto. Solo Uruguay
reconoció a la RASD en 2005, luego de muchos años. Pero la región se mantuvo al
margen del tema. Lamentable, especialmente por países como Argentina, que viven
en carne propia lo que es el expolio de sus riquezas en manos de una potencia extranjera,
como el caso Malvinas, miran para otro lado,
o lo que es peor hacen lugar al lobby marroquí, en abierta contradicción
a la tradición argentina de apoyo a los pueblos en su derecho a la
autodeterminación.
¿Será esta la última jugada de los
saharauis? Sea como
fuere, no cabe duda que venderán caro su honor nacional. Está nada menos que la
existencia del pueblo saharaui y por ende la propia RASD. El primer presidente de la República, El Uali
Mustafá Sayed, expresó claramente lo que implica la voluntad nacional por la
liberación: “Si quieres tu derecho es preciso que estés dispuesto a derramar tu
sangre, es preciso que sacrifiques todo por una sola cosa: tu dignidad”.
Los saharauis lo saben y una nueva etapa por la liberación se ha iniciado.
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